JOSE JAVIER Rodríguez Alcaide (Publicado en Diario Córdoba, aquí)
Se ha acabado el Estado de bienestar, versión evolutiva, maternal y compasiva del Estado social demócrata. Este Estado providencia, que proporciona a los más desfavorecidos servicios elementales de salud y educación y senil dependencia, ya no puede ofrecerlos gratuitamente en su totalidad, puesto que los ciudadanos tendremos que participar en el coste de aquellos servicios, salvo en casos de verdadera necesidad. Esta caridad colectiva obligatoria, para que la podamos ejercitar, tiene que determinar claramente quiénes son, en verdad, destinatarios de esta economía del don.
El Estado del bienestar es un ideal tecnocrático, racionalizador benevolente de bienes y servicios. Los políticos del bienestar son seres solícito-maternales que se arrogan el derecho de decidir sobre la felicidad de cada ciudadano, desde la cuna a la sepultura. Esta política neutraliza la libertad e infantiliza a nuestra sociedad llevándola al fatalismo. Han hecho de nosotros un colectivo de eternos adolescentes pedigüeños. Incentivan para no trabajar y no podrán, por tanto, resolver el problema del paro.
"Tanto Estado como sea posible" ya no es posible, pues no hay pozos desde lo que extraer más impuestos. El Estado de bienestar ha dado lugar a una sociedad de sirvientes y gobernantes, contra lo que se levantan voces en calles y plazas. Ya no vale que el nuevo evangelio de la justicia social sea el libro de Keynes Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero que, como hemos visto en el Plan E, nos ha llevado a más endeudamiento público insoportable y no ha acabado con el paro. Este Estado, que aparenta ser una democracia social, igualitaria y transparente, ha menoscabado el sentido de la responsabilidad, inseparable de la libertad, haciéndonos esclavos e irresponsables. Durante este último decenio nuestro Estado de bienestar se ha convertido en un Estado de partidos, como pastores que apacientan sus rebaños de votos. Además, algunos partidos han pretendido cambiar nuestra conciencia, hábitos y costumbres.
Este es un Estado de coaliciones entre partidos, sindicatos y patronales, semejante al Estado corporativo, en una sociedad cloroformizada. Ha devenido el Estado en un señor de haciendas, dictador de conductas e incluso de cuándo se puede empezar a vivir, pues, según Aído, lo humano solo existe después de nacer. Comprueben cómo la propiedad no está garantizada y como la justicia superior está sometida a caprichos innumerables de poderes políticos indirectos, corroídos por el pacifismo y el humanitarismo. Se acaba ese Estado que ha dado al ciudadano derechos de toda clase y ninguna obligación ni responsabilidad. La crisis nos viene anunciando desde 2008 que todo eso se ha acabado.
* Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba