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Un “honorable” que debiera rendir cuentas a España (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el diciembre 6, 2011 por admin6567
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“El hombre mediocre siempre pesa bien, pero su balanza es falsa”, esta frase se la debemos al señor L.Andreas Feuerbach, filósofo, biólogo y antropólogo alemán, que vivió en el SigloXIX y es considerado como el padre intelectual del humanismo ateo contemporáneo. Si bien es posible que su filosofía, crítica con la religión, no la podamos compartir, deberemos reconocer, sin embargo, que, al menos en la definición que hace de la mediocridad, todos pudiéramos estar de acuerdo con él. Y es que, si quisiéramos encontrar a una persona menos preparada para un cargo, un prototipo de político arribista, que fue escalando los peldaños del poder por el rentable método de ir remoloneando por la escala de las influencias y la meritocracia de la adulación, sin otro bagaje intelectual que la auto alabanza y la egolatría de la necedad, seguramente no encontraríamos a nadie que se ajustara mejor a este perfil que el “muy honorable” señor José Montilla, ex presidente de la Generalitat catalana y gran artífice de aquel engendro que ha estado gobernando Catalunya, con la ayuda de ERC e ICyV, formando un deletéreo triunvirato conocido como “El.Tripartit”, una extraña alianza que cuando dejó el gobierno de Catalunya nos legó una deuda superior a los 7.000 millones de euros.

A pesar de ello, no sabemos por qué regla de tres a los ex presidentes de las autonomías se les ha de proporcionar, aparte de un sueldo sustancioso, una oficina y un personal para su uso particular, cuyo coste anual no anda lejano a los 500.000 euros. ¿Un cargo institucional?, ¿un lugar para huir de su mujer? o ¿un reducto donde meditar sobre su catastrófica gestión al frente de Catalunya? ¡Da igual! Una bicoca que debemos pagar entre todos los ciudadanos y que no tiene ninguna razón de ser, como no sea la de continuar perpetuando a los políticos en el dolce far niente; con la particularidad de que, como la vida de las personas se va alargando, gracias a los progresos médicos, en este momento, en la autonomía catalana ya son tres los “honorables” que gozan de tal privilegio: el señor Jordi Pujol, el señor Pascual Maragall y el señor José Montilla. Pero cuando la gente entra en razón, analiza los hechos y se rebela en contra de seguir alimentando privilegios absurdos, sale el ilustre señor Montilla para hablar de que “Nunca había sucedido que un presidente de la Generalitat dejara de serlo con 55 años”. Nos preguntamos ¿qué tendrá que ver la edad de un ex presidente para que se le deba de seguir pagando y gozando de despacho y secretaria?

Claro que si es que, el señor Montilla, quiere compararse con el señor Pujol o con el señor Maragall, hace mal. Debiera de huir de meterse en tales jardines, porque ni en uno ni en el otro caso hay comparación posible ni en estudios, ni en su trayectoria, ni en su preparación intelectual ni, y aquí es quizá donde más le duela, en los resultados para el ,país de los cuatro años de gestión al frente de la Generalidad que, en el caso de Montilla, no pueden haber dado un balance más desastroso, sólo equiparable al del señor Rodríguez Zapatero en su gestión del gobierno de España. Lo que ocurre es que el PSC, como ocurre con su hermano mayor, el PSOE, andan escasos de personas capacitadas para cubrir los puestos directivos y, por ello, deben recurrir a personajes de segunda o tercera fila para ir cubriendo los cargos de responsabilidad y esto ha sido lo que, al parecer, les ha inducido a nombrar a nuestro experto “escalador” al cargo de senador. Yo, que suelo pensar siempre mal, creo que, en realidad, todo ha sido un truco para sacarse de encima al señor Montilla que, es probable, que diera más la lata de lo que les gustaría a sus propios correligionarios. En tiempos de vacas flacas, con el desbarajuste que reina, tanto en el PSOE como en el PSC, los que aspiran a los puestos de mando y se proclaman como candidatos para ellos, no ven con buenos ojos que alguien, como el señor Montilla, vaya incordiando intentando buscar un puesto bien retribuido para instalarse en él.

