J.R. Pin Arboledas | (Publicado en EcoDiario.es, aquí)
Con
salsa y picante | Pepe Farruqo
El discurso de toma de posesión del
presidente Mas contenía una parábola equivocada y peligrosa. Habló de dos
barcos que podían colisionar si no se evitaba. Se refería a Cataluña y España.
Era un error.
Peor aún fue que sus oponentes entraron al
trapo y replicaran que no chocarían. Otro error. Porque no hay dos barcos ¡Es uno solo! Cataluña es una
parte de España, una parte del barco, no una nave distinta. No puede haber un
choque, si acaso podría haber un naufragio total.
Que no se engañen los habitantes de ese
trozo del buque. Si éste se hunde, se hunden con él. La situación sería
semejante a la de un grupo de marineros que, empeñados en viajar solos, lo
hicieran partiendo el barco por la proa o la popa.
Los demás tripulantes correrían mucho
riesgo. Pero, los desgajados es seguro que se ahogarían en su aventura. Por eso
se sospecha que el intento de fractura es sólo una operación para obtener alguna
ventaja.
Además, no todos los moradores de ese trozo
del barco estarían de acuerdo con la ruptura. Muchos, más de la mitad, según
las encuestas, quieren mantener la integridad del navío, convencidos de que es
lo mejor para llegar a puerto seguro. Ellos y el resto de los tripulantes del
barco.
También los capitanes de la flota de navíos
que constituyen la UE, que observan con inquietud un movimiento que podría
servir de ejemplo para sus tripulaciones y llevarlos al naufragio. Por eso
avisan que nunca lo aceptarán. Por tanto, responder el discurso utilizando la
misma metáfora es erróneo; es partir del supuesto de que hay dos barcos, cuando
sólo hay uno: una única Constitución de la que emanan las leyes que rigen este
país.
Una Constitución, eso sí, interpretable y
modificable para hacer que todos se encuentren cómodos en el crucero. Un solo
navío no puede chocar consigo mismo; sería un absurdo, una contradictio in
terminis, en latín, o un oxymoron, en griego.