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El libertinaje obligatorio en las escuelas (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el agosto 31, 2010 por admin6567
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Las sorpresas se van sucediendo sin solución de continuidad y, hasta en aquellos temas  en los que el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero ya había hincado, con todo el sectarismo que lo viene caracterizando, la bayoneta de su relativismo, amoralidad, desprecio por la Constitución y por la vida humana, adoctrinamiento, menosprecio por las creencias propias de cada ciudadano, totalitarismo ideológico y recorte de las libertades individuales; siempre existe la posibilidad de llegar más allá, de perfeccionar el disparate y de mejorar  el sectarismo, de forma que el ciudadano de a pie se crea que esta viendo visiones y que, lo que contempla atónito, no es más que una pesadilla de una noche de trasgos y  espectros.

Por si ya no tuvimos suficiente con aquella patochada de la EpC, que los sectarios del Gobierno se sacaron de la manga para acabar de atentar contra las libertades de los ciudadanos y, en particular, contra el derecho de los padres a educar a sus hijos y la libertad ideológica y de conciencia reconocidos por la Constitución de 1.978; hete aquí que, la única ministra del actual equipo del señor Zapatero que se salvaba de la quema y a la que se le podía conceder una cierta credibilidad, al frente del ministerio de Sanidad; se ha aliado con el abúlico  ministro de Enseñanza, señor Gabilondo, para obsequiarnos, a los españoles, con otra de estas gansadas que hacen época y que serían motivo de chanza y menosprecio, si no fuera por el componente ideológico y moral que encierra, en sí mismo, el hecho de poner en circulación otro de estos documentos panfletarios y doctrinarios, que tanto parecen “poner” a los socialistas. En efecto, el jueves pasado, los dos ministros, al alimón, presentaron “en sociedad” su engendro literario bajo el formato de una guía: “Ganar Salud en la escuela”. El título, en sí, pudiera inducirnos a pensar que se trataba de un manual más de estos que tan poco sirven, pero que, por ser inocuos, pasan desapercibidos entre tantas publicaciones prescindibles que se editan en este país. No obstante, como en la caja de Pandora, en abriendo las tapas de este supuesto manual de salud, surgen lo que pudiéramos calificar como “flecos” de la Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva – que, por cierto, tan poco habla de salud y de reproducción, dedicada a adoctrinar a las mujeres en la práctica de cómo atentar contra la salud y la vida del nasciturus, adoctrinándola en el arte de: “cómo ser una asesina de tus propios hijos” – y nos encontramos en lo que, en otras épocas, podríamos decir que más felices y sensatas, se hubiera considerado como un panfleto de “corrupción de menores” lo que hubiera dado lugar a que, las dos lumbreras que lo han apadrinado, con toda probabilidad, hubieran dado con sus huesos en alguna penitenciaría.

Comprobamos que, entre otras lindezas, se fijan unos objetivos que consisten en “integrar la educación afectiva y sexual en los currículos de los diversos niveles educativos”,  algo que para cualquier persona sensata y conociendo cómo se las gastan estos señores que nos gobiernan, ya constituiría una alarma que nos podría en guardia ante lo que se nos vendría encima. En efecto, el complemento no nos cogería por sorpresa porque, el siguiente gran objetivo se condensa en “utilizar el preservativo en la relaciones sexuales” ¡PSOE dixit! Después de este preámbulo ya no nos sorprende nada. Sí resulta que, entre los 3 y los 5 años, a los pequeños se les ha de enseñar la “morfología” de los órganos sexuales, sin duda algo que les va a servir de mucho en el futuro, por ejemplo: cuando tengan veinte años; no fuera que, de mayorcitos se sorprendieran de constatar que los sexos de las mujeres son distintos de los de los hombres. ¡Vamos, que van a enseñar a los niños aquello de “jugar a médicos” que, sin tantas zarandajas ni instrucciones, era práctica habitual en nuestra niñez!

En la primaria, entre los seis y once años, ya nos adentramos en la enseñanza del comportamiento sexual, por si hubiera algún niño que, en estas tempranas edades, prefiriera jugar a fútbol o a las canicas, desentendiéndose de las mujeres, que solían ser un estorbo por su falta de habilidad en jugar a juegos de chicos. No, señores, se les debe abrir los ojos para que sepan como funciona el sistema reproductor y, de paso, imbuirles ideas que puede que ni les pasaran por la cabeza, por ejemplo, el violar a una compañera de clase, aunque todo quedase en un simulacro. Pero es que, desde los 11 a los 14 años, ya hemos hecho del muchacho un hombrecito; ya tenemos al presunto reproductor del género humano, dispuesto a ejercer su hombría, aunque luego, los efectos de sus prácticas sexuales pudieran tener efectos poco acordes con la preparación, la madurez, la posibilidad de trabajar y adquirir responsabilidades del presunto padre que, con toda probabilidad, acabará por inducir al aborto “legal” a la infeliz que ha preñado. Como es evidente, al único que va a perjudicar será al indefenso feto. Aquí ya entramos en la “licenciatura” en sexualidad del sujeto, para que conozca todas la “técnicas” para evitar embarazos, sepa usar con soltura los medios anticonceptivos para, si se tercia, convertido en un fornicador oficial, ir a las discotecas, drogarse y, con tranquilidad, allí mismo, si se tercia, practicar el sexo “seguro” indiscriminadamente, porque tiene que averiguar si prefiere ser heterosexual u homosexual, dos acciones que los socialistas han equiparado para todos los aspectos de la vida civil.

Pero, señores, si se permite esta salvajada, quiero que me digan, ¿cómo los padres podrán hacer uso de su derecho a orientar a sus hijos, en cuanto a aspectos morales o religiosos si, en las escuelas les enseñan que la sexualidad no es más que un derecho que libremente y, en cualquiera de sus formas, es algo natural y se puede ejercer sin necesidad de atender a lo que los padres o a quienes ejerzan la custodia legal de los menores, opinen o deseen; porque, señores, ¡estamos hablando de menores de edad cuya custodia legal corresponde a sus familiares más próximos, en la mayoría de casos, a los padres! Estamos ante una medida indiscriminada, que no tiene en cuenta el nivel de desarrollo mental de los sujetos pasivos, que prescinde de la voluntad de los padres, que abre, prematuramente, la mente de niños a esta realidad tan perturbadora como es la sexualidad que, específicamente, se manifiesta naturalmente a la llegada de la pubertad. Resulta, a la vez, una insensatez y una temeridad el querer adelantarse a los designios de la naturaleza, si además existe el peligro  de que a un niño, con una mente todavía en periodo de formación, se le abra la puerta de la sexualidad, se le enseñen la fuerza de los sentidos y se le despoje de los frenos morales que pudieran detener sus instintos primarios; lo que, a la vista está, es causa de que, a diario, tengamos ejemplos de violaciones, abusos sexuales  e incluso agresiones colectivas llevadas a cabo por grupos de niños que, con intimidación, practican sexo con sus víctimas. Todos estos actos incontrolados, de violencia sobre otras personas, son a la vez un abuso de fuerza y un ataque a los sentimientos y a la salud mental de las personas agredidas, cuya consecuencia pueden provocar daños irreparables para el resto de sus vidas. A la vista de estas noticias, aquello que se decía de que “El porvenir está en manos de los maestros de escuela” pudiera convertirse en algo obsoleto y en desuso.  Ya saben, “la fuerza es el derecho de las bestias” y cada vez parece que nos parecemos más a ellas.

 Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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