Lo malo de estos personajes, de estos que han progresado, no por méritos propios sino por martingalas políticas y sobeos pedestres, es que arrastran tras de si una verdadera corte de chupópteros que, para seguir los pasos del que les da ejemplo, se dedican a actuar de tiralevitas ,prodigando la “adulatus” y el humo de incensario con tanta dedicación que, el receptor de tanto halago, pronto llega a convencerse de que, en realidad, es un gran personaje y que se merece ocupar, en la escala social, un puesto distinguido aunque, el pobre cretino, no sea más que un palurdo enjaezado. Por ello no es de extrañar que nuestro señor Montilla a la hora de establecer comparaciones para justificar su paso a la categoría de senador, no ha tenido inconveniente en comparase con los primeros ministros italianos que pasan a ser senadores “vitalicios” ( esta palabra le suena a cántico celestial a un señor que llegó sin un duro a Barcelona); hasta el punto que ha sacado a relucir al mismo Giscard d’Estaign que fue presidente regional de Auvernia después de haber sido muchos años presidente de la República Francesa.

Y es que señores, se ha llegado a tal caso de corrupción intelectual que, un señor al que se le debía de haber juzgado por gastarse los dineros de los ciudadanos en promover el catalán, evitar la enseñanza del castellano; por pagar a los amiguetes sumas elevadas de euros; por despilfarrar en informes innecesarios y gastar en crear consulados en el exterior, millones y millones de euros; todavía, en el colmo de la jactancia y la irresponsabilidad, quiere sacarle más jugo a la política yéndose a ocupar un puesto en el Senado español cuando, durante su mandato en la Generalitat se declaró más catalanista que el señor Carod y más independentista que el propio Companys. Por desgracia para España este tipo de personajes son los que el PSOE ha puesto en cargos importante de la política y los que, anteponiendo los intereses del partido a los de la nación han conseguido dejar las arcas de sus autonomías completamente esquilmadas y cargadas de facturas sin pagar. Si le quedara al señor Montilla un ápice de decencia política y un resto de sentido común lo primero que debiera de haber hecho al dejar la Generalitad es renunciar a cualquier privilegio y regresar a la actividad civil para que los españoles y los catalanes nos olvidáramos de que, en una ocasión, para desgracia de Catalunya, él y sus amigos del Tripartito, estuvieron en el poder y que aprovecharon esta circunstancia para arruinar el país.

Lo terrible del caso es que en España ha habido muchos que, como Montilla, les han dejado a quienes ganaron las municipales y, últimamente, las legislativas, un país entrampado sin que se sepa la verdadera cantidad de la deuda que se esconde en los archivos de cada uno de los gobiernos autonómicos y del central. De ello, probablemente, dependerá que las medidas o los recortes que el nuevo gobierno del señor Rajoy tenga que hacer, para intentar poner orden en  la cuentas del Estado. Luego, como ya vienen anunciando, se van a dedicar a criticar al nuevo Ejecutivo por, como ellos dicen “acabar con el Estado del bienestar”, sin tener la decencia e hidalguía de reconocer que, la herencia que nos han dejado ha sido el resultado de casi ocho años de un gobierno desastroso, dilapidador, incompetente y absolutista del PSOE; que no sólo no ha sido capaz de crear una política de austeridad y de defensa de nuestra economía, sino que, por añadidura, se ha dedicado a repartir a manos llenas subvenciones, ayudas, regalos y gabelas a todos aquellos a los que debía favores o a pagar recompensas a los que han evitado que temas escabrosos, que hubieran perjudicado al partido, pasaran al conocimiento público. O así es, señores, como veo yo al personaje en cuestión.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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