El ministro señor Catalá ya ha reconocido que se van a dejar celebrar las votaciones siempre que quien las organice sea la Asamblea Nacional Catalana ( un organismo civil ultranacionalista) y no la Generalitat.
Un nuevo engaño a los ciudadanos, una nueva bajada de pantalones del señor Rajoy ante los soberanistas catalanes, una nueva deslealtad contra la Constitución y una nueva ofensa a la inteligencia de los votantes del Partido Popular. Un ministro, Rafael Catalá, cuyo apellido ya hacía sospechar el papel que iba a desempeñar en este embolado que, el Gobierno, nos está queriendo hacer tragar a los españoles, consistente en este gran artificio maquinado "por lo bajini" ( ya no tenemos duda alguna), entre los representantes del gobierno de Rajoy y los de los nacionalistas catalanes (ahora podemos entender la osadía y la "astucia" del señor Mas, la "valentía" del señor Homs y la seguridad con la que el señor Oriol Junqueras cuando proclamaba que la celebración de la "consulta por el derecho a decidir" no tenía marcha atrás y que se iba a celebrar contra viento y marea a pesar de la suspensión decretada por el TC).
Si señores, una vez más y van… el señor Mariano Rajoy y su Ejecutivo nos ha mentido descaradamente, cuando nos repitió hasta la saciedad que se iban a "ajustar a la legalidad". Como ya nos presumíamos y dejamos constancia en precedentes artículos, concretamente en el de 27 de octubre pasado, titulado "El ominoso silencio del Gobierno ante la burla catalana", parece que ha tenido lugar el presunto acuerdo soterrado Gobierno-Generalitat al que nos referíamos cuando escribimos: "ignoramos los planes del Ejecutivo para impedir que se celebre esta segunda consulta sustitutiva de la que se anuló (si es que de verdad tiene algunos) y tenemos nuestras dudas, que se van reafirmando cada día más, a medida que se acerca la fatídica fecha, de que detrás de todo este teatro no haya un acuerdo bajo cuerda entre el Ejecutivo y el señor Mas, para que éste pueda salvar la cara ante sus seguidores y, después, acuda a las tantas veces mentadas elecciones".
El ministro señor Catalá ya ha reconocido que se van a dejar celebrar las votaciones siempre que quien las organice sea la Asamblea Nacional Catalana ( un organismo civil ultranacionalista) y no la Generalitat, a pesar de que sea esta última la que ha llevado el peso de la propaganda, proporcionado los locales y haya presionado a las escuelas para que cedieran sus locales para la votación, prestando todos los medios burocráticos, como la impresión de papeletas y la compra de todas las urnas para poder depositar las papeletas. ¿Es o no es incumplir la suspensión tal y como la ha decretado el TC? Pues, si lo es, ¿a qué viene ahora esta pasividad, este desentenderse doloso del Gobierno de la consulta catalana? Un engaño vergonzoso y, yo añadiría que, una tomadura de pelo a la Justicia, representada por nuestra Constitución; que acaba de embadurnar, una vez más, nuestro Ejecutivo con el barro de la ignominia y la traición a la unidad de la patria.
Y es que, en este país, dejado de la mano de Dios, no sólo proliferan los corpúsculos de la izquierda, sino que, hasta S.M. el Rey, ante la posibilidad de que Catalunya ponga en cuestión la unidad de España, parece que permanece de don Tancredo, mientras ante sus narices se está poniendo en cuestión la defensa de la Constitución y, a la vez, la indisolubilidad de la unidad de la nación española. O ¿es que habrá que recordarle, al bisoño monarca, lo dispuesto en el Artículo 61 de la vigente Constitución?, cuando dice: "El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas" o cuando, en el mismo artículo se dice "corresponde al Rey: h) El mando supremo de las Fuerzas Armadas." Si hay una ocasión en la que sería oportuna la actuación del Rey no cabe duda de que es ésta en la que se está a punto de cometer el grave error de dejar que los separatistas se salgan con la suya.
