Demasiados secretos, señores, para que el pueblo español pueda dormir tranquilo y confiar en que, los partidos políticos de este país, sean capaces de sacarnos de la extremadamente grave situación en la que nos encontramos. Parece que cuando da la sensación de que el aire se aclara, que podemos ver a través de la bruma alguna sombra de esperanza, los hados malignos se empeñan en lanzar una nube de humo negro de decepción sobre los ciudadanos de este país. Es imposible que, en esta sucia lucha por el poder, unos y otros partidos se dediquen a embarrarse mutuamente ante un sorprendido, preocupado, despechado y desalentado ciudadano que no alcanza a comprender que, en unos momentos en los que nos estamos jugando el ser o no ser en Europa; en el que los inversores esperan a tomar posiciones mientras se aclara el gran barullo en el que nos hemos metido; los dirigentes de unos y otros partidos políticos no sepan aparcar sus diferencias y firmen un tregua para aunar esfuerzos, en pro de los intereses de todos los españoles de a pie que, en definitiva, son los únicos que sufren, en sus propias carnes, las consecuencias nefastas de tanta insensatez, egoísmo, incapacidad y fanatismo de los políticos que, al parecer, no piensan en otra cosa que en desautorizarse mutuamente.
Yo no sé si la situación del país, con un aumento incesante del desempleo y de la agitación social; con una oposición que no para de acosar al ejecutivo pero que, curiosamente, no es capaz de presentar un plan alternativo coherente con la realidad social, económica, financiera y política en la que nos encontramos –teniendo en cuenta que nada de lo que pretendamos mover, cambiar, instaurar o suprimir puede, en modo alguno, saltarse las normas europeas sin que exista el grave peligro, al que ya hemos estado expuestos en varias ocasiones, de que decidan cortarnos el suministro de sus apoyos, negarnos los créditos que se han concertado y ponernos en la picota bajo la amenaza de excluirnos del euro y obligarnos a regresar a nuestra antigua moneda, la peseta, algo que, indudablemente, sería tanto como enviarnos al Infierno del default soberano – puede aguantar durante un año más. No estamos muy seguros de ello.
Es obvio que alguien, no conocemos a ciencia cierta quién o quienes pudieran ser, aunque tenemos nuestras sospechas, está manejando hábilmente, dosificando las informaciones que dar a la policía y creando situaciones cada vez más embarazosas, tanto para el actual Gobierno como para determinadas instituciones, que nos hace pensar que lo que se está pretendiendo –algunos medios informativos ya lo vienen pidiendo – es, a mediados de legislatura, cuando apenas ha dado tiempo a que los nuevos gobernantes hayan puesto en funcionamiento todos sus proyectos o alternativas; se produzca una catarsis en nuestro sistema democrático. ¿Estamos convencidos, a la vista de determinadas actitudes, de marcado carácter antidemocrático, que se están produciendo en nuestro país, de que seguimos siendo una democracia? Lo que si es evidente es que, los partidos de izquierdas con el PSOE a la cabeza y el apoyo de los sindicatos mayoritarios CC.OO y UGT, han empleado de nuevo la táctica de dar por prescritas las pasadas elecciones; establecer una norma nueva, no escrita, que consiste en que se puede obligar a dimitir al presidente del gobierno cuando, a juicio de determinados grupos o cuando la calle lo pida o cuando a la oposición le parezca conveniente para sus intereses; dando por supuesto que su renuncia daría lugar a una solución mejor. Les aseguro que sólo de pensarlo me horrorizo.
El peligro de todos estos experimentos, lo malo de todas esta intrigas insidiosas y de estas peticiones extemporáneas, lo vemos reflejado en lo que está ocurriendo el los países donde la "primavera árabe" triunfó, en los que se pedía instaurar la democracia y en los que surgieron determinados líderes populacheros que se dedicaron a reclamar la regeneración política del país, la derogación de las endémicas dictaduras y la instauración de las libertades para sus respectivos pueblos. Pasado un tiempo, cuando en muchos de ellos como Túnez, Libia, Egipto o Irak, las revoluciones han triunfado o llevan camino de hacerlo ( gracias, en parte, al apoyo de los países europeos), los resultados obtenidos, la situación de sus ciudadanos, las nuevas leyes que se han dado y los gobernantes que, democráticamente ¿o no? han reemplazado a aquellos odiados dictadores; han sido incapaces de devolver el bienestar al pueblo; se siguen produciendo en sus territorios manifestaciones de protesta, que son combatidas con idénticos métodos con los que, los autócratas, se defendían y se sigue produciéndose un reguero de muertes que permiten opinar que nada nuevo se ha instaurado que justifique que, aquella "primavera", haya conseguido sus objetivos; salvo que se considere como beneficioso para España y Europa, que toda África del norte, la que linda con los países de la Europa meridional, está copada por regímenes islamistas.
Yo quisiera que, todos estos que buscan el caos que intentan derrocar al actual Gobierno, que se manifiestan como supuestos salvadores de los desempleados y capaces de devolver al país al nivel de bienestar social, al famoso "Estado del bienestar" que fueron los primeros en destruir. Tampoco podemos fiarnos de los nacionalistas, cada vez más encerrados en sus ansias independentistas ni en estos otros partidos emergentes, en algunos casos con futuro, pero que, en estos momentos, no disponen ni de los medios, ni de la popularidad ni de la experiencia que es necesaria para poder bregar con España y, a la vez, cumplir con las normas que se nos imponen desde la UE. ¿Algunos de ustedes pueden pensar en una especie de gobierno de unión nacional, en el que llevaran la voz cantante los nacionalistas, la IU del señor Cayo Lara o del inefable Llamazares; los de la Coalición Canaria o el mismo PSOE, del señor Rubalcaba, uno de los grandes responsables de la actual situación del país o, acaso, la propia Amayur compuesta de impresentables aficionados, amigos de terroristas, pero incapaces de pergeñar una idea aprovechable para la nación?
Se piensa, únicamente, en destruir, en protestar, en acusar o en descalificar, sin que ninguno de los que se ensañan en desmoronar nuestra endeble democracia, tenga un plan alternativo, que sea viable, que nuestra economía pueda asumir y ser sostenible, que no consista en prometer subvenciones, ayudas, mayores retribuciones, mejores prestaciones sociales u otras similares utopías cuando, como de todos es sabido, nuestro Gobierno se ha visto obligado a enfrentarse a un déficit público superior al previsto y a una situación en la que nuestra deuda no sacaba cabeza en las bolsas internacionales. Sólo, recientemente, y de una forma harto inestable, parece que haya mejorado un tanto. ¿Acaso, el señor Cayo Lara, tiene un sistema posible para revitalizar nuestra industria, o crear puestos de trabajo o que convexa a Europa de que tiene que darnos más dinero para que luego se despilfarre en ayudas a los sindicatos o a los nacionalistas?
Una reforma a fondo de nuestro sistema democrático debe estar ligada a Europa porque, el pretender darle un vuelco más social al sistema, sin contar con la CE, no es más que ponerse la soga al cuello. Ni comunistas ni socialista ni, menos nacionalistas, están en condiciones de dar lecciones de cómo se tiene que actuar para salva a España. Bastante han hecho para hundirla en tiempos pasados. Lo cierto es que enlodazando de corrupción al país, usando la técnica del "y tú más" y dejando de mirar los efectos funestos que, toda esta fanfarria que estamos organizando, tienen para la imagen de España en el extranjero; lo que sí es seguro es que no vamos a salir del hoyo. Así es, señores, como veo, con preocupación, la actual situación de nuestra nación.
Miguel Massanet Bosch