Es posible que hayamos llegado a un punto de no retorno a causa de la evidente ruptura que se ha producido entre la España constitucional y Catalunya. Lo cierto es que, cada día que pasa, se van produciendo acontecimientos que nos hacen pensar en que la prudencia, la contención, el sentido común y el famoso «seny», que se le atribuían al pueblo catalán, ha degenerado en una peligrosa, desproporcionada e inoportuna ansía de enfrentamiento a la nación española y a sus ciudadanos que, quizá, encontraría su explicación en un sentimiento de desapego, de frustración y de rencor ante la injusta y fuera de lugar percepción de que España pretende abusar de los catalanes o de que existe una antipatía endémica en contra de ellos –cuando, si se ha producido en el resto de los ciudadanos españoles un sentimiento de rechazo hacia Catalunya, se ha debido a que se han hartado de aguantar ofensas, amenazas y descalificaciones de los políticos y demás medios de expresión catalanes – que se puede concretar en frases lapidarias como la del periodista catalán Víctor Alexandre, cuando dijo: «En el caso de Cataluña y España, solo una de las partes es demócrata, la catalana. La otra es totalitaria, arrogante y despótica».(Evidentemente, si hablamos de democracia dentro de un Estado de Derecho, es fácil atribuirle a cada una de las partes la calificación que le corresponde que no es, evidentemente, la que les otorga este sujeto, en su utopía separatista) o en otra, no menos amenazadora, expresada por este personajillo con humos de actor, Joel Joan, líder de la plataforma Soberanía y Progres, promotora de las consultas extraoficiales sobre la independencia, que dejó claros sus sentimientos al proclamar: «Cuando se gire la tortilla, quien no sea independentista será un traidor».
El mismo Jordi Pujol, este líder de CDC, aparentemente retirado, pero que nadie duda de que mueve los hilos de la trama desde detrás de las candilejas, está jugando su propia partida a favor de su hijo, Oriol Pujol, el delfín que su padre tiene en mente para suceder a Mas, al que ha conseguido situar en un callejón sin salida en el que, aún saliendo airoso de su enfrentamiento con el Estado (algo materialmente imposible), está condenado al ostracismo político. Pero, para el ciudadano de a pie, existe la inquietante sensación de que, tanto al gobierno del PP, tardío y excesivamente cauteloso en tomar en serio el peligro de involución nacionalista en Catalunya, como el propio señor Mas que no calculó bien los posibles resultados de su juego separatista y, ahora, se ve acosado por los partidos más extremistas ( ERC e IC y V,) para que no ceda un ápice respecto a sus promesas independentistas y siga, en su camino sin retorno, hacia la separación de la comunidad catalana del resto de España.
Durante estos últimos días se vienen produciendo hechos aislados que confirman que los extremismos catalanistas han hincado fuerte su garra en el tema independentista para insistir, a través de los medios, en su ofensiva contra España. El caso de lo ocurrido en la TV3 donde, en un programa, «Bestiari Il-ustrat«, se fingió que unos conocidos separatistas disparaban sobre unos blancos en los que figuraban las efigies del Rey, de Salvador Sostres, de Félix Millet o del mismo príncipe Carlos de Inglaterra ( el programa fue retirado y apartada su directora). Otro caso. En la cadena local privada, Canal 21 Ebre, se emitió un programa «Petits artistas«, en el que a unos niños de primaria se les preguntaba, después de que la mayoría de ellos se declararan independentistas, las causas por las que preferían la independencia. La contestación demuestra a las claras el tipo de enseñanza que se les imparte y las ideas que le vienen imbuyendo en la autonomía catalana, cuando la contestación fue: «no queremos pagar los impuestos a toda España y quedárnoslos nosotros» ¡maravillosa demostración del espíritu de solidaridad la que se les ha imbuido a estos niños por el sistema de enseñanza catalán! Otro niño se refirió a la independencia con estas ilustrativas palabras: «Tal y como está España mejor ser catalán«. Pero no deben ustedes sorprenderse ni tampoco se lleven las manos a la cabeza cuando escuchen a Mas decir cosas como estas:»Habrá consulta a los catalanes dentro de un marco legal, si o si», ¿qué entenderá el señor Mas por marco legal?, ¿será el que ellos fabricarán para Catalunya? Seguro que no se referirán ni en sus ensueños, al marco que establece la Constitución española, porque sabe perfectamente que no es el camino que le llevará al éxito.
El que, en La Vanguardia del sibilino conde Godó, una veleta política donde las haya, el señor Mas insista, una y otra vez ,en sus desafíos al Estado de Derecho con expresiones como que «la pervivencia de España pasa por el reconocimientos de las naciones históricas» ¿dónde deja usted la indivisibilidad de la nación española recogida en la Constitución? Pero donde el señor Mas, que se extiende ampliamente en su programa separatista, para que no haya duda sobre cuáles son sus intenciones, es cuando quiere poner el ejemplo de Escocia para establecer un paralelismo con Catalunya. Lo que se olvida de decir el señor Presidente es que, antes de que se uniera a Inglaterra y formaran todos el UK; Escocia ya era una nación independiente. Catalunya siempre perteneció a la Corona de Aragón y nunca consiguió independizarse de ella; eso sí, supo robarles su bandera de las cuatro barras a la que, últimamente, unos desaprensivos, a los que no les importa asumir la representación de todo el pueblo catalán, han querido mancillar colocándole una estrella como símbolo de sus aspiraciones espurias.
Los ciudadanos españoles, una vez más, han demostrado su desconfianza hacia el sistema autonómico en una encuesta (de El País) en la que la mayoría de consultados preferiría, a la vista de los resultados de las autonomías, quitarles una parte de sus competencias. En todo caso, yo quisiera proponerle al señor Mas, que se ve obligado a administrar una deuda de 43.000 millones de euros; con una Sanidad deficitaria y con 600.000 parados en su autonomía ¿qué garantía les podría dar a los pensionistas catalanes de que podrían seguir pagándoles sus pensiones, cuando han sido incapaces de pagar a los funcionarios a su tiempo? ¿Estaría, el utópico estado catalán, en condiciones de asumir sus compromisos sociales, como por ejemplo, pagar el subsidio de desempleo? Con la deuda pública catalana clasificada como «deuda basura» ¿de dónde sacarían los préstamos para seguir atendiendo sus deudas o reducir su déficit? ¿Cómo podrían colocar su deuda pública, a qué intereses, con que garantía de seguro de pago etc.? O es que todos estos «pequeños» detalles no tienen que explicárselos a los ciudadanos catalanes, antes de emprender esta arriesgada aventura de enfrentarse a España. ¿Y de la Sanidad qué? Cuidado con ofrecer aquello que es imposible.
Y, por favor, señor Más y señor Urkullu, dejen de una vez de hablar de estar dentro de Europa, porque saben ustedes que, tal y como está actualmente la legislación europea, respecto a las condiciones para que sean admitidos nuevos países, es de todo punto imposible que se cumplan sus objetivos, teniendo en cuenta de que ni Alemania ni Francia, ni Holanda ni muchos otros países de la CE, están por la tarea de aumentar el número de países comunitarios y, mucho menos,( por así estar recogido en la legislación europea) a aquellas nuevas naciones separadas de alguna de los países miembros de la CE. ¡Ah! y no se quejen de que se quiera cambiar el método de escolarización, genuinamente separatista y desconocedor de la realidad española, al que se ha referido el ministro Wert, al que debemos felicitar por su valentía y su sentido común. O así es, señores, como los españoles catalanes vemos, con preocupación, el tema separatista.
Miguel Massanet Bosch