Cada año, por estas fechas, se produce la tradicional tregua de problemas y preocupaciones y, durante 15 días, se entra en una especie de Nirvana social en el que parece que salimos de este Purgatorio en el que nos encontramos para sumirnos en una especie de sociedad ideal, llena de buenos sentimientos, de intenciones fraternales, de cambio de buenos deseos y de esta especial sensibilidad que nos hace pensar en un mundo utópico, mejor y sin maldad como algo que puede llegar a ser posible. Sin embargo el diablo, soterradamente, agarrándose a la cruda realidad, sigue su tarea destructiva sin que, para él, estas fiesta navideñas tengan el más mínimo significado como no sea preparar el duro retorno a la aridez de la vida para después de las fiestas.
Y es eso tan cierto que, si nos dedicáramos a leer lo que se publica, a veces en noticias de aparente tono menor, en las informaciones de la prensa, nos daríamos cuenta de que, todo aquello que hemos aparcado momentáneamente, no hace más que esperarnos a la vuelta de la esquina, para que, cuando este corto sueño de buena voluntad se difumine al retorno a la vida normal, nos vuelva a azotar con la misma o mayor intensidad que lo hacía con anterioridad. Lo cierto es que, los ciudadanos de a pie, hemos llegado a tal punto de pesimismo que ya ni las buenas noticias, por interesantes que nos parezcan o por lo prometedoras que puedan ser, son incapaces de producirnos el más leve sentimiento de optimismo o esperanza; convencidos de que, al día siguiente de aquella tregua navideña, la crisis nos atrapará, de nuevo, para seguir amargando nuestra vida.
Seguramente ustedes lo habrán advertido. Se ha puesto de moda, se insiste desde los medios de información públicos y con una cierta insistencia, una campaña dedicada a prestigiar la institución monárquica, pretendiendo que este año horríbilis para la casa Real española, en el que el aprecio del pueblo español por esta institución ha quedado rebajado a un 57% quede camuflado, a base de un bombardeo de noticias, documentales, entrevistas y artículos loatorios sobre SM y el príncipe heredero, don Felipe, como si, los responsables de la casa real o los políticos, se sintieran alarmados ante el declive de la monarquía y los supuestos peligros que ello entrañaría para la nación española, si la institución monárquica dejara de ser el eje del Estado español. Es evidente que, alguien, ha decidido que la merma de prestigio del Rey debía ser compensada, reciclada y sometida a una operación de estética política; para intentar evitar que, el sistema, deje de interesar a la mayoría de los españoles para optar por otros sistemas de gobierno, como sucede en la mayoría de los actuales países europeos.
Lo malo, señores, es que, cuando a una institución anacrónica en los tiempos que vivimos, que ha dejado de tener razón de ser, como les ha ocurrido a la mayoría de casas reales del resto de Europa, se la intente potenciar a golpe de tópicos que sólo sirven para que nos acordemos de algunos de los desaciertos de los miembros de la familia Borbón, el efecto es contraproducente. Una transición ordenada y sin sobresaltos a otros sistema, igualmente parlamentario y demócrata, podría ser la mejor opción para asegurar nuestro futuro.
Nuestra nación necesita un remozado general, empezando por la clase política y acabando por los miles de organismos públicos que sólo sirven para dar empleo a aquellos a los que los partidos quieren dar trabajo. Es preciso actuar sin más dilación con el sistema autonómico, quitarle privilegios, someterlo a las leyes del Gobierno de la nación y despojarlo de políticos que se atrevan a poner en cuestión la unidad de España. Se debe evitar, a toda costa, el desguace del país e impedir que los ciudadanos acabemos enzarzados, como ya ha ocurrido demasiadas veces en esta nación, en fraticidas luchas intestinas, odios y rencillas personales, que puedan conducirlo, una vez más, a situaciones que todos pretendemos olvidar. Una situación que parece que, algunos insensatos, incapaces de vencer su sectarismo, quisieran aprovechar, creyéndose que son capaces de darle la vuelta a la rueda del Mundo para que gire en la dirección contraria, para implantar en España el caos comunista de tan aciago recuerdo.
Parece que el PP y el PSOE, están en conversaciones para acometer la, tan añorada, reforma de las administraciones públicas, tanto la central como las autonómicas. Mucho nos tememos que lo único que salga de estos intentos sea un lifting, ligeros retoques y maquillajes para dar la apariencia de que se ha hecho recortado algo sin que, los puntos importantes, los cientos de empresas públicas, las sobrevaloradas diputaciones provinciales, que nos cuestan cerca de 20.000 millones al año, sufran más que pequeños cambios que acaben por mantener la parte importante que hace que sean insostenibles para nuestra nación. Tanto el PP como el PSOE, tienen a demasiados de sus afiliados enchufados de dichas sociedades, de modo que no quieren o no se atreven a dejarlos en la calle para aliviar así las Arcas del Tesoro. Estos miedos, este nepotismo y clientelismo innato en todos los partidos, especialmente en los mayoritarios, no cuesta a los españoles cientos y miles de millones de euros de los que no disponemos y hemos de pedirlos prestados a cargo de nuestra deuda pública.
Sin embargo, a los ciudadanos de a pie nos llueven chuzos desde todas partes. Aumentos de las tarifas eléctricas, agua, peajes etc. o nuevos impuestos y tasas que han subido desproporcionadamente sin que tengamos la satisfacción de ver como, los responsables de estas compañías salgan a explicar las causas de sus millonarios desfases y endeudamientos y que, el propio Estado, entone el mea culpa por no haber sabido evitar que el desmadre en dichos suministros siguiera acumulando pérdidas. En todo caso, no podemos eximir a los sucesivos gobiernos de la nación de su parte de culpa por no haber cumplido sus compromisos de apoyo económico, lo que ha ocasionado que las compañías, por ejemplo las eléctricas, tuvieran que apechugar con todo el coste de los proyectos de nuevas energías que, en definitiva, no parece que hayan sido rentables.
Y, para colmo de males, ahora resulta que el Gobierno tiene que presentar un recurso de inconstitucionalidad contra el famoso euro por receta que ha implantado la comunidad de Madrid, el gobierno de su mismo partido, ¡Que venga Dios y lo vea! En esta Catalunya, donde se están produciendo los mayores desaguisados del Estado, los ciudadanos ya estamos soportando la doble imposición, que nos sitúa en desigualdad con el resto de autonomías. ¿A donde vamos, señores? Nos espera un año muy duro, pero queremos saber si también lo será para estos millones de personas a las que las subidas apenas les afectan debido a sus fortunas, seguramente merecidas, pero que resultan insultantes en momentos de crisis si no colaboran, de una forma más decidida y justa, a sacar a la nación del abismo en el que se halla.
Un nuevo año, sí; ¿Un año esperanzador? Por supuesto que no; ¿Un año de paz y sin conflictos? Rotundamente, no; ¿Un año de pacificación y normalización para Catalunya? Me temo que no. En todo caso, un año que tendremos que afrontar. O así es, señores, como veo este 2.013, que les deseo sea propicio. Así sea.
Miguel Massanet Bosch
En la vida siempre hay que guardar la esperanza y tomar medidas para cambiar las cosas.
2013 ya empezo, hay que ser optimistas y pensar que las cosas sean mejores.