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Bocinazo (respetuoso) al presidente (por Pedro J. Ramírez)

Publicada el enero 6, 2013 por admin6567
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(Publicado en El Mundo – Caffe Reggio, aquí)

OPINIÓN: CARTA DEL DIRECTOR

Esto no puede seguir un año más así. España ha vivido su Navidad más triste desde la postguerra. Los seis millones de parados, la eliminación de la paga extra a los funcionarios, la casi congelación de las pensiones y la abusiva subida de impuestos se han notado en el consumo pero sobre todo en el pulso de la calle. Por doquier hemos visto rostros de desánimo, a veces de desesperación. Si en 2009 EL MUNDO eligió Enemigo del Año al Pesimismo y a comienzos de 2010 el exministro Gómez Navarro lanzó aquella campaña de «Entre todos podemos arreglarlo», ha sido durante el nefasto 2012 cuando la decepción y el desaliento nos han ganado la partida.

España ha comenzado el año hundida entre la resignación y la ira. Es como si nos hubiera pasado una apisonadora encima. En 33 años dirigiendo periódicos jamás había visto un sondeo como el que hemos publicado en este arranque de 2013: sólo un 12% cree que este año le irá mejor que el anterior, más de la mitad piensa que la recuperación se retrasará como mínimo hasta el 2015, sólo un 15% tiene buena opinión del Gobierno, ningún político llega al aprobado, ningún líder de un partido roza siquiera el 4 de valoración, el rechazo a la Monarquía alcanza un inimaginable 43% y aún es superior el porcentaje de españoles que cree que nos perjudica estar en el euro, que desconfía del banco en el que tiene depositado su dinero y que está convencido de que Mas intentará consumar su proyecto de romper España. El acabose. Y eso que no llegamos a tiempo de preguntar por lo de Rato y Telefónica, pero de las redes sociales salen llamaradas.

¿Qué mensajes de aliento, qué argumentos para la esperanza, qué elementos racionales que expliquen cómo vamos a salir de esta nos han dado entre tanto nuestras autoridades? Ninguno. La comparecencia de balance del año de Rajoy superó en irrelevancia -y ya era difícil- a la rueda de prensa con la que el 3 de agosto cerró el curso político. Entonces dijo que acogerse o no al programa de compra de deuda del BCE -vulgo rescate- dependería «de lo que convenga al interés general» y ahí seguimos, pendientes de las «circunstancias». Rajoy ya sólo pide y ofrece «comprensión y solidaridad» que es algo así como «ajo y agua» pero en plan caballero educado. Y de sus comparecencias periodísticas más vale ni hablar. Ni siquiera cuando le entrevistan los más hábiles e insistentes interrogadores se aparta de su firme propósito de no soltar prenda. Desde que abrió el paraguas universal de que «la realidad» le impide cumplir con su programa, ya pueden caer chuzos de punta que él sigue impertérrito, empeñado en gobernar sin hacer política y en conceder entrevistas sin hacer declaraciones.

Pero más incomprensible aún fue lo del Jefe del Estado. Era el año en el que más tenía que decir y en el que menos dijo. Tras la franqueza con la que se ganó la vez anterior a los españoles al aludir con severidad a su yerno y pedir «ejemplaridad» a todas las personas públicas, llegó el gran apagón. Es cierto que las expectativas creadas entonces se han visto defraudadas por la lentitud de la Justicia y el infumable intento de blanquear la mangancia de Urdangarin con el encalado de la rutina familiar. Y también es verdad que el episodio de Botsuana convertía al propio Rey en prisionero de aquellas palabras. Pero en vez de comentarlo con naturalidad, poniendo en valor el que por primera vez en la historia de España un Rey hubiera tenido la grandeza de pedir perdón, se optó por omitir cualquier referencia polémica. Y eso incluyó, para desconcierto general, el propio desafío separatista que simultáneamente estaba escenificándose en Barcelona mediante el acto institucional de velado de su propia efigie, en el que se aprovechó de paso para dar posesión a Mas.

