- El presidente concentrará toda su energía en evitar una intervención total
- Nadie en el Ejecutivo se plantea la caída de Rajoy para formar un Gobierno técnico
- En La Moncloa preocupa que le exijan más recortes en las pensiones

Mariano Rajoy
se enfrenta estos días a una decisión clave: pedir o no un nuevo rescate. Él
siempre le da mil vueltas a todo hasta que decide y se libera. El viernes,
después del varapalo del día anterior del Banco Central Europeo (BCE), que
claramente le empujaba a pedir ese nuevo rescate, varios ministros le vieron
durante el Consejo relajado, sereno. A punto de iniciar sus vacaciones. Como si
se hubiera quitado un peso de encima.
Rajoy les dijo que hicieran más caso al comunicado del BCE
que a la rueda de prensa posterior. Trató de buscar el lado positivo de la
durísima jornada del jueves. No les dio ni una pista sobre qué hará con el
rescate. Ese tipo de cuestiones clave no se tratan en el Consejo de Ministros, a
veces ni siquiera en la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, sino en
reuniones pequeñas a las que solo acude el equipo médico habitual, el
corazón del Gobierno: Rajoy, Soraya
Sáenz de Santamaría, Luis de Guindos, Cristóbal Montoro y Álvaro Nadal. Ahí
se cuece todo.
Los ministros consultados insisten en que creen que la decisión no está
tomada. Pero nadie niega que todo parece orientado hacia el nuevo rescate. Rajoy
ya habla de ello con naturalidad. Ha roto el tabú. La decisión parece madurar en
su cabeza. Y se ha ido a descansar a Galicia con una idea clara: a la vuelta le
esperan las durísimas consecuencias en la ira ciudadana de sus últimas
decisiones, especialmente la subida del IVA y la bajada de sueldo a los
funcionarios, y la preparación del golpe de ese nuevo rescate, que tendrá nuevas
condiciones. Rajoy prepara así, desde Galicia, el otoño de su nuevo rescate
blando, en el que toda su energía se concentrará en evitar el siguiente paso, el
rescate total.
El aislamiento de La Moncloa
Mariano Rajoy parece cada vez más aislado y sobre todo frustrado, aunque
nunca pierde la calma. Se siente impotente, cada vez con menos margen de acción,
dicen los suyos. Nada de lo que hace frena la presión de los mercados. El
<CF1005>síndrome de La Moncloa, </CF>el del aislamiento, parece
haberle llegado antes que a otros.Todo le empuja a aislarse. Hasta la
organización física del complejo de La Moncloa. Rajoy trabaja en el edificio del
Consejo de Ministros, solo con su secretaria, mientras todos sus colaboradores,
incluidos los más cercanos, Jorge Moragas y Álvaro Nadal, están enfrente, en el
Edificio Semillas. Para hablar con él hay que cruzar unos jardines. La
vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, trabaja en otro edificio, un poco
más lejos.
El presidente ha reducido su agenda pública. Apenas pisa la calle. Por miedo
a las protestas, sobre todo de funcionarios, se han suspendido o cambiado de
fecha mítines. Rajoy ya casi sale solo para actos protocolarios en Zarzuela y
para ir al Congreso.
El presidente, un hombre muy desconfiado, ha mantenido prácticamente íntegro
el equipo con el que trabajaba en la oposición: Moragas, Nadal, Carmen Martínez
Castro en Comunicación. Moragas multiplica su poder de influencia. Tanto que su
mano derecha, Alfonso Senillosa, ha sido nombrado director del recién creado
Departamento de Seguridad Nacional. Rajoy, eso sí, trata de ofrecer normalidad y
evita el boato. Viaja en tren si puede y el viernes se fue a Vigo en línea
regular de avión para empezar sus vacaciones.
Algunos miembros del Gobierno aún confían en poder evitar esa intervención.
Creen que se puede intentar negociar una fórmula para utilizar lo que sobre del
rescate
bancario para comprar deuda. O buscar un nuevo intento de presión con
Italia. Pero todo parece complicado. Otros asumen que Alemania y el BCE empujan
hacia un nuevo rescate con nuevas condiciones. Y, hasta ahora, Rajoy se ha
resistido pero siempre ha acabado cediendo. Lo que más preocupa al Ejecutivo es
que le exijan tocar las pensiones y reducir más el seguro de desempleo. Los
jubilados son la última frontera de Rajoy. “No tengo intención de bajar las
pensiones”, dijo el viernes. Ya no se atreve a negarlo del todo.
