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Los vanidosos de La Parra de las Vegas. 5 (por Juan Andrés Buedo)

Publicada el febrero 11, 2019septiembre 11, 2025 por Juan Andrés Buedo
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Escuela rural siglo XIX

Las escuelas rurales son a día de hoy una especie en extinción en España. Lo son, en parte, como explicó Javier Tejera hace unos años en ECOTUMISMO debido al progresivo proceso despoblación que ha sufrido el mundo rural en este país en los últimos 60 años. En ese sentido, el que haya niños supone, para muchas pequeñas poblaciones rurales repartidas a lo largo y ancho de la geografía española, la delgada línea entre la vida y la muerte… entre la alegría y la tristeza. Si hay niños es que hay padres, cuántos más niños, más padres, es decir, adultos en edad productiva. A mayor productividad, mayor tejido social y económico, más servicios y, en definitiva, una mínima calidad de vida para todos. Por eso, la supervivencia de estas escuelas rurales ha sido siempre un asunto vital para muchas poblaciones del interior, que han tenido muy presente el dicho popular que dice que “un pueblo sin niños está condenado a desaparecer”. 

LPV Verano en abrevader.chicas

Y por esto he colocado esta foto aquí y ahora, porque la despoblación de La Parra era ya evidente cuando se tiró allá por los años setenta del siglo pasado. Pasábamos entonces unas plácidas vacaciones en el pueblo, pero observábamos como disminuía la población año tras año. Quiero decir con ello que la localidad no era una excepción y así pudimos observarlo todos aquellos jóvenes que sentíamos cierto desaliento por una situación a la que nadie ponía remedio, y que había comenzado entre quince y veinte años antes. Y ha desembocado finalmente en lo que es hoy en día: uno de los pueblos con menos habitantes de España.

La evolución de este municipio, su historia directa, no puede desligarse en sus avatares de la del conjunto del país. Y, a nuestros efectos, podemos traerla y recordarla a partir de mediados del siglo XIX, cuando España en general es un país eminentemente agrario y prácticamente analfabeto. En 1855 por fin se ve la necesidad y se impulsa el Proyecto de Ley de Instrucción Pública, aprobado por el Gobierno moderado en 1857: la ley Moyano toma el nombre del ministro Claudio Moyano, que incorporó las propuestas progresistas. Todo un hito, el del consenso, pocas veces repetido en la historia legislativa nacional de educación. Comenzaba un proceso de 150 años hasta igualar a España con media Europa.

De hecho, hasta el año 1900 no existió el Ministerio de Instrucción Pública. La competencia estaba en una dirección general que se movía entre Fomento -con los progresistas- y Gracia y Justicia, con los moderados. Entre 1857 y 1901 la escolarización fue obligatoria de los 6 a los 9 años, aunque esto no se cumpliera. Era gratuita «para quien no la pudiera pagar». En ese inicio del siglo XX la edad se elevó a los 12 años, algo que duró hasta 1968, con un decreto que la elevó a los 14, dos años antes de la ley de la EGB de 1970.

Y este régimen es el que vivieron mis abuelos y familiares -para ser exactos, el 95% de los moradores de La Parra-, como nos cuenta mi padre benignamente, con algo de ingenuidad, en sus estimables y acarameladas Memorias: "Asistí a clase, en la Escuela del pueblo, de 4 a 7 años. Fueron tres años maravillosos. Durante ellos hice los juegos infantiles que por aquella época existían -que él recuerda con nostalgia-…, pero sobre todo, y es lo que cuenta, adquirí la formación cultural que hoy poseo, que, si bien no es mucha, me ha servido para desenvolverme en esta vida y que yo estoy satisfecho. Todo ello debido a los métodos de enseñanza tan excelentes que empleaba el Sr. Maestro, D. José García Belinchón, que nos hacía poner nuestros cinco sentidos en todo aquello que significaba aprender". Estamos hablando de 1925 a 1928. Al año siguiente, a sus 8 años empezó su primer trabajo, con un salario mayoritariamente en especie. Y tuvo que emigrar de La Parra a Lérida en 1957, cuando yo contaba con 6 años y mi madre marchó embarazada de dos mellizos al nuevo destino laboral de mi admirado progenitor.

¡Si no lo hubiera hecho, el fantástico desarrollo personal de sus descendientes no hubiera sido el que hemos gozado todos ellos! Que, por supuesto, ni olvidamos nuestras raíces, ni renunciamos a todo cuanto dé genio y figura a cuantos hemos respirado los Aires de La Parra, algunos incluso ya fallecidos; como dos de los seres más queridos por mí, y que -permítaseme- lloro ahora mismo sin consuelo: mi primo Manolo y mi hermano Saturnino. Aquí, en la foto siguiente, estamos todos en una jornada inolvidable junto a mis primas Esperanza, Elena, y otros dos amigos de veraneo -Meri y su hermano Vicente- que marcaron para siempre el día que nos fuimos a bañar al Júcar andando hasta los Baños de Valdeganga.

Día de los Baños (003)

Del semianalfabetismo de nuestros antepasados nadie se acordaba, los queríamos sin destellos ni vanaglorias, en esos instantes cuando éramos unos jóvenes universitarios con magnífico humor y un laudable optimismo ante la vida. Muy diferente a la que nos precedió.

(Continuará)

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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