"Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso" Mario Vargas Llosa.
En ocasiones la sensibilidad popular nos causa extrañeza o nos hace pensar que, una parte de la ciudadanía, se deja llevar por instintos primarios que no les permiten juzgar, con la debida objetividad, determinadas situaciones o se dejan ofuscar por establecidos estereotipos que, en los tiempos que corremos y de acuerdo con las nuevas corrientes de opinión, han quedado desterrados desde hace muchos años, los suficientes como para que, hoy en día, resulten arcaicos y obsoletos.
Desde que el papel, en la sociedad y en el trabajo, del hombre y la mujer han quedado equiparados y no existen diferencias o no debieran existir, entre las capacidades de unos y otras para poder desempeñar las mismas funciones, las mismas carreras universitarias o los mismos cometidos dentro de los elementos de comunicación, actualmente tan en boga; puede resultar, como mínimo, impropio, que determinados rasgos o expresiones sentimentales, que en su tiempo caracterizaron a las mujeres y que denotaban su especial catalogación de "sexo débil" con respecto a los varones; como, por ejemplo, su facilidad para el llanto ante situaciones en las que, en un hombre, hubieran sido mal vistas y como un signo de debilidad, impropio de su condición varonil; se sigan aceptando por muchos como un privilegio del sexo femenino que, en un hombre, se seguiría considerando impropio. ¿En qué quedamos, debemos aceptar la igualdad del hombre y la mujer, salvo en el aspecto físico, para el resto de las situaciones que se han de afrontar en la vida o, desoyendo las filípicas feministas, deberemos reconocer que, a pesar de todo, en los sentimientos siguen existiendo sensibles diferencias que rompen esa pretendida fortaleza compartida por unos y otras?
El caso de esta joven presentadora, María Casado, que preside, en la TV1, el espacio "Los desayunos", en el que entrevista (en compañía de otros compañeros de la prensa) a personalidades de la política, las artes, la farándula, de las letras etc. y que tanto éxito parece que tiene de audiencia; se ha venido caracterizando por la dureza (disimulada con una sonrisa encantadora) con la que suele tratar a sus huéspedes; las preguntas insidiosas que acostumbra a prodigar; su clara tendencia hacia la izquierda, lo que se traduce en una desigualdad de trato según que, los entrevistados, pertenezcan a la izquierda o a la derecha; debería ser tratado con igual rasero con el que contemplaría si el entrevistador fuere un hombre que actuara bajo los mismos parámetros que utiliza la señora Casado. Sin embargo, a la vista de la reacción de la ciudadanía y de sus compañeros de prensa, junto a las opiniones aparecidas en las webs y demás medios privados y públicos, ante su llanto cuando, una de sus entrevistadas, la señora Curri Valenzuela, se ha quejado agriamente de que la señora Casado no la dejara concluir sus alegatos, interrumpiéndola continuamente ( truco que esta "cándida" presentadora usa con gran frecuencia cuando no le interesa que, el entrevistado, siga por un sendero que a ella y sus ideas de izquierda no le resulta cómodo o sea contrario a aquello que pretende demostrar); a muchos nos ha causado estupor.
¿Cómo hubieran valorado, estos mismos progres que se rasgan las vestiduras porque una mujer, de distintas ideas que la presentadora, se haya defendido con sus propias armas, los argumentos, de modo que no ha sido del agrado de la presentadora si, en vez de una presentadora, hubiera sido un presentador el que hubiera empezado a llorar ante una acusación similar? Seguramente las chirigotas, las risas, los chistes, las descalificaciones hubieran sido para él. Por lo visto, para muchos de estos "demócratas" de izquierda, no les gusta cuando los de derechas se saben defender y reclaman su derecho a ser tratados de acuerdo con la cortesía que se le puede pedir a cualquier presentador que no actúe con objetividad y pretenda ponerle la zancadilla a quien entrevista. Ahora, desde las feministas hasta los de Podemos, se quejan de que la señora Valenzuela no se haya dejado amilanar y haya apretado las clavijas a la señora Casado. Como siempre, este es el método usado por las izquierdas: impedir que sus adversarios políticos puedan desarrollar sus argumentos, utilizando para ello el habitual truco de interrumpir, hablar a la vez, hacer ruidos o gestos con los que intentar cortar el razonamiento que intenta exponer el entrevistado.
Pero la señora María Casado ha recurrido al truco femenino de llorar, con lo cual quien ha quedado en desventaja ha sido la señora Curri Valenzuela, que sabe muy bien como tratar a toda esta "progresía" que intenta convertir a España en su campo de experimentación comunista. ¡Bien por Curri Valenzuela, mis felicitaciones!
Y pasemos al segundo tema de este comentario. Una vez más, el Gobierno se ha dejado atrapar por una propuesta socialista, muy bien vista por nuestro ministro de Asuntos Exteriores, el señor Margallo; que mejor se hubiera encontrado entre los del PSOE que en el lugar que ocupa en el PP; claro que este partido popular de ahora nada tiene que ver con el del señor Aznar ni el del señor Fraga. Se trata, en fin, de la propuesta presentada en el Parlamento español, por la que se pide el reconocimiento, nada más y nada menos, que del actual gobierno palestino. Por lo visto nuestro Gobierno sigue convencido de que, en el conflicto palestino-israelí, los malos son los judíos y los buenos son los del señor Mahmud Abbas, de la ANP, presidente del inexistente estado Palestino; que ha conseguido mantenerse en su puesto gracias al apoyo (siempre que les conviene) del grupo terrorista de Hamas, con el que tiene sus más y sus menos.
Resulta que se les atribuye a los israelíes el no querer negociar con los palestinos y ser los que los maltratan y, en ocasiones los invaden. Los que desconocen la reciente historia del Mundo, no saben que el pueblo judío que vino del Holocausto, con Ben Gurión al frente, tuvo que instalarse en el lugar que les asignó las naciones Unidas y que, desde el primer día, fueron hostigados por los pueblos con los que tenían fronteras y, el primero, el palestino. Han tenido que hacer frente a varios intentos de invasión. La primera guerra, llamada de Liberación fue el mismo año 1.948; la del Sinaí en 1.956 contra Egipto; la de Los seis días en 1.967, contra Egipto; la del Yom Kipur contra Egipto y Siria y las dos con Líbano, la primera, en 1.978. En todas ellas salieron vencedores.
El mundo árabe, sin embargo, no ha podido aceptar la existencia del estado de Israel y han apoyado a Palestina que no ha cesado, primero con Arafat y sus terroristas y después con la organización terrorista Hamas, de organizar intifadas y ataques con misiles, contra el estado judío; lo que ha provocado, en represalia, algunas incursiones de castigo por parte del Tzahal (Ejército israelí). Cada intento de mediación, especialmente de los convocados por los EE.UU de América para intentar conseguir una paz entre los dos contendientes, ha sido dinamitado por los terroristas de Hamas, como ha ocurrido recientemente con las conversaciones iniciadas por una comisión del estado de Israel y los palestinos de Abbas; que fueron rotas por los continuos lanzamientos de misiles desde la franja de Gaza. ¿Y a estos terroristas es a quienes el Estado español quiere reconocer como una nación, despreciando al Estado de Israel que ha sido la verdadera víctima de este proceso? ¿A qué ha venido adelantarse a Europa? Lo cierto es que parece que, cada día que pasa, menos cordura manifiesta nuestro Gobierno y más se agudizan los temores de que, al final, vamos a caer en manos de las izquierdas. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos desanimados como los errores se suceden mientras que, los aciertos, apenas se producen.
Miguel Massanet Bosch