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Nicolás: la confusión se hizo duda (por Carmen Rigalt)

Publicada el diciembre 10, 2014 por admin6567
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Carmen Rigalt

Carmen Rigalt (Publicado en Rigaltísima-El Mundo, aquí)

De un mes a esta parte, uno de mis pasatiempos preferidos es sondear a la gente (en especial a los colegas) sobre dos temas que centran el interés de los medios de comunicación: Podemos y el pequeño Nicolás. Les pregunto qué piensan, aunque ya lo sé. En realidad lo sabía mucho antes de que se pronunciaran.

 

 

En política, y en periodismo, sucede lo que en matemáticas. Aunque las nociones de matemáticas se han evaporado de mi memoria, sí recuerdo que la profesora nos facilitaba el desarrollo del problema adelantando el resultado. Ella te daba la cifra exacta y tú te machacabas las meninges hasta  que conseguías cuadrar las operaciones. 

La política es como las matemáticas. Cada partido tiene soluciones predeterminadas para cada problema. A la hora de construir un discurso (o un artículo, en el caso de los periodistas políticos) las operaciones a seguir serían los argumentos. Conociendo el ideario del partido, hay que buscar  argumentos que al final coincidan con él, como pasa en los problemas de matemáticas. Si el argumentario es brillante, el resultado será exacto.

Frente a la irrupción de Pablo Iglesias, la postura de políticos y periodistas es simple: leña al mono. Podrían sacar partido de las debilidades de Podemos,  pero prefieren arremeter sin piedad, lo que desencadena en la opinión pública un movimiento de simpatía hacia la nueva formación. O sea: más votos en las encuesta. Así las cosas, Podemos se hace fuerte: desestabiliza a los grandes partidos y anula a los pequeños.

 

 

El siguiente tema de alcance nacional son las aventuras y desventuras de "le petit Nicolás", al que ya empiezan a llamar Fran (en realidad su nombre es Francisco Nicolás) las personas que se lo toman en serio. No sé si hay razones para tomarse en serio a un rebotado de Nuevas Generaciones (exagero: él nunca se afilió) pero tampoco deberíamos aplicarle continuas enmiendas a la totalidad. Fue salir en media docena de fotos y lloverle calificativos despiadados a manta. No había una sola tertulia de radio o televisión donde no le leyeran la cartilla.

Los políticos del "pepé", el único partido en el que Nicolás dejó  damnificados, le negaron, no tres veces, sino trescientas. Nadie se preguntaba si el relato delirante de aquel niño imberbe contenía un atisbo de verdad.

Los teléfonos se movilizaron y todos los que habían conocido a Nicolás (o al menos se habían prestado a fotografiarse con él) le llamaron friki, impostor, megalómano, mentiroso y así sucesivamente. Él no se inmutaba: como si oyera llover.

Con las primeras entrevistas que concedió, Nicolás sembró la confusión. Con las siguientes, la confusión se hizo duda. Ahora, mucha gente lo sigue como si fuera un ídolo del rock. Nicolás será muy largón, pero no tiene un pelo de tonto. 

Algunos periodistas han empezado a creerle cuando han visto que el secretario de Estado de Economía está en la cuerda floja por su culpa. Los demás periodistas, que son  mayoría, se muestran remisos y siguen sin concederle el mínimo crédito. Prefieren apretar la mandíbula y jurar en arameo. A lo mejor es envidia. Un chaval que se cuela en el coche de la vicepresidenta, hace amigos en FAES  y va de copas con los secretarios de Estado, tiene el terreno abonado para conseguir exclusivas. Ya le hubiera gustado a Alfonso Rojo.

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