San Agustín decía: “ Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error” y un personaje anónimo afirmó algo que muchos compartimos: “El triunfo de una idea útil no es más que cuestión de fecha” Lo cierto es que, en esta España de nuestras entretelas, en este país que una vez tuvo el honor de ser descrito como “ la católica España” y que, hoy en día, parece que lo que mejor le cuadraría, vista la laxitud de la mayoría de sus habitantes, su conformismo y su pasividad ante los graves acontecimientos a los que nos vemos obligados a asistir; quizá lo correcto sería calificarla como: “ la abúlica España”. No conformes con resignarnos a unos cambios de moralidad y ética, por aquello de que “los tiempos cambian” o “hay que adaptarse a las nuevas costumbres”, resulta que esta nación ha caído en el más completo papanatismo, tanto de ideas como de comportamiento y ética.
Hay que reconocerles, a los socialistas del PSOE, su habilidad para sacar provecho de los más bajos instintos de los hombres y saber fomentar, con gran eficacia, sus teorías relativistas para convencer a los ciudadanos de que estábamos equivocados cuando respetábamos a nuestros mayores, obedecíamos sus instrucciones y aceptábamos sus consejos o cuando, en el colegio, nos sometíamos a la disciplina, obedecíamos sin rechistar a nuestros profesores, a los que considerábamos como una prolongación de la autoridad paterna, con el encargo de desasnarnos y encauzarnos, por medio del esfuerzo y el estudio, para ser útiles a la sociedad y a nosotros mismos. Sin duda, han sabido inculcar, a esta numerosa parte de la sociedad, que fácilmente se deja arrastrar por el camino fácil, aquel que no representa esfuerzo seguirlo y que conduce, aparentemente, a resultados agradables, a ascensos rápidos, a fiarnos de nuestros instintos y a prescindir de los demás, basándose en una filosofía de vida centrada en el egoísmo, el libertinaje y la falta de escrúpulos. Evidentemente que, al final del proceso, cuando se acaba la utopía y surge la dura realidad, entonces ya no tiene remedio porque el mal está hecho y las soluciones no llegan cuando más falta haría.
El que, una persona tan válida y carente de prejuicios, como es la señor Rosa Díez, que ha sabido en todo momento mantener su línea personal y política, sin dejarse manejar por falsos espejismos ni por presiones interesadas; una mujer que, especialmente en la cuestión terrorista, ha mantenido una postura clara e inamovible, en defensa de las víctimas del terrorismo etarra, en favor de la españolidad del País Vasco y en contra de las políticas del PSOE –de intentar, a escondidas, negociar de tú a tú con los asesinos de la banda y ofrecerles contraprestaciones de soberanía y compensaciones económicas con tal de que se rindieran y, de esta manera artera, poderse atribuir el éxito de su traición a España–; resulte que, para vergüenza de los verdaderos españoles, haya tenido que soportar críticas de estos habituales “ciudadanos” que se muestran indiferentes ante el mal de las víctimas del terrorismo; que prefieren que se ceda al chantaje de los etarras porque, de esta manera, se sienten más seguros y no tienen que preocuparse por lo que a ellos les pudiera suceder o, estos cobardes que ignoran el dolor ajeno y no dudarían en permitir que, una parte de nuestra nación, se desgajase de ella para convertirse en otro Gibraltar, como están intentando conseguir, tanto ETA como los nacionalistas catalanes.
Señores, es algo imperdonable y, mucho más, si se trata de una persona, como Rosa Diez, que ha vivido en el País Vasco, que ha sido amenazada por los asesinos y que tiene la valentía de enfrentarse a ellos para denunciar, una y otra vez, la gran vergüenza de que el TC legalizara a BILDU –un anexo de Batasuna y un filón económico para ETA que, antes de las elecciones del 22 de Mayo, estaba desahuciada y a punto de levantar la bandera de la rendición –. Todo ello gracias a una decisión del TC que no tiene precedentes en nuestra Justicia, debida a la frivolidad política del señor Pascual Sala y otros cinco magistrados de los llamados progresistas. El que estos pazguatos, alfeñiques y desconsiderados, valiéndose de su libertad para opinar, se dediquen a zaherir, descalificar y tachar de “pesada” a esta señora; sólo indica hasta que punto de degradación ha llegado una parte, espero que pequeña, de la ciudadanía española. Quizá es que algunos piensen que el caso Faisán nos “honra” a los españoles; puede que, incluso, se alegren y apoyen la pasividad de la policía con esta chusma que se ha apoderado de las calles principales de algunas ciudades de España, causando perjuicios a los comerciantes, elaborando miles de manifiestos filocomunistas y atreviéndose a desafiar, impunemente, a la democracia y al Estado de Derecho. No señores, esta no es nuestra España, nos la han cambiado y, con ella, a muchos españoles que deberían renunciar a ser considerados como tales, por su evidente pusilanimidad y su falta de patriotismo.
¿Qué se puede esperar de una nación gobernada por incompetentes, puesta en el punto de mira de los máximos organismo europeos y financieros (que no se fían de nosotros) por nuestra situación económica y social y que, aparte de soportar una lacra de 5.000.000 de parados, tiene una parte de su población que, ante la “incomodidad” que les comporta escuchar a quienes, como voz en el desierto, se desgañitan denunciando la degradación de nuestro país y la rendición de nuestras autoridades ante una formación, BILDU, que cada día viene demostrando más fehacientemente sus vínculos con el terrorismo etarra; no tienen otra reacción que tachar de “pesados” a quienes todavía tienen el aliento y la decisión de denunciar la triste realidad. ¡No señora Diez, no sea tan benévola tratando de “buenas gentes” a estos señores que, desde las cavernas de la estupidez y la cobardía, no tienen otra manera de demostrar su falta de patriotismo, que insultando a una patriota! No se lo merecen, créame.
En casos como el que estamos comentando, quizá notamos a faltar una mayor solidaridad del principal partido de la oposición, del que preferiríamos que, en estas ocasiones, no se mantuviera detrás de las barricadas y tuviera un gesto de caballerosidad con personas que, aunque pertenecientes a formaciones políticas distintas, sin embargo, comparten, como es el caso al que nos referimos, determinados valores e ideales, como es el patriotismo, que merecerían un apoyo incondicional. Algunos ciudadanos lo agradeceríamos, cansados de que se prediquen unos ideales y se practiquen otros. Mucho nos tememos que, en España, ya han echado raíces determinados comportamientos; vicios morales y éticos; prácticas irracionales y adoctrinamientos políticos y laicizantes que han calado profundo en una sociedad paganizada, que ha encontrado en unas doctrinas excesivamente liberales y permisivas, su particular modus vivendi.
En todo caso y desde esta modesta columna quiero hacerle llegar a doña Rosa Diez mi apoyo, respeto y admiración, por tener la valentía, la tenacidad y la lucidez para, en condiciones adversas y en un partido minoritario, elevar su voz y denunciar, sin complejos, lo que muchos españoles sentimos en el fondo de nuestros corazones. O esta es, señores, mi forma personal de ver el desfonde de nuestra sociedad.
Miguel Massanet Bosch