Los anticristos mediáticos juzgan a la Iglesia (por Miguel Massanet Bosch)

El político y periodista tradicionalista español del siglo XIX, don Antonio Aparisi y Guijarro, expresaba su opinión sobre una sociedad atea o laica con las siguientes palabras: "Una sociedad sin religión, no es más que un conjunto monstruoso de hombres, que sólo saben gritar, aborrecerse y despedazarse". Es posible que don Antonio tuviera un concepto algo pesimista de la humanidad descreída. Aunque, a la vista de los ejemplos que hemos tenido ocasión de ver respecto a la intransigencia, el odio visceral, la ignorancia, la falta de tolerancia y el sectarismo de aquellos que parece que, como único objetivo de su vida, como fijación obsesiva y como máximo deleite de su esquizofrenia está el atacar, combatir y fulminar a la Iglesia católica y, como no, a sus ministros, feligreses y simpatizantes; no estamos en condiciones de desmentirlo. Algo de esto sucedió durante la II República con su presidente, señor Azaña, y su fijación contra la religión, algo que luego tuvo un trágico final con los asesinatos perpetrados por los energúmenos que se apoderaron de las calles de las grandes ciudades y pueblos, para masacrar y torturar a cualquiera al que considerasen ministro, miembro o simpatizante del catolicismo.

Pero, como dice el aforismo romano: "nihil novum sub sole", los herederos de aquellos indeseables que implantaron el terror entre la gente decente, siguen perdurando en nuestros días y, si no se exceden más en su barbarie es porque, afortunadamente, todavía existen personas para imponer el orden, leyes para perseguir a los rufianes y criminales y cárceles para hacerles reflexionar sobre la conveniencia de controlar su insania. Lo que ocurre es que, durante las dos legislaturas que nos precedieron, el gobierno socialista se esmeró en ponerle difíciles las cosas a la Iglesia católica, obstaculizar sus iniciativas y fomentar todas aquellas críticas que, espontáneamente, o de forma provocada, en muchos medios de comunicación, TV, ambientes de la farándula y teatros de carácter progresista, fueron "in crescendo", aumentando en brutalidad, tono y desvergüenza, a medida que aquellos que, con más ardor la practicaban, se iban percatando de que les salía de gratis el insulto y la befa, ya que ni las autoridades, ni la judicatura ni los mismos cristianos se volvían contra ellos.

Quizá, todavía no se hayan percatado de que la situación es otra; de que ahora mandan otros y que se van a tomar medidas para impedir los abusos, los insultos y las bravuconerías de estos grupos antisistema, progresistas o anticlericales que han estado campando por sus respectos durante los siete años pasados. En todo caso, me voy a referir, en este comentario, a nuestra televisión pública, la TV1, esta que tantos millones nos viene costando a los españoles y en la que parece que no hay manera de poner orden, ya que sigue en manos de los mismos que le hacían el rendez– vous al gobierno del señor Rodríguez Zapatero. Estos señores, en su incultura supina respecto a los temas religiosos, parece que no se acaban de enterar de que la Iglesia Católica, aparte de llevar veintiún siglos perdurando en el mundo, sufriendo toda clase de persecuciones y pasando por las más complicadas vicisitudes; es una organización religiosa, como pudiera ser el Islam, los protestantes o cualquier otra religión; que tiene pleno derecho a observar sus reglas de culto, a expresar sus opiniones morales o éticas y a adoctrinar a todos su miembros, los que profesan el catolicismo, sobre cuantas cuestiones puedan concernir el fin último del hombre, el metafísico que, para los creyentes, constituye la salvación de su alma en el más allá.

Que otros, los ateos, musulmanes o agnósticos, como si fueran miembros del Ku-Kux-Klan, no comparten los postulados católicos, allá se las compongan ellos con sus creencias. No obstante, estos incrédulos, estos que se creen que tienen la potestad de intervenir en asuntos ajenos y que se consideran capacitados para emitir opiniones, censurar o enmendar la plana a aquellos con lo que no están de acuerdo, no acaban de respetar las opiniones ajenas y, por ello, se atribuyen facultades que nadie, ni en la tierra ni en el Cielo les ha otorgado. Y así nos topamos, señores, con este Consejo de administración de la RTVE, que se ha erigido, mutas mutandis, en censor de los actos de la Iglesia y de sus ministros o, al menos, ha pretendido hacerlo en el caso de la homilía del obispo de Alcalá de Henares, monseñor J.A.Reig Pla, que fue transmitida a través de La 2. El obispo no hacía más que recordar a los católicos que asistían a la ceremonia religiosa, lo que la religión católica entiende sobre los peligros de la homosexualidad, la difícil castidad que se exige para los católicos de este colectivo y la consideración doctrinal de que, si bien se puede tener la tendencia homosexual, desde el punto de vista de un católico se debe reprimir y evitar caer en la tentación de practicar el sexo con otra persona del mismo género y, mucho menos, contraer matrimonio con ella.¿Alguien ha cuestionado, en nuestras televisiones, que los musulmanes a los ladrones les corten una mano o que les extirpen el clítoris a las mujeres o que, a las que han sido violadas, se les obligue a casarse con quien las violó?

¿Dónde están estos valientes que hacen mofa y befa de la Iglesia en los programas televisivos?, Algunos, amparados en la impunidad que les confiere hablar desde un estudio de televisión o radio, como sucede con este prescindible presentador que se esconde detrás del alias Gran Whiomyng, o algo parecido, no importa. Un señor que dice que es médico (sin que, al parecer, haya acabado la carrera) y que usa la pantalla de la TV, con su humor irritante, basto y hortera, de bufón descarado; valiéndose de todos los medios que le proporciona una cadena que sólo está pendiente de la audiencia aunque, para conseguirla, no le importe llegar al summum de la degradación moral, ética y deontológico; proyectando programas carentes de la menor decencia, respeto por la opinión ajena, objetividad y, por supuesto, del menor rigor científico, ensañándose con la religión católica y haciendo mofa de sus ministros con el odio propio de aquellos que no le han encontrado el verdadero sentido a la vida. Un programa donde, el presentador, es el único árbitro de las opiniones que, en él, se viertan; convirtiendo el plató en un circo en el que se puede escarnecer a cualquier infeliz que él decida convertir en el blanco de sus iras.

Y uno se pregunta: ¿por qué esta clase de matones de opereta no se atreven a insultar a los dirigentes espirituales de los seguidores de Mahoma, los imanes musulmanes? Mucha chulería, mucha valentía y mucho desparpajo cuando se meten con los católicos (que saben que no les devolverán la agresión), pero mucho miedo, mucho servilismo y poca hombría cuando se trata de a meterse con el Islam, sabedores que hay religiones, como la judía por ejemplo, que son partidarias de la Ley del Talión, con las cuales ¡pocas bromas y chistecitos! Y puestos a presumir de hombre, desde aquí reto a este bocazas a que, públicamente, como lo hace con los católicos; insulte, se ría y ponga en la picota, con la misma saña e intensidad, a alguno los imanes del islamismo. Así sabremos si tiene lo que un hombre debe tener o si resulta que solo es un gallina, que se atreve con los débiles y se encoge ante los fuertes. En todo caso, lo que sucede en esta cadena televisiva no es más que el fiel reflejo de lo que, una parte de la sociedad, ésta que se declara progresista y anti-sistema, parece que quiere exhibir como una nueva filosofía de vida. ¡Allá ellos! Y esta es, señores, mi apreciación sobre el caso referido.

Miguel Massanet Bosch