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Ahora, la crisis de la democracia (por Fernando Ónega)

Publicada el diciembre 8, 2012 por admin6567
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(Publicado en La Vanguardia-Caffe Reggio, aquí)

TRANSBORDO MONCLOA

Inmersión lingüística al margen, me quedo con un dato de esta semana: el 67% de los ciudadanos está insatisfecho con el funcionamiento de la democracia. Eso dice el último barómetro del oficial Centro de Investigaciones Sociológicas. ¿Saben lo que significa? Que hay más personas descontentas con el sistema que dispuestas a votar a los dos principales partidos estatales. Y no están insatisfechas con un gobierno, ni con un partido; lo están con la democracia misma. Posiblemente le echan la culpa de los sufrimientos que les ha provocado la crisis económica y de los sinsabores de la crisis institucional.

Este es el fruto de todo lo que ha visto la gente en los últimos tiempos. Vinieron las dificultades económicas, y la sensación popular es que la pagan los mismos de siempre, mientras sus causantes son indemnizados. Llegó la aportación de soluciones, y el ciudadano percibe medidas tecnocráticas, carentes de sensibilidad social. Hablan los gobernantes, y se expresan como contables de una empresa, sin la grandeza de los hombres de estado. Las familias sufren la angustia de salvar su nivel de vida y su bienestar, y la presión fiscal no hace más que ahogarlas. Y quedarse en paro ya no es una situación provisional desgraciada, sino miedo a cerrar para siempre las puertas del mercado laboral.

Eso, en el ámbito económico. En el puramente político, no hay institución que no haya sido erosionada o sufrido ataques sin precedentes: la justicia y el Consejo General del Poder Judicial; el Tribunal Constitucional y sus insufribles retrasos; el Congreso y el Senado, por la feroz campaña en las redes sociales contra sus gastos, su trabajo y su eficacia; los partidos políticos, dominados por sus élites, impermeables a las demandas sociales e incapaces de asumir y canalizar el descontento; los sindicatos, vapuleados por una parte de la opinión como si fueran delincuentes; las autonomías, presentadas por esa misma opinión como sinónimos de dispendio…

Súmenle los episodios de corrupción, empezando por el lío en que Urdangarin ha metido a la Corona; la aparición de personajes cuya codicia aumentó la crisis financiera, provocó muertes presuntamente o dejó a cientos de acreedores en la miseria, y se llega a la conclusión de que en este país todo se aproxima al estado de derribo. La ciudadanía, que desayuna con esas noticias, ¿cómo quieren que reaccione? Pensando que nada funciona o todo está medio podrido. Culpando al sistema mismo, incapaz de depurarse. Diciendo que el problema español está en su clase política. O quejándose del funcionamiento de la democracia.

Pues eso es lo dramático del momento. Así están creciendo los partidos minoritarios, pero intransigentes, mientras se estancan o bajan los partidos tradicionales de gobierno. El ciudadano empieza a querer otros gestores. Y menos mal si se queda ahí, porque es una decisión soberana del pueblo. Lo peligroso es que la insatisfacción con la democracia sea aprovechada por algunos para presentarse como salvadores e imponer otra solución.

Retales

Constitución. No hay peor diagnóstico del estado político de un país que éste: la Constitución no se puede reformar, porque no lo permite el clima político, ni se puede intentar con los políticos que tenemos. Y eso es lo que está pasando.

Wert. Elocuente el ministro cuando se define: “Soy como un toro bravo que se crece en el castigo”. Con eso levanta su moral. Lo malo, querido José Ignacio, es que esos toros suelen salir arrastrados de la plaza.

Lodazal. Campeón, Mercurio, Crucero, Malaya, Pokémon, Gürtel, Guateque… Como esto siga así, no habrá palabras en el diccionario para definir casos de corrupción. Los investigados, claro. Para los demás, ya no hay palabras en el diccionario.

Tasas. Este es el gobierno de las tasas. Universitarias, aeropuertos, y ahora las del Registro Civil. Como ya no pueden subir más impuestos, la tasa es la forma rehabilitada de estrujar al contribuyente.

La realidad. Entre parados (creciendo) y pensionistas (cada día más) suman 14,5 millones. Cotizantes a la Seguridad Social (bajando), 16,5 millones. Quedan dos millones para empatar. ¿Cuánto calculan que puede aguantar el sistema sin reventar?

Fátima. La ministra de Empleo está convencida de que los pensionistas van a valorar de forma positiva la subida de las pensiones. Bueno, ya es un clamor. Los aplausos se oyen de Roses a Fisterra. Sólo hay que ponerse a escuchar.

0 comentarios en “Ahora, la crisis de la democracia (por Fernando Ónega)”

  1. comerciar en opciones binarias dice:
    diciembre 8, 2012 a las 1:33 pm

    Es logico que los cuidadones no creen a su gobierno, despues la crisis economica.
    En cada relacion hay altos y bajos, en esta relacion pasa lo mismo.
    El gobierno debe demonstrar que los cuidadones lo puede confiar.

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