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Preocupa la degradación moral, ética e ideológica del pueblo español (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el abril 1, 2013 por admin6567
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"Descuidamos las cosas que tenemos ante nuestros ojos y abandonamos las que tenemos más próximas para ir en pos de las menos accesibles" (Plinio el Joven- Epístolas)

 

A veces nos cuesta admitir que, no toda la culpa de lo que está sucediendo en España es únicamente de los políticos, de la crisis o de las imposiciones que nos vienen marcadas desde la Europa comunitaria. Sin duda que algo de culpa también tendremos los propios ciudadanos en todas estas desgracias que están ocurriendo en nuestro país. Es posible que tengan razón aquellos que nos reprochan que no supimos vivir de acuerdo con nuestras posibilidades; que nos fiamos demasiado de la racha de buena suerte, prosperidad, abundancia de trabajo y boom de la construcción, sin pararnos a comprobar nuestras limitaciones, nuestras ganancias excesivas y nuestra dependencia excesiva de un solo sector, el de la construcción, sobre el cual giraba, peligrosamente, todo el bienestar de nuestra nación. Y, seguramente, algo de todo esto hubo.

Verán ustedes, soy de aquellos que lamenta la desaparición del servicio militar obligatorio. Mi propia experiencia como soldado raso destinado a África, en el Regimiento de Artillería de Costa de Ceuta, me confirma en lo útil, pedagógica, gratificante y provechosa que resulta una estancia, bajo la disciplina militar, de un tiempo ( otra cosa es si debiera ser de un año o seis meses) en el que se eliminan del individuo las costras de clase, se le entrena en la humildad y se le enseña, mejor que en ningún otro lugar, que no hay hombre que sea mejor que otro, si no tienen las cualidades de solidaridad, modestia, paciencia y compañerismo. Incluso las propias injusticias, los malos ratos, el cansancio de las largas marchas o el agotamiento de las marchas ligeras comportan un elemento más de enseñanza y experiencia, que pone de manifiesto que, sin esfuerzo, sin sacrificio o sin ánimo de superación no se consiguen los resultados que uno aspira a conseguir.

Son varias las generaciones que han quedado exentas de cumplir con el Servicio Militar obligatorio, que quedó derogado hace ya 11 años. Se alegaba que era una pérdida de tiempo; que no se aprendía nada y que lo único para lo que servía era para retrasar la entrada en el mundo del trabajo a los jóvenes. Lo que no se dijo era que, a las izquierdas, el hecho de que todos los jóvenes tuvieran que pasar por una época de servicio a la Patria no les agradaba, debido a que la estancia en el Ejército les infundía un sentimiento patriótico, los disciplinaba, les permitía compartir y departir con otros jóvenes de distintos estamento sociales y conocer los problemas que, en muchas ocasiones, por su estatus social les eran desconocidos.

Los resultados de la sustitución del SMO por un servicio a cargo de voluntarios, quizá haya sido beneficioso para conseguir soldados más eficientes en el manejo de las armas modernas pero, sin duda, también se ha logrado tener un ejército de mercenarios que pueden ser muy instruidos en sus respectivos cometidos, pero que carecen del amor a la patria, la entrega sin reservas y el valor que siempre, desde tiempos inmemoriales, demostraron tener nuestros aguerridos soldados. Como es habitual en este país siempre se suelen tomar las decisiones menos oportunas, lo que se demuestra, en el caso que nos ocupa, la degradación generalizada entre los españoles ( no hablo de los que ya somos mayores, a los que el relativismo moderno nos resbala por nuestras endurecidas epidermis) respeto a los sentimientos de amor a la patria, a sus símbolos y respeto a nuestra historia; viene produciendo los resultados que ya se podían prever si nuestros políticos, empeñados en no mirar más allá de sus intereses particulares, hubieran tenido una visión más de perspectiva, más de futuro y menos obcecada con los problemas del momento. El resultado está a la vista: una España en clara descomposición con nacionalismos excluyentes que, sin el menor reparo, demuestran sus intenciones de independizarse de España; con partidos políticos que no dudan en saltarse la Constitución y los principios democráticos para, cuando los resultados de las urnas no les son favorables, utilizar todos los subterfugios, trucos, martingalas, demagogias y engaños para socavar, desde la calle o desde las cloacas de la política, al Gobierno de la nación impidiéndole el normal desarrollo de una legislatura.

Y cuando ello no basta, surgen de todas partes y bajo las más distintas modalidades, grupos radicales, alimentados por los habituales agitadores de oficio que, sin respetar los más elementales principios democráticos ni someterse a la legalidad, utilizan los métodos más diversos de coacción, chantaje, amenazas, acosos y todos aquellos proverbiales métodos que, curiosamente, fueron los mismos que los nazis utilizaron para socavar los cimientos de la república de Weimar y que, una vez en el poder, utilizaron para marcar los barrios judíos y señalar con un distintivo especial, una cruz de David amarilla cosida a sus ropas, a los propios ciudadanos alemanes de procedencia judía. Hoy en día grupos incontrolados, al mando de una ciudadana catalana llamada Anna Colell, emplean el mismo sistema coercitivo, acosando a miembros de PP hasta en sus propios domicilios, en los que pegan panfletos y fotografías con las que se les estigmatiza como si fueran criminales a los que se debe eliminar. Se supone que la policía o la Guardia Civil debieran de tener capacidad para controlar estos excesos, detener a los dirigentes de estas bandas urbanas y aplicarles la sanción oportuna. Pues no, señores, no pasa nada de eso, al contrario, para más denigración y desvergüenza los mandos de las fuerzas antidisturbios han accedido a que cada policía lleve en sus espaldas un número para así facilitar la tarea de aquellos colaboradores de las revueltas que así podrán fotografiar, se haya excedido o no en el cumplimiento de su deber, al agente en cuestión para poder formular la consiguiente denuncia de malos tratos.

Evidentemente que, ante una situación tal, lo que cualquier persona haría en propia defensa, es no actuar y dejar que las calles caigan en manos de los revolucionarios, que podrían actuar con completa impunidad para enfrentarse contra cualquier persona o institución a la que quieran obligar a cambiar de opinión. Pero ¡admírense ustedes y tómense una taza de tila! En una encuesta practicaba por el Diario el Mundo, su director, el señor Pedro J. Ramírez, explicaba esta mañana en la COPE que la mayoría de ciudadanos a los que se le había preguntado si estaban conformes o no con los acosos de los grupos anti desahucios a políticos del PP; en un 52 % han respondido que: ¡lo veían normal! Y, ante esta contestación nos debemos preguntar, ¿qué clase de ciudadanía tenemos?, ¿es posible que haya tanta gente que no sepa analizar con ecuanimidad una cuestión de tan difícil solución y cuyas consecuencias pudieran llegar a que los bancos dejaran de utilizar las hipotecas por la falta de seguridad jurídica?

Desgraciadamente, la influencia de Internet, de las redes sociales y de los medios de comunicación, la mayoría dirigidos por personajes de izquierdas, están consiguiendo que la opinión pública se incline ante una serie de razonamientos primarios, sentimentaloides y, por supuesto equivocados y carentes de una base legal pero que, por desgracia, logran calar en aquellas personas fáciles de convencer y, aún más, si están afectadas ellas o sus familias por la difícil situación económica y social por que estamos pasando. Labor del Gobierno sería evitar que ello sucediera pero, por desgracia, prefiere permanecer encerrado en su caja de cristal. O esta es, señores, mi opinión al respecto.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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