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Donde se habla de Rubalcaba y de la reforma laboral (por Miguel Massanet

Publicada el junio 12, 2011 por admin6567
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Don Miguel de Cervantes, con su acostumbrado buen sentido y conocimiento de la naturaleza humana, nos dejó escrito en su Trabajo de Persiles y Sigismunda la siguiente expresión: “Nunca la cólera prometió buen fin de sus ímpetus: ella es pasión y el apasionado pocas veces acierta en lo que emprende”.  Y debo reconocer que, en ocasiones, me cuesta mucho reprimir este impulso a dejarme llevar por mis demonios personales, cuando me estoy percatando de que, en nuestro país, suceden cosas que a uno se le antojan completamente absurdas y fuera de lugar, inoportunas y claramente tendenciosas, que en nada favorecen al pueblo español y si pretenden sacar tajada para determinadas minorías que piensan que pueden sacar tajada pescando en las aguas revueltas de la política.

Por ejemplo, desaparecido el señor Zapatero de la primera fila de la política, arrinconado en su despacho de Presidente del gobierno y limitado a esporádicas apariciones en las que, como si no ocurriera nada notable en nuestra nación, continúa repitiendo los mismos tópicos de siempre, como si fuera un disco rayado en el que la aguja va saltando continuamente en los mismos surcos. El personaje que, naturalmente, debiera de ocuparse de sus responsabilidades de gobierno; aquel designado a dedo por el Comité Directivo como presunto sucesor de ZP en calidad de aspirante a la jefatura de la nación y aquel en el que parece que la hueste socialista ha puesto su esperanza como último recurso para intentar evitar la debacle que se viene anunciando para el PSOE; resulta que está sumido en sus meditaciones; se dedica, parece que a full time, a promocionarse entre las distintas agrupaciones socialistas e intenta convencer a sus seguidores de que con su sola presencia, con su especial carisma y con su proverbial habilidad para las intrigas, va a conseguir dar el vuelco a las encuestas electorales que, por cierto, cada día más van distanciando a los populares de sus competidores electorales, los socialistas. Pero de gobernar ¡nada de nada!

Lo que sucede es que, entre tanto, España está pasando por una de las épocas de la crisis en la que, sea por la debilidad de las naciones que han precisado la ayuda de la UE, como son Grecia y Portugal, fuere por la falta de confianza que nuestra economía nacional y autonómica  inspira a las bolsas y a los inversores de fuera de España o sea por la percepción de que, el gobierno español, está actuando con una interinidad peligrosa, que no se ocupa como debiera de intentar hacer los deberes que se le impusieron y que, el castigo de las pasada elecciones del 22 de mayo, ha convertido al actual Ejecutivo en una especie de zombi que parece que sólo se está preocupando de encontrar una salida para cada uno de sus miembros, convencidos de que el tiempo se les agota y que el proyecto socialista está agotado en España, donde la gran mayoría de los ciudadanos les han retirado su apoyo. El ejemplo lo hemos tenido en la famosa reforma laboral que ha acabado como el rosario de la aurora, sin acuerdo entre los agentes sociales y  con una pérdida de tiempo (16 meses de negociaciones) que ha alargado las verdaderas reformas que era necesario que se hubieran aplicado, a partir del mes de mayo del año 2010 que fue cuando, la CE, nos advirtió de la necesidad de tomar medidas drásticas para evitar que nuestra situación nos llevase a la quiebra soberana.

Escuchar al señor ministro de trabajo, señor  Valeriano Gómez, hablar de que es la norma más valiente e innovadora hecha desde hace años, después que se ha visto obligado a legislar por su cuenta y sacarse de la manga un decreto-ley que, en definitiva, no ha establecido nada nuevo respecto a la situación anterior y que, las pequeñas variaciones que ha llevado a cabo, resultan ridículas e insuficientes para que los empresarios se animen a contratar personal para sus empresas. Algo que se ha dejado en el tintero es que, la caducidad de los convenios, comporte, al mismo tiempo, el cese de todos su efectos económicos, que deberían quedar pendientes de la nueva negociación; de modo que el hecho- como el señor ministro ha dispuesto- de la prórroga de los beneficios del convenio caducado (ultraactividad) se prolonguen durante la negociación del nuevo, no pudieran incidir de una manera desfavorable sobre la propia negociación colectiva que, a todos los efectos ya parte de un determinado nivel retributivo que, en determinados casos, pudiera repercutir negativamente en la situación económica de la empresa, si se ve abocada a una situación de crisis que no le permita soportar una carga salarial determinada durante la negociación del nuevo acuerdo colectivo.

Otro de los temas importantes que ha quedado sin solucionar de una manera conveniente, es el de la flexibilidad de las plantillas. También se habla de dar prioridad al convenio de empresa respecto a los autonómicos o sectoriales (desaparecen los provinciales). No se permite que los empresarios (de pequeñas o medianas empresas) puedan descolgarse íntegramente de los convenios de tipo sectorial para negociar todos los aspectos de su relación laboral, incluida la flexibilidad, mediante un convenio de empresa, ajeno por completo a las disposiciones de aquellos. Sí parece, por el contrario, que se permitirá dar prioridad al convenio de empresa en temas concretos, como el salarial y el de los complementos salariales y se pretende ampliar la capacidad de de la negociación dentro de la empresa para la flexibilización interna y adaptar las condiciones laborales a las necesidades de las compañías. Todo está muy bien, pero todo queda condicionado, en caso de falta de acuerdo y conflictos sobre el convenio de empresa, a que deberán sustanciarse ante una comisión paritaria (empresarios y sindicatos) cuyas resoluciones tendrán “eficacia jurídica”. No se ha ganado nada, ya que los beneficios que se pudieran derivar de esta facilidad de adaptarse a las circunstancias específicas de cada empresa, se verán obstaculizadas por los farragosos y conocidos enfrentamientos entre unos y otros; y con la eternización de las reuniones y la inevitable tardanza en poner en práctica medidas que no admiten retrasos ni posposiciones.

Otra de las pretendidas conquista, que el señor ministro atribuye al Decreto, es la de facilitar a la empresa una redistribución irregular del 5% de la jornada anual de los trabajadores. Un tanto por ciento evidentemente irrisorio y que deja a las empresas atadas de pies y manos en cuanto a su facultad de organizar y distribuir el trabajo de la forma que más y mejor contribuya a mejorar y optimizar la productividad dentro de ella. Y si queremos hablar de la modificación sustancial de las condiciones de trabajo nos encontramos  con que la libertad del empresario queda gravemente limitada debido a que todos estos temas deberán, en el caso de no haber acuerdo (casi en el 90% de los casos), pasar a la famosa comisión paritaria que deberá resolver el conflicto y, en última instancia, pasarán a los tribunales de justicia. ¡Cómo siempre, se están aplicando parches a los agujeros de una organización laboral que viene heredada de tiempos pasados, que se ha demostrado obsoleta y contraria a los sistemas actuales de producción y que, en nada va a contribuir a que, estas medidas, escasas y poco eficaces, cumplan con  lo que, desde la UE se nos pidió! y, evidentemente, no nos va a solucionar los endémicos problemas que vienen afectando a nuestras empresas ni van a conseguir el efecto deseado de animar a los empresarios a contratar a nuevos trabajadores, ante la evidente falta de flexibilidad para ajustar sus plantillas a las necesidades de cada momento, de acuerdo con los pedidos y las circunstancias económicas de cada una de ellas. O eso, señores, es lo que me parece que ocurre.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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