Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos (John F. Kennedy)
Hubo un tiempo en que muchos ciudadanos tuvimos nuestras dudas sobre este gran proyecto, consistente en la construcción de una Europa unida. Muchos pensábamos que los países europeos por su propia Historia; por sus diversas costumbres; por su variada cultura y diferentes orígenes; por las innumerables guerras sostenidas entre ellos y por los zarpazos que la codicia de algunos causaron en la integridad territorial de otros; iban a tener muchas dificultades para formar una supranacionalidad, con sus propias leyes, con unos mandos e instituciones unificados y una Constitución común, capaz de sumar lo que, los cientos de siglos de convivencia, enfrentamientos, desavenencias, odios y desencuentros enquistados por el paso del tiempo; habían impedido que se produjese. Cuando se malogró el intento de constituir una Constitución que confirmara la posibilidad de una gran Europa democrática, sin naciones que pretendieran dirigir a las otras ni privilegios especiales que condenaran a una parte de ella a estar subordinada económicamente, culturalmente, financieramente o socialmente a la otra; quedaron evidenciadas las dificultades para equipararnos a los EE.UU de América, fruto de sucesivas anexiones voluntariamente concertadas por los distintos estados que hoy forman el gran país americano.
El resultado de que no haya culminado la unión política de la gran Europa, ha resultado ser una especie de híbrido financiero económico en el que los únicos vínculos que, en la actualidad, unen a las distintas naciones que hoy forman parte de la UE, consisten en lazos meramente comerciales, en relaciones de tipo económico y en algunas leyes reguladoras de la libre circulación de ciudadanos por las distintas naciones europeas (Acuerdo de Shengen), y aún, en casos de grandes migraciones, algunas naciones lo han suspendido unilateralmente. La prueba de que es cierto lo que comentamos, es la forma plenamente autoritaria con la que los países ricos de Europa (Alemania, Holanda, Dinamarca etc.) han impuesto a la naciones en apuros, como Grecia y las llamadas PIIGS, condiciones draconianas, verdaderas reproducciones, en tiempos de paz, de aquel tratado de Versalles en el que los aliados condenaran a Alemania a indemnizaciones y humillaciones que sólo podían acabar con la miseria de aquel país.
Sin embargo, esta Europa que, ni tan siquiera dispone de una moneda unificada, ya que hay países, como el Reino Unido, que han quedado voluntariamente fuera de la llamada Zona Euro (CE), después de haber fracasado en su enfoque de la crisis, de haber comprobado que las imposiciones, debidas a la Alemania de la señora Merkel, no han bastado, sino obstaculizado, le recuperación económica de una parte de Europa, que se va quedando retrasada respecto a la de las naciones ricas que se han valido de su poder para situarse en una posición dominante, algo que queda claro en las reuniones del Parlamento Europeo, en Bruselas, donde nadie se atreve a oponerse a lo que deciden los grandes popes de la economía europea.
Esta Europa, que es la representación de la economía de mercado, del liberalismo económico, del respeto por la propiedad privada; que se manifiesta en contra del control estatal de las industrias y comercios; que proclama la libre circulación de la moneda por los distintos países y se respetan, o se respetaban hasta ahora, las cuentas que los particulares abrían en las distintas entidades bancarias para depositar en lugar seguro sus ahorros, que sólo podían embargarse en casos específicos determinados por la Ley, previa disposición judicial; sin que se haya aprobado ninguna ley de carácter universal que autorizara para ello al gobierno chipriota a apoderarse "por la brava" de los bienes de sus ciudadanos, depositados en las cuentas bancarias de Chipre; ha obligado a que, en garantía de los 10.000 millones que se le conceden a Chipre para evitar su quiebra como nación, el Gobierno, Nicos Nastisiadis, se haya comprometido a que se les aplique, a todos los ciudadanos chipriotas, una quita del 9'99%, en caso con depósitos superiores a 100.000 euros y una del 6'7% al resto.¡Una incautación en toda la regla cuyos efectos, en toda Europa y en las mismas bolsas, son incalculables si, como parece que puede ocurrir, el Parlamento chipriota aceptara la imposición de Bruselas!
Como era previsible que ocurriera los ciudadanos se han lanzado a los cajeros automáticos, en un intento de salvar de la quema lo que pudieran, aunque sólo fueran unos pocos euros. La réplica del Gobierno ha sido cerrar los bancos que, al parecer, permanecerán cerrados al menos tres días. Ha sido tal la conmoción en Chipre y, no nos andemos con paños calientes, en toda la CE, que el señor Nastisiadis ha pospuesto la reunión con el Parlamento chipriota para tomarse tiempo para analizar las consecuencia de tan intempestiva medida, que convierte a los ciudadanos en rehenes del Estado, que deberá prescindir de las garantías que a la ciudadanía les brinda el Estado de Derecho, para meter la zarpa recaudatoria en los ahorros de sus ciudadanos.
Pero ¡cuidado, señores!, porque aquí se sienta un precedente; un grave y peligroso precedente, que no carga las tintas sobre las grandes fortunas ¡todos sabemos que los grandes potentados tienen medios para esquivar tales medidas!, sino que consiste en una nueva merma de los derechos de la ciudadanía y un grave ataque hacia esta sufrida clase media; que se va convirtiendo en el chivo expiatorio de todos los grandes prebostes comunitarios, que ya no saben lo que hacer para tapar las heridas de los grandes errores que vienen cometiendo. Puede que lo de Chipre, como nos quieren hacer creer, se limite a ser un caso singular. No obstante, nadie nos puede asegurar que no haya sido un experimento para calibrar los pros y los contras sobre la posible aplicación a otros países de una medida semejante.
En cualquier caso estamos, señores, ante un claro caso de intrusión del poder en el ámbito particular; un caso de un grave agravio contra los derechos de los ciudadanos a conservar el fruto de lo que han tardado años de trabajo en poder ahorrar y un evidente abuso de poder por parte de un gobierno que se ha extralimitado en sus funciones, asumiendo un derecho del que carece comprometiéndose, por encima de los poderes que le fueron transferidos por los votos de los ciudadanos, a ejercer de recaudador en nombre de la CE, convirtiendo lo que debería ser una garantía del Estado, que no olvidemos es quien recaudada los impuestos de los ciudadanos y quien debe responder de su uso ante la ciudadanía a través de las institución de control de la acción gubernativa que les está asignada; en una traición a la confianza que en él depositaron los chipriotas..
Es preciso, señores, que la reacción de todos los españoles ante semejante cacicada de la UE, sea tajante y que dejemos claro que no estamos dispuestos a regresar a cualquier tipo de sociedad al estilo de los países de detrás de antiguo Telón de Acero. Todo tiene su límite y hay casos en los que, el permanecer callado puede resultar muy peligroso. O esto es lo que opino yo, señores, respeto a tamaña violación de los derechos ciudadanos.
Miguel Massanet Bosch