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El ejemplar heroísmo de la gente sencilla (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el enero 22, 2013 por admin6567
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"El anonimato es la expresión más genuina del altruismo". (Eric Gibson)

Estamos tan acostumbrados al afán de protagonismo de las personas en general y, en particular, de todos aquellos que, de una forma u otra, pretenden destacar del resto de sus congéneres, que cuando en un medio de comunicación, en una pequeña cuña informativa perdida en alguna página interior, aparece una noticia relativa a una persona que, desprendidamente, pone en peligro su propia vida para salvar la de otra; no podemos evitar sentir como si, de pronto, una ráfaga de balsámico viento fresco, limpio y vigorizante, nos azotara el rostro y nos apartara, por unos instantes, del ambiente opresivo de una sociedad que parece ignorar todo lo que no sea egoísmo, corrupción, materialismo y, esta enfermedad endémica, que se ha apoderado de la humanidad, conocida como relativismo.

En esta país de María Santísima, haciendo honor a nuestra costumbre de hacer ciscos lo bueno que tenemos, despreciar la bendición de vivir en un paraíso climático y de protestar por todo, sea bueno o malo, para dejar fluir estos humores corrosivos, estos virus rencorosos que no han conseguido apaciguarse pese a los años transcurridos desde la Guerra Civil y que, ahora, aparecen disimulados bajo la cubierta del "progresismo", los "antisistemas" o los que pretenden, inútilmente, ser los continuadores de aquellas generaciones de ilustres intelectuales de la llamada Generación del 98, que frecuentaban las tertulias en los cafés como Valle Inclán en el Café de la Montaña, y toda la corte de personalidades como Benavente, Rubén Darío, Azorín, Unamuno, Isúa, los Machados y un largo etcétera, asiduosclientes de aquellos cafés emblemáticos, como el Café de Madrid, en la calle de Alcalá; el nuevo Café de Levante en la calle Arenal; o el Café de Fornos, esquina Alcalá y Peligros, en el que Vital Aza reunía a su grupo de contertulios. Lo que sucede es que, ni la altura intelectual y cultural de nuestros políticos ni la preparación, ilustración y categoría de los escritores, actores e intelectuales que concurrían a aquellas memorables reuniones; tienen nada que ver con las limitadas facultades y méritos de los miembros de esta farándula que hoy presume de su ignorancia con la misma fatuidad, petulancia y simpleza con la que el "bobo" del pueblo nos enseña, orgulloso, el cadáver de una rata.

Estamos ahítos de ver en las portadas de periódicos y revistas y en los canales de la TV las mismas caras, idénticos personajes, la misma ralea de aduladores, auto complacientes, estirados y presuntuosos, que se atribuyen el protagonismo, tanto en la vida política como en la social e, incluso, en la artística; opinando sobre lo humano y lo divino con la misma facilidad con la que un loro imita la voz humana. Poco hay en sus cerebros que sea digno de tenerse en cuenta y escaso el bagaje intelectual o los valores humanos que son capaces de aportar; pero ¡allí están!, robando protagonismo a la vida e impidiendo, en ocasiones, que aquellos lugares de preferencia sean ocupados por quienes con más méritos, justicia y ejemplaridad serían merecedores de recoger el reconocimiento debido por parte de la sociedad.

Cuando leemos que un ministro de finanzas japonés, un bárbaro exterminador llamado Taro Aso acaba de decir, con toda frescura del mundo, sobre los ancianos que cobran ayudas del Estado: "que se den prisa y se mueran", añadiendo que él, personalmente, no era partidario de que se prolongara con medicamentos la vida de aquellas personas de edad avanzada, lo que es causa de que el coste social sea mucho más elevado de lo que puede soportar su nación. ¡Así de claro! Dice el "terminator" japonés: "El problema no se solucionará a menos que les dejes darse prisa en morir". Puede que alguien haya escuchado esta doctrina nazi a los socialistas durante la legislatura pasada, aquellos que se ocuparon con tanto "empeño" de implantar el aborto a la carta o que estaban empeñados en establecer una legislación más expeditiva para sacarse de encima, por medios eutanásicos, a cuantos ancianos y enfermos crónicos que, según su manera de pensar, sólo eran "una costosa y pesada carga económica para sus familiares y para la sociedad entera". Nadie se acuerda, por supuesto, del beneficio que dieron al país con sus 40 0 50 años de trabajo, ni de las cotizaciones que tuvieron que pagar para ganarse el derecho a una vejez digna y en paz. La juventud piensa que nunca llegará la vejez y por ello es cruel con aquellos que ya militan en ella. ¡Pero, ya les tocará a ellos!

Por eso, señores, cuando leemos que una persona altruista, se lanza al foso de las vías del Metro, para acudir en socorro de una mujer que, a consecuencia de un mareo, se había precipitado a ellas, mientras uno de los ferrocarriles estaba a punto de entrar en la estación; cuando el valiente se muestra para advertir al conductor del convoy para que se aperciba de la situación, corre a recoger a la mujer del suelo, la aparta a un lado y colabora, con los que acudieron en su apoyo, para apartarla del riesgo de morir; sin preocuparse de su propia vida, hasta que la persona a la que ayudó estuvo fuera de todo peligro. No podemos entender que, un acto de civismo como este, un gesto de un policía fuera de servicio, pero consciente de cual era su obligación; una heroicidad que, sin duda, merecería ocupar la primera página de todos los medios informativos se haya quedado relegada a unas pocas líneas, en las que ni se han tomado la molestia de reseñar el nombre del benefactor.

Así es, señores, el comportamiento deshumanizado, egoísta, indiferente y absurdamente insensible de esta sociedad que se tiene por civilizada, que se conmueve ante las desgracias en tierras remotas, pero que, no obstante, no mueve un dedo cuando se trata de ayudar al vecino, al conocido o a la persona que está de píe en la cola del metro cuando precisan de su ayuda. ¡Claro, la noticia, como en el caso de aquel reportero que filmó impávido, sin hacer el menor intento de ayudar, como una persona era arrollada por un vagón de metro, para asegurarse un reportaje rentable! Y uno se pregunta si, esta nueva filosofía de vida que nos trajeron los socialistas y las izquierdas más radicales, con las que ahora colabora gustosamente el señor Rubalcaba; este enfoque egoísta, pancista y egocentrista de la vida, que permite a las mujeres librarse de sus hijos cuando pueden ser un estorbo para su libertad o que aconseja dejar que un anciano muera para abaratar los costes sociales o que, como acaba de decir este niñato mimado y carente de frenos morales, el príncipe Enrique de Inglaterra, que él también ha matado talibanes como si se tratara de un simple juego de sobremesa.

Puede que hayamos llegado a tiempos del Anticristo o que, el fin del mundo, este a punto de llegar, pero lo que sí es cierto es que, el panorama que nos rodea, no puede resultar más desesperanzador. A pesar de todo, es posible que sí haya personas, como este bendito policía, que nos brindan un ejemplo de humanidad y desprecio por el peligro, ayudando a su prójimo. En este caso no todo esté perdido. Dios lo bendiga y bendiga al conductor del vagón que frenó a tiempo para evitar la desgracia. O así es como entiendo yo este tema, señores.

Miguel Massanet Bosch

0 comentarios en “El ejemplar heroísmo de la gente sencilla (por Miguel Massanet Bosch)”

  1. negociación en opciones binarias dice:
    enero 25, 2013 a las 2:31 pm

    La generosidad y la voluntad no son frecuentes, pero todavia hay casos que aparecen.
    En tiempos de crisis y miseria la solidaridad puede y debe existir.

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