Redacción Web (UPyD, aquí)
El segundo motivo es que estas agencias evaluan en ocasiones los títulos de empresas a las que asesoran sobre cómo diseñarlos para obtener buena calificación. Es necesario, por tanto, separar el departamento de calificación de otras actividades. Resulta absurdo, por tanto, proponer la creación de una agencia de rating pública, que reproduciría este conflicto de intereses al tener que valorar la deuda de los Estados que la han creado y que la controlan.
Sin embargo, lo que se está haciendo estos días es demonizarlas como si se hubieran inventado problemas inexistentes. Esto no es cierto: las deudas y los déficit descontrolados existen realmente y la principal responsabilidad es política. Resulta especialmente ridículo que las voces más altisonantes procedan de unas instituciones europeas que se han mostrado incapaces de articular una respuesta seria a la crisis financiera y en especial al problema de las deudas soberanas. Vivimos en una zona monetaria no óptima, en un continente que comparte una moneda pero que practica políticas económicas y fiscales totalmente dispares. Si las críticas a las agencias de calificación son razonables, no lo es menos su argumento de que el fracaso de la UE en la gestión de la crisis griega ha pesado en la evaluación de la deuda portuguesa.
Los “líderes” europeos renunciaron hace años a profundizar en la integración política de Europa. Las declaraciones grandilocuentes sobre la fortaleza del euro chocan con su actitud pusilánime a la hora de enfrentar la realidad: que, al igual que ocurre en España, la crisis económica europea hunde sus raíces en una crisis política previa. Europa recuerda en ocasiones más a una cámara de comercio provinciana que a una comunidad política. UPyD ya pedía en su programa para las elecciones europeas de 2009 más competencias soberanas para la Comisión – un auténtico gobierno – junto a un Parlamento como único poder legislativo – auténtica representación -. El problema de las agencias de rating es secundario al lado de unas instituciones caducas y de unos políticos inoperantes cada vez más escorados hacia nacionalismos de mente estrecha.