Muchos españoles debieron de encogerse de hombros: pues si esto no le preocupa al Rey, para qué vamos a preocuparnos nosotros; si lo esencial para el Jefe del Estado es no molestar a los que quieren destruir España, por qué va a molestarse la calle si de paso meten la mano en la caja. Claro, al presidente del Gobierno le gustó mucho el discurso porque casi parecía suyo: un par de años más así y los índices de audiencia y popularidad de don Juan Carlos se acercarán también a los actuales de Rajoy. Con lo cual la modernización de los usos de la Casa Real española se convertirá en el mayor pan como unas tortas de la historia de la comunicación: se despoja al Rey de la solemnidad de la distancia con formatos asequibles pero para revestirlo de banalidad. Se le pone de pie recostado en la mesa pero para que se salga por la tangente. Lo único más importante que cómo se dice es lo que se dice. Por eso el programa de anteanoche de Hermida recordaba tanto a las declaraciones que hacen en los pasillos del Congreso los políticos que saben que han estado mal en el hemiciclo: medio arregló lo del separatismo y dejó un recado sobre la necesaria reforma constitucional -¿cómo afrontar si no la «falta de vertebración del Estado»?- pero siguió eludiendo lo ineludible, con lo que la sensación final fue la de tongo.

En el páramo abandonado por las demás instituciones del Estado -¿existen los presidentes del Congreso y el Senado?, ¿tienen algo que decir los del Constitucional y el Poder Judicial, aparte de que da «mala imagen» viajar en turista?- el belén navideño se ha poblado con el overbooking de figuritas de presidentes autonómicos «echando» discursos con ademanes de jefecitos de Estado. Algo que al parecer le gusta mucho al PSOE; y aún más a los socialistas valencianos pues acaban de resolver la cuadratura del círculo al proponernos el nuevo modelo en el que el Estado no tendrá ninguna provincia pero sí 17 naciones. De ahí que la pizarra del presidente de la nación extremeña, los alimentos que nos mostró la presidenta de la nación castellano manchega y la camiseta -perdón la samarreta- con la que el presidente de la nación catalana contribuyó al empate con Nigeria sean parte indeleble del acervo del año nuevo.

El mundo ha estado en vilo pendiente de la repercusión en los mercados de lo que se negociaba en Washington -una vez más se demuestra que si se quiere influir en los influyentes hay que actuar a gran escala creando los Estados Unidos de Europa- y nosotros seguimos ensimismados en las miserias de unos reinos de taifas, dispuestos a cerrar hospitales pero no a dejar de subvencionar deportes de tanto arraigo como el korfball con tal de que garantice glorias internacionales como la de aquel día de noviembre de 2011 en el Mundial de Shaoxing cuando Cataluña rozó el cielo con los dedos al disputar a Taiwán la medalla de bronce con la que soñaban todos los barceloneses y no digamos los gerundenses. Entre tanto en Andalucía hay gran debate sobre el impacto que los recortes en el presupuesto de la Junta tendrán en su política de cooperación con remotos países del tercer mundo.

Además en España hay 8.116 municipios con sus correspondientes cargos, servicios y presupuestos a pesar de que la mitad tiene menos de 500 habitantes. Y sobre ellos están las mancomunidades, las diputaciones, los consells o los cabildos. Rajoy dice que «es imposible hacer la reforma de la administración en 24 horas» y por eso lleva ya un año empantanada. Entre tanto en ninguna autonomía ha entrado en vigor ninguno de los mecanismos de intervención previstos en la Ley de Estabilidad y la condicionalidad del Fondo de Liquidez Autonómica brilla hasta tal punto por su ausencia que está sirviendo para financiar las «estructuras de Estado» con las que Cataluña sigue avanzando hacia la independencia de facto. En esta España se considera lo más normal recibir dinero del Estado mientras se anuncia la insumisión a sus leyes.

