Gastamos con demasiada frivolidad nuestro periplo vital en afanes estrictamente accesorios, en alimentar nuestro ego tratando de sobresalir por encima de los demás, como si esta fuera la mejor forma de ir utilizando nuestro limitado y desconocido caudal de vida; hasta que llega un momento en que, fatalmente, debemos reconocer que hemos llegado a la antesala del fin y entonces, sólo entonces, volvemos la vista atrás para llegar a la conclusión de que tantos esfuerzos, tantas preocupaciones y tantas ambiciones no han dado otro resultado que acabar en el mismo hoyo que cualquier otra persona, da lo mismo si importante, famosa, rica o pobre y desgraciada; porque, en definitiva, nadie se lleva de este Mundo más que la parte inmaterial o alma, como se quiera entender el espíritu metafísico que nos acompaña hasta la muerte, porque, el cuerpo, inservible para otra cosa que para criar malvas o ser incinerado, está condenado a la desaparición. “Pulvis eris et in pulvis reverteris” una frase apocalíptica y fatídica, pero real como la vida misma; que nos debiera hacer reflexionar sobre nuestro papel en este breve lapso de tiempo, que se nos ha concedido a los que componemos la humanidad; pero que suele quedar sepultado en el traqueteo de las turbulencias mundanas.
Es por ello que nos parece tan injusto e inexplicable que, como le ha ocurrido a este joven futbolista Dany Jarque, su existencia haya quedado agostada cuando apenas había tenido ocasión de empezar a gozar de su parcela dentro de lo que es este gran latifundio que formamos las generaciones, que se van sucediendo incansables sobre este pequeño planeta llamado Tierra. Da la impresión de que a Thanatos (Dios de la muerte) le divierte jugar al escondite, macabra y fatal diversión, llevándose a las jóvenes promesas que destacan en su empeño, recordemos a J. Blume, sin darles la oportunidad de saborear sus triunfos. No obstante, según los griegos, este dios cumplía con su obligación con delicadeza, sin causar sufrimiento, la única gracia que se le permitía conceder a quien ejercía tan terrible oficio. Esperemos que a este joven deportista, a esta buena persona, lo haya sabido tratar, en sus últimos momentos, con la dulzura y delicadeza que un hombre de su fuste se merecía.
Poco consuelo se les puede dar a sus familiares, que todavía no habrán podido entender, como no entendemos la mayoría de los mortales, estas enormes injusticias que la Providencia nos depara y que, sin embargo, no queda más que aceptar con conformidad y resignación. Por ello, si en algo pudieran contribuir estas sencillas palabras de un viejo, que se avergüenza de haber malgastado tantos días de su existencia cuando, a cambio, por estas incógnitas de la vida un chico, lleno de fuerza y juventud, tiene que abandonar la carrera de la vida cuando apenas ha podido dar las primeras zancadas en ella. Perdónenme por seguir vivo y acepten mi cuota de dolor y mi oración por el alma de Dany Jarque, un excelente muchacho que la fatalidad se nos llevó. Descanse en paz.
Miguel Massanet Bosch