Skip to content

La Vanguardia de Cuenca

Intereses: comunicación y actualidad en general, weblogs, sociedad, política

Menu
  • INICIO
  • BIOGRAFÍA
  • PUBLICACIONES DEL AUTOR
  • Instagram
  • Facebook
  • X
Menu

Los bajos estándares éticos de la política española revelados en el ministro Ángel Víctor Torres (por Juan Andrés Buedo)

Publicada el noviembre 5, 2025noviembre 5, 2025 por Juan Andrés Buedo
Compartir

En la política española, la frontera entre lo legal y lo legítimo se ha desdibujado hasta el punto de que muchos responsables públicos se dan por satisfechos con “no estar imputados”. Sin embargo, la sociedad ya no se conforma con inocencias judiciales: exige ejemplaridad. El caso del ministro Ángel Víctor Torres, examinado por la Guardia Civil en el marco del caso Koldo, refleja con claridad la degradación de los estándares éticos de nuestra democracia.

El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, defendió recientemente su honor político recordando que “en 25 años de vida pública jamás ha sido investigado ni acusado de corrupción”. Lo dijo después de que la UCO analizara las adjudicaciones de mascarillas durante la pandemia en Canarias bajo su mandato, dentro de la investigación del caso Koldo.

Aunque la Guardia Civil no halló indicios de delito, la cuestión ética persiste: ¿fueron ejemplares los procedimientos seguidos? La adjudicación de contratos millonarios a empresas sin experiencia, en un contexto de urgencia sanitaria, no deja de suscitar dudas sobre la transparencia y el control de los fondos públicos.

La ética política no se mide solo por la ausencia de delito, sino por la presencia de responsabilidad y transparencia. En democracia, el deber de un ministro no termina en los tribunales, sino que comienza en la confianza ciudadana.

Lo de Torres no es una excepción: forma parte de un patrón estructural. Desde los contratos irregulares del caso Koldo, pasando por la trama Marea en Asturias o las puertas giratorias del exministro Montoro, la política española se ha acostumbrado a convivir con la sospecha.

En todos estos episodios aparece la misma constante: una ética de mínimos. Los responsables se refugian en el argumento de “no estar imputados”, pero evitan asumir responsabilidades políticas o morales. Así, el poder se ejerce con la legalidad como escudo, pero sin el ejemplo como guía.

El resultado es devastador: la ciudadanía percibe que da igual quién gobierne, porque el sistema tolera los mismos vicios bajo siglas distintas.

La cultura de la impunidad moral

En España, la ética pública se gestiona como una formalidad administrativa. Nadie dimite por haber fallado al principio de ejemplaridad, y los códigos éticos de los partidos se han convertido en papel mojado.

Esta impunidad moral se sostiene en tres pilares:

  1. La opacidad institucional, que ampara decisiones discrecionales y contratos sin control real.
  2. El intercambio partidista de reproches, donde cada escándalo se usa como arma política en vez de oportunidad de regeneración.
  3. La resignación ciudadana, convencida de que la corrupción es endémica y que ningún partido quiere erradicarla de verdad.

Así, la política española ha dejado de ser un servicio público para convertirse, a menudo, en un espacio de autoprotección corporativa.

Ángel Víctor Torres no es, a día de hoy, culpable de nada ante los tribunales. Pero su caso simboliza el límite de la ética de mínimos. No se trata de pedir su condena, sino de exigirle algo más que una absolución judicial: la transparencia absoluta sobre su gestión.

Cuando un ministro es mencionado en una investigación, aunque sea tangencialmente, tiene el deber moral de ofrecer toda la información disponible. No basta con repetir “no estoy imputado”: hay que demostrar, con hechos, que la actuación fue limpia, documentada y legítima.

El verdadero reto para Torres —y para quienes gobiernan— no es sobrevivir al desgaste mediático, sino demostrar que la política aún puede ser un espacio de integridad.

El caso de Torres no es aislado. En los últimos años, España ha encadenado episodios que comparten una misma raíz: la relajación de los estándares éticos en el ejercicio del poder.

