"Las promesas son olvidadas por los príncipes, nunca por el pueblo" G. Manzini
En ocasiones los dirigentes tienen la debilidad de creerse estar por encima de la voluntad de los votantes y ello les lleva a tomarse algunas licencias respecto al enfoque de la política, que pueden estar en desacuerdo con los principios, los sentimientos, los deseos y las aspiraciones de aquellos que, con sus votos, le otorgaron el mandato para gobernar. Si las desviaciones tuvieran un carácter temporal, si se debieran a causas sobrevenidas, imprevistas y difíciles de prevenir, que justificasen un cambio provisional, para evitar situaciones que pudieran resultar extremadamente lesivas para los intereses de la nación; es evidente que los votantes podrían comprender e incluso aceptar los cambios propuestos; pero, si el gobernante se empeñase, sin otros motivos que adaptarse a la política de la oposición, evitarse problemas personales y, anteponiendo su criterio personal al de quienes de forma mayoritaria lo eligieron, olvidándose del programa que se le encomendó poner en práctica y de los valores, principios, reglas y prácticas de la formación política a la que pertenece; entonces, señores, es muy probable que sus posibilidades de ser reelegido puedan llegar a ser nulas porque es evidente que a nadie le gusta que le mientan..
El actual equipo que está al frente del PP se ha creído que es el dueño del partido, como si se tratase del accionista mayoritario de una S.A, en la que pudiera imponer su criterio; sus particulares formas de enfocar el destino de la empresa; su especial visión del futuro que le espera a la sociedad, sin tener en cuenta la opinión de sus trabajadores, sus mandos intermedios, sus técnicos y todos aquellos que, de una forma u otra, intervienen en la marcha de aquella entidad. Prometieron una serie de cambios que llevarían a cabo cuando gobernasen que implicaban reformas fundamentales de las políticas implantadas por los socialistas, durante sus casi dos legislaturas de gobierno. Empezaron por incumplir el objetivo de rebajar los impuestos, la promesa de reducir el paro excesivo que estaba padeciendo España y la evidente necesidad de reactivar la industria, que estaba en sus peores momentos; justificándose en base a la situación desastrosa en la que, el anterior gobierno del señor Rodríguez Zapatero, había dejado las arcas de la nación y el inminente peligro de que España, debido a su extrema debilidad financiera tuviera que ser rescatada por la UE.
Aquello tuvo lugar al principio de la legislatura y, desde entonces, es evidente que ha pasado tiempo, el suficiente para que muchas de las promesas que se nos hicieron ya pudieran haberse cumplido y, si esto no ha tenido lugar, no se puede achacar más que al miedo, a la cobardía, la avaricia de los votos y la pusilanimidad del señor Rajoy que si, en sus relaciones exteriores y en el aspecto de conseguir recuperar la confianza de los inversores en España, ha tenido un éxito indudable; sin embargo, ha fallado de forma rotunda en afrontar, con energía y valentía, su deber de limpiar a su partido de una serie de sinvergüenzas que decidieron anteponer sus intereses personales y su afán de enriquecerse a su deber de trabajar en bien de los ciudadanos. Han sido demasiados y la reacción lenta.
Tampoco ha cumplido con su promesa de modificar la ley del aborto, una ley socialista que, a cualquiera que tenga la más mínima sensibilidad y que sea defensor del derecho a la vida, tenía que causarle, como ha dicho el señor Gallardón, verdadero asco, náuseas y escándalo; cuando de todos es conocido que, en nuestra nación, los carniceros profesionales de las clínicas dedicadas a tan nefasta actividad, se van enriqueciendo a costa de asesinar, ( no tiene otro nombre el sacrificar fetos que, como se ha demostrado científicamente, ya son pequeños seres humanos con posibilidades de vivir si se les permitiera crecer y nacer a la vida) Una de las más vergonzosas actuaciones de este Gobierno ha sido volverse atrás cuando, el señor Gallardón, ya tenía un texto en el que, sin satisfacer a los que estamos en contra de tan satánica práctica, al menos suponía poner unas barreras para que se pudiera poner coto a los más de 100.000 abortos que se practican cada año en España. ¿Quiénes fueron los que se arrugaron ante las amenazas y críticas de la oposición? Pues hemos conocido a muchas mujeres, entre ellas la señora Villatoro, que perteneciendo al PP y teniendo cargos de responsabilidad en él, se han mostrado en contra de la modificación de la Ley socialista defendiendo, de forma equivocada, lo que algunos quieren denominar como derecho de la mujer y que se escuda en una pretendida defensa de la salud de la mujer ¡cómo si el parir fuera una enfermedad y no una bendición del Cielo! para aquellos a los que la naturaleza les ha dotado de los medios para poder engendrar hijos.
