"Las masas, por el contrario, no pretenden el aumento de las oportunidades de éxito de los individuos. Lo que exigen no es el status del colono, sino el lugar del colono. Los colonizados, en su inmensa mayoría, quieren la finca del colono. No se trata de entrar en competencia con él. Quieren su lugar."
(Frantz Fanon)
Parece ser que, la democracia, al menos en nuestro país, ha tomado senderos que, en si mismos, entrañan un grave peligro para su supervivencia, ya que minan de raíz los fundamentos, los valores, las consecuencias y la misma esencia del sistema democrático, de modo que, de alguna manera, se le quita valor a la voluntad de las mayorías del pueblo expresada en las urnas, para elegir a quienes los deberán gobernar en un periodo de cuatro años; para sustituirlas por sucedáneos que, de forma especial, la superpoblación de las grandes ciudades ayudan a configurar, pretendiendo suplir, controlar o incluso rechazar el trabajo del legítimo Gobierno por medio de diferentes vulneraciones de la misma justificación del sistema democrático, como la mejor de las posibles modalidades de gobierno de las naciones.
Resulta insólito que, algunos partidos que forman parte del arco parlamentario, algunas formaciones que gozan de la solera de haber participado, directamente, en el gobierno de la nación y que han sido siempre respetuosas con la Constitución y han acatado los principios básicos del Estado de Derecho; cuando han considerado que España estaba pasando por el peor momento de su más reciente historia, sujeta a los vaivenes de los mercados, agobiada por su deuda, y sometida a las más varias y peligrosas presiones económicas, financieras y sociales; en lugar de contribuir a la gobernabilidad de la nación, de olvidar sus ambiciones de poder y sus intereses partidistas, para cooperar a sacar al país de su situación, particularmente, preocupante; a cambio, con una insensatez rayana en la deslealtad y la falta de patriotismo; acuden, cada vez más y con menos escrúpulos, al sistema de mover a la gente, revolucionarla, irritarla, y sacarla a la calle para protestar sobre cualquiera de las medidas que intente el nuevo Gobierno de la nación para poder hacer frente a lo que se nos exige desde Europa y lo que es preciso resolver dentro de nuestra nación, si se quiere evitar que la deriva en el despilfarro, derroche, mala administración, corrupción y caciquismo regional de los distintos partidos políticos, pueda dar al traste con cualquier intento de salvar el país.
El peligro de convertir en costumbre, de abusar, de despojarlo de la seriedad con la que se debe llevar a cabo y de que se convierta en una especie de fiesta, diversión o lugar donde dar suelta a toda clase de chascarrillos, canciones, insultos, horteradas, payasadas o desmadres; puede convertir el legítimo y constitucional derecho de los ciudadanos a manifestarse libremente o a hacer huelga, para expresar su disgusto por algo que entiendan que puede perjudicarlos; en un verdadero ejercicio de anti–democracia, de salvajismo, de ataque a los intereses generales del país e, incluso, en una molestia, un perjuicio, una causa de irritación y un verdadero atentado contra el derecho de la gente a circular, desplazarse y cumplir con sus objetivos personales, como sería el acudir al trabajo, sin ser sometidos a las molestias de tener que verse asediados por una multitud encrespada que puede llegar a coaccionarlos o amedrentarlos.
Durante las últimas semanas, estos sindicatos que no fueron capaces de protestar contra las barbaridades del anterior gobierno de la nación, cuando más motivo tuvieron para hacerlo; son los que más se afanan en la crítica al Gobierno, los que promueven más movilizaciones en la calle y los que pretenden levantar a las multitudes en contra de quienes, con mejor o peor fortuna, intentan reparar aquello que los mismo que protestan contribuyeron a crear. Si el PSOE se siente herido en su orgullo, se estremece ante sus fracaso electorales y no es capaz de conseguir el entendimiento entre sus distintas facciones; no creemos que sea la mejor forma de reivindicarse ante su propio electorado pretendiendo achacarle las culpas de todo el desaguisado que tenemos al señor Rajoy y su gobierno porque, señores, por flaca que sea la memoria de los españoles, por mucho que los haya que se esmeran en disimular la herencia que nos dejaron los socialistas y que se reboten cuando se les recuerda sus responsabilidades en la situación actual del país; el hecho cierto e irrebatible es que fueron los que dejaron al país con un 9'3% de déficit público; más de cinco millones de parados y, en casi todas las CC.AA en las que gobernaron, verdaderos cajones llenos de facturas sin pagar y las arcas vacías.
Es obvio que, el señor Rubalcaba, se enfrenta a una situación de su partido caótica, con la amenaza de que, el señor Cayo Lara, reelegido por unanimidad para el cargo de presidente de su partido, el PC y animado por los resultados electorales de su formación, consiga arañarles, en los próximos comicios, una parte importante del electorado que les queda; no tiene fácil el hacerse con el control de sus huestes y debe medir con cuidado los pasos que da si no quiere ser defenestrado por aquellos que ambicionan ocupar su lugar, como la misma Carme Chacón o el siempre incómodo señor Griñán, sin descartar al agresivo líder del PSM, Tomás Gómez. Pero, en ningún caso, la situación personal del señor Rubalcaba en el partido le ha de permitir lanzarse al campo y querer arrimarse, más que peligrosamente, a la izquierda más extrema, utilizando para ello la permanente descalificación, en el Parlamento, de las actuaciones del señor Rajoy, algo que resulta especialmente irritante conociendo, como se conoce, la responsabilidad del PSOE en la actual situación de la nación.
Me imagino la deficiente conclusión a la que deben llegar nuestros probables inversores de fuera de España, ante el hecho de que en nuestro país no pase un día sin que aparezcan reclamantes callejeros en diversos puntos de la geografía nacional. Protestan los médicos, abogados, jueces, fiscales, científicos, universitarios, sindicatos, actores y una lista interminable de otros descontentos que, aún estando de acuerdo con la precisión de que España sea más austera, en cuanto les llega la tijera a ellos, entonces, señores, saltan como ranas locas, para protestar contra lo que ellos consideran una injusticia.
O aceptamos que nos hemos equivocado y nuestro país no es una democracia o, mejor dicho, una monarquía parlamentaria, por lo cual deberíamos elegir otro sistema de gobierno o, nos resignamos a que sean los "entendidos" de las calles quienes se ocupen de gobernar nuestro país, para lo cual lo primero que debiera suceder es que, todos los grupos que integran estas multitudes callejeras, se pusieran de acuerdo en la forma de dirigir el rumbo de nuestra nación ¡ algo que se me antoja imposible si los del 15M, que eran menos, no fueron capaces de sacar, de aquella concentración, una propuesta común que elevar a las autoridades españolas!
Y, a toda esta situación de inestabilidad social; al desconcierto de los partidos de la oposición y a su incapacidad de elaborar una propuesta alternativa que mejora la del PP, se ha añadido, como divieso en el trasero, el despropósito del intento del señor Mas de revolucionar a Catalunya, lo que nos lleva a la conclusión de que, lo que ocurrió el 18 de julio de 1.936, tuvo su razón de ser. O así es como veo, señores, este tema que tanto nos agobia.
Miguel Massanet Bosch