Amador G. Ayora (Publicado en elEconomista.es, aquí)
Hoy se ven las condiciones y pueden aflorar las discrepancias sobre el
rescate bancario. El desembolso no llegaría hasta otoño y precisa el OK de los
países del euro y del Parlamento alemán.
El Gobierno español pedirá ayuda
al fondo de rescate este sábado, según la agencia Reuters. Éste es el tipo
de información falsa a la que nos tiene acostumbrados la prensa
anglosajona. Una información manipulada y dirigida claramente hacia un objetivo:
romper el euro. Reuters ya nos tiene habituados a sus mentiras. Hace unos
meses dijo que el déficit español de 2011 fue inflado desde el 6 al 8,5 por
ciento. Después se comprobó que la cifra del desajuste real es aún más elevada:
8,9 por ciento. El Gobierno debe ser consciente de que no sólo lucha contra las
dificultades de la economía real y los mercados financieros, sino también contra
una campaña internacional orquestada contra nuestros intereses. El
titular de Exteriores, José Manuel García-Margallo, debe comenzar por una
acción explicativa con los grandes medios internacionales a través de sus
embajadas, si quiere defender la marca España.
La hoja de ruta del Ministerio de Economía, que dirige Luis de
Guindos, explicada por él mismo el jueves pasado, es la siguiente: el
lunes se publicará el informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la
banca y en la segunda quincena se conocerá la evaluación de las consultoras
Roland Berger y Oliver Wyman sobre las necesidades financieras de las
entidades. A partir de ese momento, el Gobierno realizará su petición al Fondo
Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF por sus siglas inglesas).
Este sábado se celebrará una cumbre informal sobre la manera de ayudar
a nuestros bancos, que podría alumbrar algunas condiciones antes de los comicios
griegos o, en el peor de los casos, poner de relieve las primeras discrepancias
o una sonora negativa. El EFSF no puede dar ayuda directa a los bancos, sólo a
los países.
El mensaje de Rajoy a Merkel y también de Luis de Guindos al ministro
de Finanzas germano, Wolfgang Schäuble, es que España no está
dispuesta a dejarse intervenir por 50.000 o 60.000 millones de euros. En
otras palabras, aguantará con una prima de riesgo disparada (o disparatada) y
buscará dinero
en el mercado para sanear las antiguas cajas, aunque tenga que pagar más del 6
por ciento de interés. Ello podría causar un deterioro adicional de la economía
y una situación de estrés en el mercado que pongan en jaque el euro. Ése es el
órdago lanzado por Rajoy y que Guindos dejó entrever con su afirmación de que en
las próximas semanas se jugará el futuro de la moneda única.
Si España no logra dinero para sus bancos, en otoño será intervenida sin
remedio. El problema es que la suma no será ya 60.000 o 80.000 millones,
sino alrededor de medio billón, con lo que ella sola consumirá los 240.000
millones restantes en el EFSF y la mitad de la dotación del futuro Mecanismo
Europeo de Estabilidad (Mede). Todo el mundo sabe que, después de nuestro país,
los mercados irán a por Italia o a por Bélgica. La ayuda requerida por
ambos supera el billón de euros. Es decir, España es la última defensa
importante que tiene la moneda única.
El órdago de Rajoy surte, de momento, efecto, porque Merkel comenzó a
negociar las condiciones del rescate, pese a la fuerte oposición interna de
su partido, la CDU, y de una parte creciente de la población. Una encuesta
difundida esta semana por la prensa muestra que cerca del 70 por ciento de los
alemanes son partidarios de abandonar la moneda única, porque consideran que
antes o después acabarán pagando el despilfarro del sur.
Guindos quiere esperar a la difusión de los informes del FMI y de las
consultoras sobre la banca porque confía en que la cifra que arroje sea muy
inferior a los 80.000 o 100.000 millones estimados por algunos analistas. Con
ello pretende demostrar que el problema español es manejable. Su cuantía
equivaldrá a entre el 5 y el 10 por ciento del PIB español, no el 36 por ciento
que costó a Irlanda el rescate de su banca y que arrastró al país al abismo.
