¡Madera, más madera, traed madera, es la guerra!
El eximio poeta nicaragüense, Rubén Darío (1.867-1.916), llamado príncipe de las letras castellanas, recoge, en «El salmo de la pluma«, los siguientes versos en los que define, poéticamente, el pesimismo: «Espíritu con alas de murciélago/ y garras de chacal«. Y no se crean que sea un capricho o casualidad que me refiera a este viejo compañero de fatigas que, para mí es, el pesimismo, un sentimiento con el que estoy luchando desde hace muchos años y que, en ocasiones, ha conseguido llegar a amargarme la existencia. Pero hoy quiero hablarles de una película de los años 40, una delicia con la que nos obsequiaban los incomparables Hermanos Marx, con su peculiar humor y sus inigualables gags.
Me refiero al filme «Los hermanos Marx en el Oeste» un western que gira en tono a una mina de oro sin valor y en los oscuros designios de una compañía de ferrocarriles que necesitaba aquellos terrenos. Entre las múltiples escenas cómicas de la película hay una, particularmente graciosa y que, sin embargo, encierra en sí una metáfora de la que se pueden sacar jugosas conclusiones. Es un momento en que, los hermanos Marx, tienen urgencia de llegar a un destino determinado y se embarcan en un tren de aquellos de caldera de vapor, al que quieren obligar a ir más deprisa a toda costa, por lo cual, cuando ya se ha terminado el depósito de carbón de la locomotora, los tres hermanos se dedican a desguazar los vagones para alimentar el fuego con la madera que sacan de ellos. El fin, ya se lo pueden imaginar ustedes: el tren convertido en un esqueleto de hierros mientras Groucho, el del puro, sigue pidiendo, a grito pelado: ¡Madera, más madera, traed madera, es la guerra!
A mi se me ocurre que la historia del tren puede ser entendida como una metáfora elevada a símbolo de la actual situación de nuestra nación. El tren sería España, una nación que se dirige al encuentro de su futuro, los hermanos Marx, con perdón, serían nuestros actuales gobernantes, empeñados en que el tren llegue a su destino; los malos de la historia, la compañía de ferrocarriles, son todos aquellos que están esperando, como cuervos acechando la carroña, que el Gobierno fracase, para lanzarse sobre lo que quede del país como hienas hambrientas; los pasajeros seríamos los españoles mudos sujetos pasivos de la escena. Es evidente que, a pesar de que las izquierdas se empeñan en negarlo, en hacer que olvidemos quienes son los que nos han conducido a esta situación extrema, lo cierto es que, los nos dejaron un tren sin frenos y sin leña, han sido los gobiernos del PSOE con la inestimable colaboración de comunistas y nacionalistas que colaboraron a mantenerlo en pie.
Ya tenemos a los personajes de este drama ahora veamos como transcurre la trama: los hermanos Marx (el Gobierno) pretenden alcanzar el objetivo de llegar a la meta; se encuentran en una situación límite que les obliga a tomar medidas extremas para evitar quedarse por el camino. Groucho (Rajoy) grita, animando a la colaboración «Traed madera, más madera…»; el país necesita el esfuerzo de todos, no es momento de andarse con minucias, hay que arrimar el hombro, no valen excusas o reproches. Ya no hablamos de planteamientos electorales, ni de quien ha incumplido más sus promesas; estamos ante una situación distinta de la esperada, una realidad que supera y duplica lo cualquier presupuesto y que obliga a desmantelar lo que algunos, de una manera torticera, se empeñan en querer obligar al nuevo Gobierno a que mantenga a toda costa, el famoso «estado del bienestar».; un estado utópico que ya ha dejado de existir desde que reventó la burbuja inmobiliaria, el paro se disparó hasta rozar casi los seis millones de desempleados y el fantasma de la pérdida del puesto de trabajo se ha abatido sobre todos los españoles, que permanecemos atrincherados, consumiendo lo indispensable, en espera de que la tormenta amaine aunque, por ahora, parece que esto no sucederá.
Pero, entre el pasaje hay quintacolumnistas que intentan impedir que se utilice la madera para hacer funcionar la maquinaria y quieren retenerla en los vagones, alegando que se van a resfriar. Su objetivo se centra en que, los hermanos Marx ( el Gobierno), no consigan alcanzar su objetivo que, en nuestro caso, es lograr que España supere el trauma y pueda recuperar la confianza de los mercados, cuando se convenzan de que estamos sentando las bases para recobrar el aliento y reemprender el camino que nunca debiéramos de haber abandonado que, por supuesto no consiste en seguir manteniendo las subvenciones a los amiguetes y despilfarrar los impuestos a manos llenas, para llenarse, de paso, las faltriqueras. Pero hay algo peor, incluso, que la deslealtad de los socialistas y los comunistas que, al fin y al cabo, ya conocemos de qué pie cojean; no, señores, lo peor es que aquellos que sólo hace dos meses eran partidarios acérrimos del nuevo gobierno; que se mostraron dispuestos a asumir los sacrificios precisos para levantar la nación; ahora, cuando llega el momento de los sacrificios, cuando ven que puede llegarles a ellos el recorte y cuando se ponen en juego puestos de trabajo que deben eliminarse para evitar el sobre coste de nuestro aparato público, se cambian la camisa, empiezan a criticar las medidas del Gobierno y quieren matizar unas cosas y discutir otras porque, en este país, cada español se ve con fuerzas para darle consejos al Ejecutivo; algo que que, como es natural, es imposible admitir si es que queremos salir indemnes de este trance.
Pone los pelos de punta ver como reporteros de sólido prestigio empiezan a flaquear sólo porque a ellos no les convencen las medidas que está aplicando el nuevo Gobierno. Y es que, si uno se toma la molestia de escuchar las tertulias que, en número desproporcionado y excesivo, sirven para darles de comer a muchos periodistas que, de otra forma, no llegarían a final de mes; y se apercibe del engolamiento y suficiencia con que, señores y señoras, dan sus recetas, al parecer infalibles, sobre lo que debería hacer el señor Rajoy o el señor Guindos; como si,, todos ellos, estuvieran diplomados en economía, ciencias políticas, ciencias sociales, derecho financiero y todo el sinfín de especialidades que, si tuviéramos que atenernos a lo que pretenden saber todos estos señores, no es que sean periodistas, sino que son verdaderas enciclopedias parlantes. Lo que ocurre es que se vienen equivocando una y otra vez con sus pronósticos, sin que, al parecer, nadie se lo reconvenga. ¡Y estos señores son los que presumen de formar opinión, de crear una información fidedigna y de mantener una objetividad a prueba de bombas!
No se trata, a mi entender, de que vayamos emitiendo juicios sobre cada una de las medidas que vaya implantando el Gobierno; ni tampoco que pretendamos hacer un análisis global de la situación de España, porque es algo que, evidentemente, no está en nuestras manos; ni que les hagamos el caldo gordo a todos aquellos que quieren pescar en aguas revueltas, pero que, ya lo han demostrado durante el tiempo que han gobernado la nación, ni tuvieron ni ahora tienen fórmulas mágicas para hacerlo mejor que los actuales gobernantes. Lo que toca es apretar los dientes, rezar los que creen en Dios y esperar que todos los esfuerzos que se nos piden tengan, en un plazo razonable, los efectos positivos que nos permitan confiar en una recuperación que, desde luego, no va a ser inmediata, pero que nos deje esperar la llegada de tiempos mejores. O esto es, señores, lo que yo pienso al respeto sobre esta cuestión.
Miguel Massanet Bosch