(Publicado en ABC, aquí)
MUCHOS de los males del periodismo tienen su origen en los periodistas que olvidamos principios inmutables. Y si los olvidamos es que no los podemos recordar. En su momento, Manuel Martín Ferrand, un grande del periodismo radiofónico, ofreció éste sabio revulsivo: «noticias veraces y opiniones independientes». ¿Sólo una frase? No, es la esencia del oficio. Lo que no llegue a esta consideración podrán llamarlo periodismo, pero será mugre adornando mentiras.
Muchos de los nuestros, y algunos que no lo son pero lo parecen, olvidan que los hechos son sagrados y que nuestras opiniones o son independientes o son de otros. Y así vamos dando por bueno que la opinión y la información son dos estadios complementarios cuando van debidamente mezclados. Pura impostura que resulta rentable para ganar oyentes y lectores con pocas ganas de trabajar. Una farsa que está cerca de la propaganda cuando no de la publicidad política.
Por eso es reconfortante encontrar ejemplos en los que nos podemos ver concernidos y animados. ABC mantiene un pulso con el presidente de la Xunta de Galicia a propósito de los gastos millonarios en la reforma de la sede de la Presidencia. Pierde el pulso el que calla, el que no quiere saber, el que ve fantasmas, el que denuncia campañas orquestadas, el que cree que los dioses se han puesto en contra de él y el que no es capaz, finalmente, de demostrar que lo que dice el periódico es mentira. Porque sólo caben dos posibilidades: o es verdad o no.
No conozco al periodista de ABC José Luís Jiménez, pero sé que, como ayer escribió el director de este periódico, ha mostrado lo mejor de este oficio aguantando la tensión cuando interpelaba al presidente. Cuando acorraló al político nervioso y sin respuesta, cuando lo llevó a un terreno en el que el presidente gallego sólo decía: siguiente pregunta, siguiente pregunta, por favor.
Jiménez nos dice algo fundamental: que un periodista siempre tiene en su bolsillo una pregunta de reserva, o media docena si llega el caso. Buscar la verdad es algo incómodo pero necesario. La diferencia entre periodista y político es abismal: el primero tiene preguntas y el segundo no tiene respuestas. Y huye. Se ha ido a otro periódico para afirmar que no es un despilfarrador. Bien, es aún peor: es un presidente sin respuestas. Y los gallegos, los que le van a votar y los que no, ya lo saben.