La subida del IRPF que ha supuesto arrebatar a los contribuyentes hasta el 12% de su renta disponible sí que se hizo en 24 horas. Y otro tanto ocurrió con el incremento del IVA, la no revalorización de las pensiones, la implantación del copago sanitario o la de las tasas judiciales. Cuando todo se vuelve complejo y se bloquea es sólo cuando afecta a los corralitos de la clase política. Hasta la ley de unidad de mercado va de un heraldo a otro sin que por mucho que se trompetea termine de llegar al parlamento. ¿Será también porque entre bomberos no es cuestión de pisarse la manguera por lo que Rajoy está decidido a no molestar lo más mínimo a Mas y Junqueras hasta el día en que ellos le molesten directamente a él convocando un referéndum ilegal cuya celebración le dejaría de tonto para arriba?

Cuando Aznar reunió a sus barones para preguntarles si debía ilegalizar a Batasuna, Rajoy propuso supeditarlo a un pacto con el PSOE. Otros dijeron que eso bloquearía ad aeternum el proceso y convencieron al presidente de que si demostraba que estaba dispuesto a hacerlo en todo caso, el PSOE se sumaría. Rajoy habla ahora de pactar con Rubalcaba la respuesta al desafío separatista catalán: muy bien si eso sirve para obligarle a definirse a costa de poner en crisis su relación con el PSC; muy mal si, como nos tememos muchos, sólo conduce a arrastrar los pies mientras prosigue el envenenamiento impune de la sociedad catalana. No hay más que ver la zafia agresividad plagada de burdas simplificaciones y clamorosas faltas de ortografía con que se conducen a diario tantos jóvenes catalanes en las redes sociales para darse cuenta de que allí hay que hacer mucho más que evitar un referéndum.

Comienza el año más importante de la vida política de Rajoy. En el ámbito económico hay tímidos indicios de que los sacrificios pueden estar empezando a dar algún fruto en materia de competitividad y a devolver pacatamente la confianza de los mercados en España. Pero si esos síntomas no adquieren consistencia y el año que viene por estas fechas la percepción fuera igual o peor a la de hoy, sería difícil de entender que el PP se empecinara en afrontar bajo un liderazgo estéril los estallidos sociales que convertirían el final de la Legislatura en una pesadilla diaria. Ahora bien la sustitución de Rajoy por otro dirigente en una operación similar a la que llevó a remplazar a Berlusconi por Monti -no digamos la formación de un gobierno de coalición como el que imagina Arenas- tendría tales dificultades que a todos nos convendría no tener que pasar por ellas.

Lo mejor sería que a lo largo de 2013 los hechos fueran dando la razón a Rajoy y él se aplicara más a razonar sobre esos hechos, poner al idioma castellano en orden de combate -no hablo ahora de Wert sino de Churchill- y desarrollar un discurso, un relato, una épica con minúscula de lo que estamos haciendo juntos y de por qué tenemos que defender con firmeza y orgullo el legado de la Transición. A todos nos toca en algún momento de la vida representar un papel en el que no nos sentimos cómodos pero sin el que no podríamos obtener los fines que perseguimos. «Se conoce mejor a alguien por los sentimientos que inspira que por lo que en sí mismo es», decía de Chateaubriand la duquesa de Duras. Si en Moncloa no sobra el cacumen, en el liberalismo patrio hay las suficientes buenas cabezas -alguna incluso en la España conservadora- como para asesorar al presidente respecto al qué y al cómo debe hacerse. Pero a él es a quien le toca reaccionar y gobernar de otra manera. Inténtelo, córcholis.

0 comentarios en “Bocinazo (respetuoso) al presidente (por Pedro J. Ramírez)”

  1. エルメス女性 dice:
    enero 7, 2013 a las 11:17 am

    They are not that good either XD.

    Responder
  2. opciones digitales dice:
    enero 12, 2013 a las 10:16 am

    2013 debe ser mas optimista para Espana. Navidad fue muy triste y pesimista.
    No hay soluciones de magica, pero cuando hay un agenda bien programada y hay un luz traversamos un parte del camino.

    Responder

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