Por fin, señores, ¡una buena noticia! En medio de tanto pesimismo, algarada callejera y despropósito el que, el señor Willy Toledo, uno de los más conocidos representantes de esta Farándula que tan pesada nos resulta a los españoles, que ha conseguido que cada año la cuota de visitantes a nuestros cines vaya disminuyendo y que, lo único que por lo visto saben hacer, para ocultar sus carencias, su adocenamiento, su ignorancia y su falta de imaginación, es solicitar del Estado que los subvencione; porque ya no hay productores que se atrevan a arriesgar sus dineros en este cine basura, en estas películas apócrifas de lo que fue la guerra civil y donde se pintan a matones como santos y a furcias como heroínas; eso sí, con grandes exhibiciones de sexo, desnudos y palabras soheces, algo que, para estos personajes infumables, que forman la mayoría de estos atrabiliarios personajes (no todos por fortuna porque los hay que se merecen todo nuestro respeto), es el no va más de la «cultura»…
A muchos nos alegraría que, este señor que se nos va a Cuba como huésped dilecto del anciano Fidel Castro, tuviera las facultades de aquel entrañable personaje de los Hermanos Grimm, aquel vengativo flautista de Hamelin que, al son de su instrumento, para vengarse de los aldeanos que no le pagaron por librarlos de las ratas, se llevo a 135 niños (menos a un cojo, un ciego y un sordo) a una lejana cueva y nunca volvieron a aparecer. En efecto, si don Willy quisiera y pudiera, nos haría un gran favor si nos librara de este incordio omnipresente, la señora Bardem, de los Juan Diego y su hijo, de esta señora teatrera y plañidera, que no desaprovecha ocasión para mostrar su faceta de progre, esta tal Candela Peña, catalana, y de tantos otros que, en lugar de dedicarse a culturizarse y enterarse de que, quienes fueron los que llevaron a los españoles de a pie a la situación en la que nos encontramos no son, ni mucho menos, los del PP, sino sus protectores los del PSOE del señor Zapatero. En todo caso ¡buen viaje! Y que se quede con los cubanos para siempre, señor Toledo, en España podremos, sin duda, pasarnos sin su compañía.
Lo que parece que no tiene visos de desaparecer es, sin duda, esta fiebre acosadora de los seguidores de la activista catalana, Ada Colau, y sus huestes de la PAH. Incomprensiblemente las autoridades, los encargados de mantener el orden y de garantizar a todos los ciudadanos su intimidad, su derecho a no ser coaccionados ni acosados; ya que en España no está permitido, como en EE.UU, defender el domicilio con armas de fuego, no han encontrado el medio de poner fin a tales desmanes que amenazan con convertirse en algo endémico y, sin duda, lo van a conseguir, si no se establecen penas lo suficientemente disuasorias para desalentar a los gamberros que cometen tales actos. Unas multas de 1000 euros para cada acosador no estarían mal y bastarían para enfriar este fervor de martirizar a políticos, que parece que se ha despertado en algunas feministas, si, como parece, las imitadoras de la señora Dolores Ibárruri, más conocida como la Pasionaria –a la que, incomprensiblemente, se la permitió regresar a España a pesar de tener un turbio pasado (borrado de sus actuales biografías) que la relacionaban como incitadora de sucesos luctuosos y de amenazar a Calvo Sotelo con la muerte el mismo día en que fue asesinado) – Así, en el último episodio de la PAH, en este caso en Cáceres y contra el señor Floriano del PP, otra de estas féminas, una tal M.L. Prudencio, ha sido la que ha asumido los hechos con la misma naturalidad que si le hubiera dado un caramelo a un niño. Así se empieza, lo que no sabemos es cómo se terminará, aunque sí conocemos como acabó algo que empezaron los del Frente Popular antes de que España explotara en una guerra civil.
Y es que, señores, se está extendiendo como la pólvora esta costumbre de algunos ciudadanos de inmiscuirse en los procesos judiciales, intervenir en temas que están en tramitación en el Congreso y pretender torcer la marcha de la justicia como los derechos constitucionales de los ciudadanos, erigiéndose en una especie de Justicia paralela cuyos límites los fijan ellos mismos, sin que les importe si sobrepasan las normas. Una policía atada y frenada por unos políticos que no se atreven a ejercer sus responsabilidades, a pesar de que la nación se lo está reclamando y se lo pidió cuando les otorgó la mayoría absoluta, no basta. Incluso, en casos muy lamentables, como es el asesinato de Marta del Castillo, entendemos que el protagonismo que se atribuyen sus padres, después de todos los esfuerzos de los jueces y la policía para desentrañar el misterio, ya está entrando en una fase de desmesura, de abuso de los recursos públicos y, si se me permite, un cierto intrusismo en la labor de los profesionales para lo que, lamentablemente no están preparados, ni técnica ni académicamente, para objetar una vez y otra las decisiones judiciales. Todo tiene un límite y todo debe tener un final.
La noticia de una posible coalición entre fuerzas progres y de la izquierda, para preparar una plataforma con la que presentarse a las elecciones; la evidente ocupación por los alborotadores de las vías públicas; los desórdenes y acosos ante los domicilios de los ciudadanos, sean o no políticos, y la pretensión de las minorías descontroladas, anarquistas o comunistas, de usurpar mediante la acción revolucionaria, las facultades del Congreso de Diputados y el Senado; no son más que intentos repetidos y, cada vez más violentos, de chantajear a nuestros dirigentes y de buscar suplir las labores encomendadas a los tres poderes del Estado señalados por Montesquieu, que son la base de toda democracia que no quiera convertirse en dictadura, de la clase que fuere, o en un tipo de sociedad en la que no existan las leyes, ni el orden, ni la propiedad, ni las instituciones; un reino de libertarios que, hoy en día, no pasa de ser algo inimaginable en una Europa de las naciones que, sin duda, no iba a consentir semejante locura.
El que el feminismo radical, pretenda dar en paso al frente intentando conseguir sus discutibles objetivos mediante el recurso a ignorar las leyes, nos parece una forma descerebrada de entender lo que es igualdad de géneros. Recuerdo una frase del escritor español, Gil Bejes Sampao, cuando dice: «Cuando las mujeres se hayan liberado al fin, habrá que invertir el péndulo y empezar con la liberación del hombre«. Sin duda atravesamos tiempos difíciles y se nos empeñamos en empeorarlos el resultado puede ser la propia destrucción de nuestra democracia. O así es, señores, como pienso yo.
Miguel Massanet Bosch