El temor al rescate domina todo el ambiente del Gobierno. Hasta las
bromas. Hace poco Montoro se encontró en la puerta del ministerio a un grupo
de extranjeros vestidos de oscuro, encorbatados. “¡Ya están aquí, son los
hombres de negro!”, ironizaron sus colaboradores. En realidad, era una
delegación de Illinois (EE<TH>UU) que tenía una reunión en el
edificio.
Ese rescate que Rajoy intenta evitar tendría, pues, consecuencias sociales
claras. Pero, incluso sin él, el Ejecutivo se prepara para un otoño caliente. La
subida del IVA se aplica en septiembre y no quedará ni un ciudadano sin notarla.
Otros muchos recortes en sanidad y educación llegarán o se notarán con el nuevo
curso. Las autonomías están obligadas a hacer muchos más ajustes, despidos, que
traerán tensión social.
Y a esa situación Rajoy llega con un Gobierno que, con solo siete meses, está
muy desgastado. El presidente no tiene ninguna intención de hacer cambios, dice
él en público y los suyos en privado. Ni siquiera admite que necesite un
vicepresidente económico. Pero si hubiera un nuevo rescate, aseguran algunos, es
casi imposible que no tuviera consecuencias políticas en el equipo
económico.
Con una crisis tan fuerte, todos están en cuestión de una u otra manera.
Montoro es el más quemado públicamente y se ha enfrentado con muchos
barones autonómicos, aunque tiene muchos apoyos dentro del partido. Guindos
recibe muchas críticas en el PP, del que no es miembro, pero Rajoy lo ha
reforzado varias veces, en especial cuando nombró como gobernador del Banco de
España a una
persona cercana a él. Nadal, clave para fijar la posición de Rajoy en las
cumbres —es su sherpa, el puesto que antes ocupaba con Angela
Merkel el ahora gobernador del Banco Central Alemán y gran enemigo de los
intereses españoles, Jens Weidmann—, recibe críticas constantes del mundo
empresarial, con el que se relaciona mucho en privado, en negociaciones de alto
nivel sobre los intereses de las compañías.
El resto de los ministros también están quemados, en mayor o menor medida,
aunque muchos están desaparecidos. La crisis lo arrasa todo y algunos tratan de
hacerse notar lo menos posible. Aunque Rajoy diseñó un Gobierno con personas de
larga trayectoria política, como él, la mayoría muy cercanos, incluso amigos, en
el PP muchos señalan que los ministros hacen muy poca política. La
vicepresidenta, a quien nadie discute su capacidad de organización y su poder,
evita ese perfil político fuerte. Y el más
político de todos, Alberto Ruiz-Gallardón, también está cayendo en las
encuestas por su polémica gestión de un espinoso asunto que Rajoy le ha
encargado, el aborto. Aun así, sigue siendo el mejor valorado.
“¿Un cambio de Gobierno ahora? No forma parte de la tradición mental de
Rajoy. Los efectos de las medidas que se toman llegarán el año que viene.
Entonces sí sería un momento para dar un impulso a la segunda etapa”, resume uno
de sus miembros un sentir muy extendido.
En cualquier caso, lo que nadie se plantea es algo con lo que siempre se
especula en medios internacionales: la caída de Rajoy para colocar a un Gobierno
técnico, como sucedió en Italia. “No tiene sentido. Rajoy ya hace todo lo que le
piden. Y con mayoría absoluta. No tiene problemas para aprobar lo que quiera, no
hay división interna. Si Merkel
quiere forzar un Gobierno técnico como hizo con Monti, que es una operación
suya, tiene que tener cuidado. Sería jugar con fuego. España está tranquila para
lo que está pasando. Con un Gobierno no votado por las urnas, la calle estaría
mucho más incendiada”, sentencia otro miembro del Ejecutivo. En público nadie se
anima a decirlo: solo lo hizo el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel
García-Margallo, y Merkel aún no lo ha olvidado. Pero en privado la indignación
con los alemanes crece en el Gobierno.