El caso Koldo, vinculado al exministro José Luis Ábalos, destapó una trama de adjudicaciones millonarias de mascarillas a intermediarios próximos al poder político, en pleno caos sanitario. La investigación judicial ya acumula pruebas sobre comisiones, favoritismos y corrupción explícita. En este contexto, la sombra que alcanza a Torres no es penal, pero sí política y moral: ¿cómo pudo su gobierno adjudicar contratos a empresas relacionadas con los mismos actores investigados en otros territorios?

Algo similar ocurrió en el caso Marea (Asturias), donde la red de adjudicaciones irregulares entre funcionarios y políticos regionales terminó en condenas judiciales. En aquel escándalo, como en tantos otros, la práctica era la misma: contratar a “los de siempre”, con procedimientos opacos y sin rendición de cuentas.

Más recientemente, el caso Montoro, que afecta al exministro de Hacienda del PP, muestra otro tipo de corrupción más sofisticada: la captura regulatoria, es decir, el uso de la influencia normativa para favorecer intereses empresariales. No hubo comisiones, sino puertas giratorias y reformas a medida. La diferencia es de método, no de fondo. En todos ellos, el patrón es idéntico: una clase política que confunde legalidad con ética y poder con privilegio.

Hacia una ética de máximos

España necesita recuperar el sentido moral de la acción política. Para ello, sería imprescindible avanzar hacia una ética de máximos, que establezca estándares más exigentes que los meramente judiciales. Algunas medidas posibles serían:

  • Inhabilitación política automática ante conflictos de interés o relaciones con contratistas públicos, aunque no haya condena penal.
  • Transparencia activa, con publicación inmediata y detallada de todas las adjudicaciones por emergencia.
  • Supervisión ética independiente, ajena a los partidos, con capacidad de sancionar conductas impropias.
  • Revalorización de la dimisión, entendida como un gesto de respeto institucional, no como una derrota política.

La regeneración democrática pasa por asumir la responsabilidad sin esperar al juez. Lo que debería indignar no es solo el delito, sino el deterioro de la ejemplaridad.

El caso Torres, como antes el de Ábalos, el de Montoro o el de los implicados en el caso Marea, confirma una triste evidencia: España no sufre tanto una crisis de corrupción como una crisis de ejemplaridad.

El discurso político se ha degradado hasta identificar “no ser corrupto” con “ser honesto”. Pero la honestidad no se presume: se practica; mejor aún, la política debería ser el arte de servir, no el refugio de la inmunidad moral. Y mientras nuestros dirigentes no entiendan que la ética no se defiende, sino que se demuestra, la confianza pública seguirá siendo la gran víctima del sistema.

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

  • Actualidad
  • Administración Pública
  • Administraciones Públicas
  • Ciencia
  • Cine
  • Comunicación
  • Cultura
  • Deportes
  • Economía
  • Educación
  • Empleo
  • Gastronomía
  • Historia
  • Juegos
  • Libros
  • Literatura
  • Medio ambiente
  • Música
  • Pensamiento político
  • Política
  • Religión
  • Sociedad
  • Sociedad de la Información
  • Televisión
  • TIC y Sociedad del Conocimiento
  • Uncategorized
  • Urbanismo y Arquitectura
  • Viajes
  • Web/Tecnología
  • Weblogs

Recent Posts

  • Los bajos estándares éticos de la política española revelados en el ministro Ángel Víctor Torres (por Juan Andrés Buedo)
  • Cuenca borrada de los presupuestos (por Juan Andrés Buedo)
  • Tras el no me consta de Sánchez, ¿ahora qué? Las urnas (por Eulalio López Cólliga)
  • La urgencia silenciada de Cuenca oculta tras el Debate Nacional (por Juan Andrés Buedo)
  • La inmoralidad y el desgaste político de Pedro Sánchez tras la comisión del Senado (por Juan Andrés Buedo)

Recent Comments

  1. Dolors Domi en Estar en vanguardia: El pulso de la innovación y el cambio (por Juan Andrés Buedo)
  2. Fuente en Las puñeteras abstracciones (por Miguel Massanet Bosch)
  3. Fuente en Donde se habla de profetas mesiánicos, dinero negro y separatismo (por Miguel Massanet Bosch)
  4. Fuente en Rajoy niega haber recibido dinero negro y presentará sus declaraciones de la renta
  5. euromillones en Miles de personas se manifiestan contra el paro y los recortes en servicios públicos
© 2025 La Vanguardia de Cuenca | Desarrollado por Superbs Tema de blog personal