El EFSF tiene una línea de crédito que permite prestar a la banca a través
del Gobierno sin someterlo a un programa completo de ajuste, como el aplicado a
Grecia, Irlanda o Portugal. Es lo que se conoce como intervención blanda.
Ello requiere un firme compromiso por parte del país solicitante de que va a
devolver todas sus deudas. A cambio se exigirán medidas de ajuste
adicionales, como pueden ser el alza del IVA, en el que Bruselas insiste
desde comienzos de legislatura. Las condiciones serán contundentes, porque la
aprobación de la ayuda requiere la unanimidad de los miembros del euro.
Es decir, además de Alemania, también Finlandia, Holanda o Austria deberán dar
su visto bueno, todos ellos tradicionalmente muy exigentes con la periferia.
Además, muy probablemente tendrá que ser aprobado por el Parlamento alemán, como
ocurrió con el último paquete de ayuda a Grecia.
Merkel quiere dar en paralelo pasos de gigante hacia la integración fiscal
y bancaria en la cumbre de los próximos 28 y 29 de junio, de manera que los
planes de rescate sean presentados, tanto ante sus ciudadanos como ante los
mercados financieros, como un camino irreversible hacia la unión económica y
monetaria.
La aprobación del plan de rescate, como se ve, es un camino lleno de espinas.
Es vital que se cumpla a rajatabla la reducción del déficit. El Gobierno
evitará que se mande a una troika integrada por miembros del BCE, el FMI y la UE
para gobernar la política económica, pero tendrá que aceptar que ésta sea
supervisada estrechamente. Hacienda quizá tenga que crear un comisión
compartida con miembros independientes para vigilar la evolución de las cuentas
de las autonomías, uno de los asuntos que más preocupa en Bruselas.
El dinero se entregará a una institución del Estado. Se ha pensado en
el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (Frob) porque es el más apropiado
para repartirlo entre los bancos. Con el resultado de las auditorías entidad por
entidad encargadas a Ernst & Young, KPMG, PricewaterhouseCoopers y Deloitte
se concretará la distribución del rescate hacia el próximo otoño. Hasta
ese momento queda un largo camino, cuyo primer paso es solicitar la ayuda formal
en julio, una vez identificadas las necesidades.
El Gobierno de Rajoy está actuando con firmeza y poniendo todos los
problemas encima de la mesa. Esta semana hemos conocido que CatalunyaCaixa y
Novagalicia Banco requerirán otros 9.000 millones. elEconomista
destapó la crítica situación por la que atraviesa Banca Mare Nostrum
(BMN), que busca con urgencia una fusión para evitar ser nacionalizada o
intervenida. Es lo que se debería haber hecho hace unos años, sacar todos los
trapos sucios y buscar soluciones de una vez para los problemas.
La cuestión que queda pendiente es si el rescate de las entidades financieras
perjudicadas será suficiente para que la prima de riesgo baje de los 300 puntos,
el nivel estimado para cumplir con el coste de financiación de la deuda de en
torno al 3 por ciento con el que Hacienda elaboró los presupuestos. Muchos
expertos consideran que la mayor parte del precio al que se paga la prima se
debe al riesgo de ruptura del euro y a la fuerte especulación de los
hedge funds contra la moneda única, por lo que desconfían de que ésta pierda los
400 puntos. En ese caso, España necesitará que el BCE reactive sus compras de
deuda para abaratar el coste de nuestros bonos. Algo que no parece al
alcance de la mano en estos momentos. No me gusta ser agorero, pero el rescate
bancario no es el bálsamo de Fierabrás que curará de golpe todos nuestros males,
aunque los alivie. Eso si antes no lo aborta alguno de los miembros reticentes
del euro.