De hecho, el entorno del presidente, lejos de hacer autocrítica de posibles
errores, busca la explicación de la desastrosa situación de la prima de riesgo,
lo que más angustia, en factores externos. En su visión, todo falla, sobre todo
Europa y las autonomías, menos Rajoy. “No nos imaginábamos que íbamos a tener
que hacer frente a una situación tan complicada. El templo europeo se está
desmoronando y nos ha caído encima. Nos ha cogido con el pie cambiado”, señala
un dirigente.
El Gobierno está a la vez indignado y preocupado por la deriva de Europa.
Además del evidente desencuentro con Alemania, el Ejecutivo cree que la presión
de la extrema derecha antieuropeísta en Finlandia y Holanda, por ejemplo,
complica la solución de la crisis española e italiana. El Ejecutivo recuerda que
el rescate bancario se acordó hace mes y medio y el dinero aún no ha llegado a
los bancos españoles.
Rajoy y su equipo tienen mucha confianza puesta en esa entrada de dinero. “Si
funciona el fondo de liquidez para las autonomías y los bancos pueden empezar a
dar créditos con el dinero europeo, en otoño se puede extender esa sensación de
que hemos tocado fondo, aunque va a ser un fondo muy doloroso”, afirman en el
entorno del presidente.
En cualquier caso, el Ejecutivo es consciente de que vienen curvas. Y quiere
tener todo lo que pueda bajo control, sobre todo en la opinión pública. En el
PP, después de la derrota de las andaluzas, muchos presionaron para que Rajoy
tomara el control de RTVE. El presidente les hizo caso, cambió la ley y los
efectos se van a notar en septiembre, cuando empieza la etapa más delicada para
el Gobierno, con el previsto otoño caliente. Los nuevos jefes de RTVE están
concluyendo la toma de control. Además de destituir a Juan Ramón Lucas, Toni
Garrido o Xabier Fortes, ayer se conoció el cese de Ana Pastor, directora de
Los desayunos de TVE.
Los marianistas defienden que Rajoy está haciendo todo lo que puede
en un momento muy complejo. Explican que tiene por delante una etapa de
resistencia, su gran especialidad. Los resultados llegarán, dicen. Y sobre todo,
de momento, el PSOE no remonta y no es un riesgo real. Ahora hay desgaste,
explican, pero hay tiempo y si llega la recuperación económica la gente le
premiará. Se repite la estrategia de la oposición. Cuando más duro le daban, en
2008, decidió resistir convencido de que la crisis acabaría con el presidente
Zapatero. Tres años después, el PSOE se desplomó.
Otros dirigentes del PP son mucho más críticos que los marianistas.
Creen que el presidente ha optado por dejarse llevar. En vez de liderar el país,
explican, ha decidido dejar claro que todo lo que hace es obligado por Alemania,
que no le gusta lo que está aprobando. Es el estilo de siempre de Rajoy,
subrayan: nunca asume sus decisiones y busca culpables. Es lo que hizo después
de una primera legislatura en la oposición que concluyó en el fracaso de 2008.
Él y los suyos, recuerdan estos críticos, vendieron la idea de que Rajoy había
estado secuestrado por el aznarismo, por Eduardo Zaplana y Ángel
Acebes. Y sin embargo era él, remarcan, quien tomaba las decisiones más
polémicas, como sucede siempre en un partido tan presidencialista como el PP.
Ahora, dicen, salvando las distancias, el culpable de las decisiones de Rajoy no
es Aznar, es Merkel. Ambos, críticos y marianistas, coinciden en una idea: el
presidente es un resistente nato. Y está intentado demostrarlo de
nuevo.
En este momento tan complejo que estamos atravesando la recuperación económica tardará aunque nadie se atreva a publicarlo…Si para el próximo otoño funciona el fondo de liquidez para las autonomías y los bancos podrán empezar a
dar créditos con el dinero europeo..y es así que realmente empezaremos a tocar fondo.
Seguramente la solucion para el crisis es creer nuevos lugares de travajo.
Dicen siempre que quien travajar, travaja en lo que sea. Es cierto pero hay que creer puestos de travajo que la gente puede occupar los.