Ya no hablemos se su pasividad dolosa en el tema de la homosexualidad y de la escandalosa extravagancia legal de permitirles un matrimonio al estilo del cristiano, equiparándolo, para más INRI, en todos los derechos, incluido el de adoptar hijos o el conseguirlos por métodos antinaturales como, por ejemplo, la inseminación en vitro, y que, sin embargo, van a verse ante la anómala situación, inédita en la naturaleza, de tener dos padres o dos madres en lugar de lo que ha venido siendo lo habitual desde que el mundo es mundo. Y es que, entre las señoras miembros de la cúpula del partido, haya algunas que no parece que estén convencidas de las reglas por las que se ha regido el PP desde su formación por el señor Fraga Iribarne. Aparte de la ya mencionada, hay algunas que no parecen estar convencidas de que seguir nuestra cultura cristiana, continuar defendiendo los principios de la Iglesia Católica o, en su caso, de una ética y moral inspirados en ella, prefieren aplicar su propia filosofía que, mucho nos tememos, esté más de acuerdo con el relativismo imperante que con la defensa del papel que la naturaleza le ha asignado a la mujer y al hombre, como pareja reproductora; sin que ello se pueda considerar como un obstáculo a poder equipararse con el hombre en todo el resto de aspectos de la vida
Hoy, precisamente, las calles de Madrid están ocupadas por una gran manifestación en defensa del derecho a la vida. Una manifestación que, a lo largo de esta legislatura y por diferentes motivos, se ha reproducido en diversas ocasiones y que han tenido por objeto recordarles, a los dirigentes del PP, que sus intentos de dejar pasar la legislatura sin abordar con valentía este tema, no están pasando desapercibidos por un número muy significativo de los que le dieron al partido su voto el 20N del 2.011. Y no piensen que los que, por diversos motivos, las personas mayores y los enfermos, no han podido concurrir a la manifestación no piensan lo mismo que los que con pancartas y eslóganes han salido a las calles para demostrar su profundo rechazo a la política del Ejecutivo en esta materia. Y luego hay otras cosas, pequeños renuncios y grandes omisiones como ha sido permitir que, la politización de la justicia, haya ido en aumento; de modo que, hoy en día, una gran parte del pueblo español siente que, en España, las carencia en la Administración de Justicia y los errores de los encargados de aplicarla, en ocasiones confundiendo su función con lo que serían sus particulares ideas sobre las leyes; han llevado a un caos en todo lo relativo a ella ¿Dónde está la gran reforma de la Justicia, en cuanto a los que tienen la función de aplicarla, que se tenía como uno de los proyectos estrellas del partido? Como siempre, se ha diluido en la nada.
Los ciudadanos están decepcionados, confundidos, asustados y dispuestos a cambiar de bando si es que surgiera una nueva formación de derechas o de centro, cuyos dirigentes consiguieran despertar la confianza de los electores por su honestidad, energía, capacidad y preparación. España está ante una grave encrucijada y el tiempo para intentar salvarla de la invasión de la izquierda se está acabando. ¡Hay que actuar rápido! O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como se derrumba el castillo de naipes en que, una vez, confiamos.
Miguel Massanet Bosch