
Esta destitución es como arrancar una raíz sin cuidar el árbol al que pertenece.
La reciente dimisión forzada de Benjamín Prieto como presidente del Partido Popular en Cuenca ha abierto una herida profunda en la estructura del partido local, generando incertidumbre y división. Tras trece años al frente, Prieto ha sido apartado de forma abrupta por la dirección nacional, lo que muchos asociados y dirigentes locales consideran una decisión injusta y desconsiderada.
Esta defenestración no solo rompe con un liderazgo consolidado, sino que puede acarrear graves consecuencias para la cohesión interna del PP en Cuenca y su fidelidad electoral en municipios clave.
Prieto representaba un puente entre la capital y la provincia, entendiendo las singularidades de los municipios pequeños y defendiendo sus intereses frente al centralismo político. Su salida, impulsada desde Génova y seguida de la imposición de una gestora, ha sido interpretada por más de sesenta alcaldes y un amplio sector de la militancia como un golpe de fuerza sin el respaldo democrático que deberían tener los relevos en un partido. Esta fractura interna puede erosionar el compromiso y la movilización de los afiliados, poniendo en riesgo votos esenciales para próximas citas electorales
Por otro lado, la gestora encabezada por José Martín-Buro, aunque apuesta por renovar y revitalizar el partido, debe lidiar con un clima de desconfianza y resistencia que dificulta su trabajo. La presión para celebrar un congreso provincial que legitime el liderazgo es alta y refleja la exigencia de mayor democracia interna y transparencia.
Han surgido iniciativas para exigir un Congreso extraordinario por primarias y hay amenaza de bajas en la militancia —incluso algún regidor planea irse del PP si no se revierte la situación—. El sentir general es que Prieto ha defendido la provincia y los pequeños municipios frente al centralismo y ahora se le paga apartándolo de forma poco elegante.
Prieto, reconocido por su trayectoria como presidente de la Diputación (2011–2019) y alcalde de Fuentelespino de Haro desde 1999, fue reelegido de manera unánime en sus tres mandatos provinciales. Mantendrá su actividad política, ya que continuará como senador y se incorpora a la Secretaría General del PP nacional, en el equipo de Miguel Tellado.
La destitución, sin embargo, se percibe en buena parte de la base y la estructura local como injusta y desconsiderada, respondida con protestas explícitas y fractura interna, pese a que desde los órganos superiores se defiende como un relevo necesario para abrir una nueva etapa en el partido.
Se podría argumentar que los ciclos políticos deben cerrarse y que es necesaria la renovación para adaptarse a los nuevos tiempos. Además, la dirección nacional sostiene que esta gestora es un paso provisional para fortalecer el partido y prepararlo para futuros retos electorales.
Sin embargo, la manera autoritaria en que se ha ejecutado el relevo, sin una participación real de la base y sin valorar el capital político y territorial que Prieto acumuló, debilita la cohesión interna y alimenta la fractura. La renovación forzada corre el riesgo de ser percibida como un castigo político, alienando a cuadros y votantes.
La salida de Benjamín Prieto como presidente provincial del PP en Cuenca no solo es un acto controvertido sino un riesgo para la estabilidad y el futuro electoral del partido en la provincia. El PP debe liderar con mayor diálogo, respeto y participación democrática, si quiere evitar que esta crisis interna se traduzca en pérdidas electorales y desgaste político. La lealtad de sus votantes y afiliados dependerá en gran medida de cómo gestione esta transición y de que la voz de la base vuelva a ser escuchada. En votantes y simpatizantes del PP en Cuenca, el relevo ha causado inquietud y cierta desconfianza hacia la dirección nacional, posicionándola como responsable de imposiciones alejadas del sentir local.
En resumen, la dimisión de Prieto ha provocado tanto una rebelión interna en el PP conquense como manifestaciones públicas de reconocimiento a su figura. El desenlace mantiene al partido en una situación de tensión y debate abierto, con repercusiones para la cohesión social y política en la provincia. Muchos afiliados se sienten defraudados y desautorizados, ya que Prieto contaba con un respaldo del 97% en el último congreso provincial y su gestión ha sido valorada positivamente en términos electorales y territoriales. La falta de explicación clara para su relevo se ha interpretado como un castigo injusto o un cambio impuesto desde la cúpula nacional, lo que ha generado descontento, división y riesgo de bajas en el partido.
La gestora del PP en Cuenca liderada por José Martín-Buro tiene un impacto relevante en la fidelidad de los votantes del partido, especialmente en municipios clave para su base electoral. La gestora tiene entre sus primeras misiones diseñar las listas electorales de cara a las elecciones municipales, autonómicas y generales de 2027, lo que será decisivo para la movilización y la fidelidad del voto en municipios estratégicos. La conformación de estas listas puede influir en la sensación de representación local y, por tanto, en la motivación del voto.
La percepción dominante en el partido en la provincia, fuera de la capital, es de división, desconfianza y preocupación por que estas decisiones de arriba hacia abajo debiliten el proyecto político y remuevan el apoyo popular.