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¿No hay alternativa? (por Claudi Pérez)

Publicada el noviembre 15, 2012 por admin6567
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La recesión demuestra que Europa no encuentra el equilibrio entre disciplina fiscal y crecimiento

Claudi Pérez Bruselas (Publicado en El País, aquí)

El rigor es necesario, siempre que no se convierta en rígor mortis. Los
números, tozudos números, empiezan
a demostrar
lo que hasta ahora ha sido una especie de secreto a voces:
Europa no ha sabido encontrar un equilibrio entre disciplina fiscal y
crecimiento. La política económica de inspiración alemana ha llevado a
demasiados países a poner en marcha políticas presupuestarias demasiado
contractivas al mismo tiempo. Ha obligado incluso a consagrar ese dogma de fe
(los déficit están prohibidos; cualquier pecado al respecto conlleva una dura
penitencia) en las constituciones y en los tratados, a pesar de que parecía
claro que la salida de esta crisis no pasa por gestionar igual la zona euro de
punta a cabo.

Las políticas keynesianas permitieron evitar una segunda Gran Depresión: pero
fue un error recetar keynesianismo en todas partes, al mismo tiempo, y con la
misma dosis sin tener en cuenta las condiciones de cada país. La zona euro se ha
pasado ahora justo por el otro extremo: habría que permitir pisar el acelerador
o el freno con el gasto público en función de las condiciones de cada economía,
pero en cambio se ha impuesto una política de talla única —y lo que es más
grave: se ha dado a entender que no había alternativa— y ahora solo se permite
pisar el freno.

El impulso que quiso dar en su día el presidente francés François Hollande a
las políticas de crecimiento no se ha visto por ningún lado. Los países con
margen de maniobra, como Alemania, se desviven por no gastar un euro más de lo
que debieran. En esas condiciones, la Europa del Sur, que
ha aplicado políticas de austeridad a rajatabla
, se desangra por esa
mecánica rudimentaria de las políticas fiscales aplicadas con mano de hierro por
las presiones de Bruselas, Fráncfort y Berlín (aunque quizás el orden debería
ser el inverso).

Las protestas de
ayer
son solo el principio: los sociólogos explican que el “silencio de las
víctimas” se acabará en breve. Las sociedades pueden resistir devaluaciones
internas como las de ahora siempre que vean un horizonte de salida; de lo
contrario, el jaleo está asegurado con experimentos sociales como el de
Portugal, que llegó a bajar salarios para darle ese margen a sus empresas, algo
que al final fue rechazado, y experimentos económicos como el de España, que se
ha visto obligada a subir el IVA en plena recesión. “Desde un punto de vista
abstracto siempre se puede atender una deuda. Pero hay un umbral político,
social, moral incluso más allá del cual esa política se hace inaceptable”,
escribió Jack Boorman, del FMI, hace unos años. (Paradójicamente, el FMI parece
últimamente la única institución que recuerda
este tipo de cosas
; quizá por eso Berlín se ha enfrentado abiertamente al
Fondo en las últimas semanas en temas como el de Grecia, pero esa es otra
historia).

más información

  • La
    economía de la zona euro cae un 0,1% y entra en recesión
  • El
    PIB español modera su caída tras un menor deterioro del consumo
  • La
    austeridad agrava la recesión en Grecia y Portugal
  • Los
    recortes frenan el crecimiento más de lo que se creía
  • Bruselas
    deja para febrero la revisión de las metas de déficit

“Europa ha entrado en un nuevo mundo prácticamente sin tener conciencia de
ello”, dice Jean Pisani-Ferry, del think tank de Bruselas Bruegel. El
fantasma de un Gobierno ausente (Comisión, Consejo y Eurogrupo no han podido
eliminar la sensación de que ese viraje está comandado por Alemania, y Francia
aún no acierta a decir esta boca es mía porque atraviesa una grave situación
económica que aún no ha emergido completamente) y la falta de un dispositivo de
seguridad en la eurozona han acabado pariendo un modelo de gobernanza
discutible.

La Comisión no cambia de discurso pese a que las orejas del lobo de la
recesión ya han aparecido, en parte por el sobreajuste en la periferia, que no
se ha compensado con políticas de crecimiento donde ese tipo de alegrías eran
posibles. Con la esperanza de tranquilizar a los mercados, Europa ha presionado
para recortar los déficit públicos y se ha olvidado del crecimiento y de graduar
el ajuste. La consolidación fiscal se convierte así en una chaqueta de fuerza. Y
Europa es incapaz de desembarazarse de ella: el dogma sigue ahí a pesar de que
los números decretan recesión y pesimismo. Con la boca pequeña, varias fuentes
de Bruselas apuntan a que quizá haya que esperar a que la recesión llegue a
Alemania y la crisis de la deuda a Francia para empezar a ver, de veras, dinero
sobre la mesa, y no solo vehículos financieros, mecanismos y demás
complicadísimos sistemas de resolución de crisis.

En medio de este desaguisado, las izquierdas siguen vagando por Bruselas como
fantasmas, y es Berlín quien está al volante prácticamente en solitario. Esta
crisis tenía que dejar atrás los dos grandes axiomas de los últimos años: la
racionalidad de los mercados (que durante una década se equivocaron de medio a
medio asignando el mismo riesgo a Grecia, a España y a Alemania, explica el
economista Paul De Grauwe) y lo que el profesor Antón Costas llama “la
perversión de la política”, que tenía que dejar paso a una nueva forma de
gestionar después de la tormenta que al cabo no termina de aparecer.

Todo sigue igual: Europa sigue anclada en un intermezzo en el que el nuevo
orden no acaba de llegar y el antiguo régimen se resiste a desaparecer. No hay
cambio de política económica a pesar de que los errores de diagnóstico y de
prescripción se demuestran un dato tras otro. A pesar del martillo de Eurostat,
no se detectan grandes virajes a la vista. No va a haber un presupuesto europeo
capaz de hacer políticas anticíclicas cuando sea necesario. No parece que vaya a
haber una unión bancaria lo suficientemente potente como para paliar los errores
de diseño del euro. Ni siquiera con las minucias Europa tiene la grandeza
suficiente como para reconocer los errores: Grecia vuelve a estar a los pies de
los caballos tras el fracaso del Eurogrupo de esta semana.

España es otro caso de libro de que las cosas
no funcionan
y aún así nada cambia. El comisario de Asuntos Económicos, Olli
Rehn, aseguró ayer que Madrid no
deberá acometer nuevos recortes
para corregir los más que probables desvíos
en la meta de déficit en 2012 y 2013. Y sin embargo, “sería un error interpretar
eso como un final para la austeridad”, explica Wolfgang Münchau, director de
Eurointelligence; “habrá necesidad de tomar nuevas medidas de austeridad
adicionales en 2014, lo que supone que la disciplina fiscal va a continuar
durante la recesión”. Eso es una suerte de condena: lo que están deletreando
desde hace meses los dichosos mercados no es “recorte usted el déficit” sino
“asegúrese de que va a volver el crecimiento”. Con más y más recortes, con
subidas fiscales adicionales, en ausencia de verdaderas ayudas y de políticas de
crecimiento en el Norte, la salida del túnel que parece ver algún ministro
conduce en el Sur de Europa directamente al mar.

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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