El mismo señor Mas, pletórico y desafiante, ya ha impuesto sus tiempos al Gobierno, cuando ha anunciado que, el día 10, un día después de la consulta, con el respaldo de una gran mayoría aportada por las urnas ( si no hay control ni se fiscalizan los recuentos, es evidente que el número de votantes será el que a ellos les convenga y el número de síes a las dos preguntas alcanzará el 99'99% de las papeletas) le va a enviar, al señor Rajoy, una carta en la que, además de reivindicar 23 cuestiones que deben ser resueltas, le va a pedir ¿o exigir?, la celebración de un Referéndum, precisamente igual al que el TC (que, a la vista de lo poco que parece que van a servir sus suspensiones, es posible que se lo piense dos veces antes de volver a hacer caso al Gobierno) ha impedido, mediante la oportuna suspensión.
Resulta, a la vez, cómico, risible, deprimente y absurdo que, después de tantos aspavientos, amenazas, palabras rimbombantes y reiteraciones; cuando el Gobierno ha conseguido el amparo del TC para poder actuar con toda legalidad para impedir la consulta catalana; todo quede en agua de borrajas, simplemente porque, como ha dicho el pobre ministro que le ha tocado hacer el papelón : "Si el Gobierno de la Generalitat no promueve actuaciones ( no ha parado de promoverlas desde que se inició el conflicto) en el desarrollo de una consulta no autorizada, no parece que sea necesario requerir al TC, ni a jueces o tribunales para actuar, porque no hay infracción del ordenamiento jurídico", tal como suena, señores. Es decir que si, en fraude de Ley, como ha considerado el TS, es la Asamblea Nacional de Catalunya y el Omnium Cultural los que se hacen cargo de la consulta, aquí no pasa nada; todos se salen de rositas; cuando la mayoría de españoles ya veíamos al señor Mas, junto a Junqueras y a Homs, como en el caso de Companys, en medio de dos Guardias Civiles, de camino a la cárcel.
En lugar de todo esto, señores, los catalanes verán que han vencido al Estado, que se han pasado la Constitución por el fondillo de los pantalones y que tienen el camino abierto hacia la tan cacareada independencia. ¡Bravo, señor Rajoy, señora Santamaría y demás ministros, han conseguido ustedes igualar al señor Zapatero en su campaña para hundir a España! Nunca pude imaginar que fuera el PP quien le diera cuerda al independentismo catalán y nunca, los españoles que amamos a nuestra patria, podremos perdonar al que fue nuestro partido. Esta gallegada, sin orden ni concierto, con la que el señor Rajoy ha mantenido engañados a quienes votaron al PP, mientras concertaba un pacto a escondidas con el señor Mas, nos parece la mayor traición que se le podía hacer al electorado. Su credibilidad, créame usted, ha quedado por los suelos y su partido, por mucho que nos duela a los de derechas, va a quedar aún más desprestigiado de lo que, hasta ahora, habían conseguido, que ya era mucho. España va a caer, mucho nos tememos, en las garras de aquellos que nos van a conducir hacia el más absoluto desastre y, de todo ello, no van a tener culpa ni el PSOE ni ningún otro partido porque, entre los actuales dirigentes del PP con sus errores, la corrupción y su inmovilismo, se han bastado para que, los españoles, decidan cambiar de rumbo, aunque sea para entregarse en manos de aquellos que van a acabar con lo poco que queda en pie de nuestra nación.
La votación de los catalanes del día 9N va a significar, si se celebra, el ataque más brutal a la unidad de España y la ignominia para un Gobierno que no ha sabido asumir el deber de defender la Constitución ni el mandato que los españoles le dimos; confiando en que serían capaces de cumplir con sus promesas. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos indignados como se traiciona, una vez más, a España y a los españoles.
Miguel Massanet Bosch