Fernando Garea (Publicado en El Patio del Congreso-Blogs Política EL PAÍS, aquí)
Ahora se entiende que Mariano Rajoy respaldara a Francisco Camps cuando se supo
que le regalaban trajes y que manejaba grandes sumas de dinero en billetes. Se
entiende porque la contabilidad B de Bárcenas publicada por EL PAíS muestra una
práctica habitual para pagar gastos en la sede de Génova con impunidad. Y con
dinero presuntamente procedente de comisiones o donaciones de empresas no
admitidas y que permitieron que el tesorero juntara un capital en Suiza.
Se
entiende ahora que Rajoy y la cúpula del PP no "tirara por la ventana" (en
sentido figurado) a su contable y le trataran con mimo, permitiéndole que usara
un despacho en la sede del partido. Sabían que tenía demasiada información
valiosa, que estaban en sus manos como si fuera el contable de Los Intocables,
con su libro de contabilidad B bajo el brazo. Estaban sentados sobre un
polvorín.
Se entiende el esfuerzo por cargarse al primer juez instructor del
caso que, como se ve ahora, no perseguía "cuatro trajes" sino más cosas.
Se
entiende ahora que el presidente del Gobierno no haya desmentido en 10 días que
él mismo cobrara dinero en sobres como dirigente del PP. En Chile eludió el
asunto y en el Congreso se refugió tras una propuesta etérea de pacto
anticorrupción.
Se entiende que la portavoz del Gobierno eludiera la
respuesta a la pregunta concreta del pago a Rajoy.
Y se entiende que
Cristóbal Montoro se irritara en el Congreso y llamara "ruin" a quien le
preguntó por esos pagos. El ministro de Hacienda, que está más que tocado por la
amnistía fiscal y Bárcenas, tampoco lo desmintió.
Ahora se entiende casi
todo.
A los problemas políticos graves de Rajoy y su débil valoración
ciudadana se unen ahora los problemas penales. Se abre un horizonte penal largo
e incierto en el que el juez puede confrontar esas anotaciones con sus
declaraciones de la renta.
Podrá decirse que no era dinero negro, pero no es
probable que el dinero "limpio" se incluya en esas anotaciones tan
artesanas.
El presidente del Gobierno, bajo sospecha, tiene que explicarse
públicamente y, quizás, ante un juez.
Toda una generación de políticos del PP
está en entredicho. No es sostenible un presidente del Gobierno sospechoso de
haber cobrado durante años en sobres.
El PP argumenta que su contabilidad
oficial está en regla y supervisada, pero ahora se trata de aclarar el origen y
el destino de dinero sobre el que no hay anotaciones oficiales. Ya no basta una
investigación interna del PP, ahora hace falta explicación pública del
presidente y esperar que la Justicia investigue.
Dolores de Cospedal ha dicho
reiteradamente que la publicada no es la contabilidad oficial del PP: faltaría
más. Sabe bien que si son anotaciones de supuestas comisiones de constructoras y
pagos en negro, eso no figura en ningún documento oficial.
Por cierto: ¿De
qué se reía Cospedal en la rueda de prensa? Seguro que no lo hacía por las
palabras de Pío García Escudero, que ha dado validez al menos a un detalle de
los papeles, lo que indica la veracidad del resto y pone en cuestión la versión
oficial del PP.
El contable era la clave en Los Intocables y ahora ha hecho
explosión el cinturón que llevaba en la cintura y está a punto de llevarse por
delante a un Gobierno.
Hace días un muy relevante dirigente del PP aseguraba:
"Tenemos que salvar a Montoro". Lo decía para sostener que sería un golpe
tremendo la caida del ministro de Hacienda, en entredicho por la amnistía a
Bárcenas y sus confusas explicaciones. Ahora, el PP debe salvar a Rajoy, tocado
y cerca del hundimiento por los sobres.
España soporta un chantaje al jefe
del Estado con correos que dosifica un coimputado y sospechas en el entorno de
La Zarzuela. Ahora toca ver el nombre de un presidente del Gobierno en un
listado de pagos irregulares.
Abrochénse los cinturones