- Casi todos, algunos de forma rotunda, buscan una imagen propia para mitigar el desgaste
- Aguirre está sola en su ataque directo, pero los demás están preocupados por sus elecciones
Carlos E. Cué / Francesco Manetto Madrid (Publicado en El País, aquí)
De izquierda a derecha: Mato, Cospedal, Montoro, Gallardón, Rajoy, Feijóo, Pons,
Arenas, Monago y García Escudero, en un comité ejecutivo del PP en 2011. / ANXO IGLESIAS
El PP siempre fue el partido del discurso único en toda España. Pero las
cosas están cambiando a toda velocidad. “Es bueno que cada uno defienda lo
suyo”, dijo el viernes la vicepresidenta, Soraya Sáenz de
Santamaría, cuando le preguntaron por unas declaraciones
de Alicia Sánchez-Camacho, líder del PP catalán, en las que directamente
exigía a Cristóbal Montoro que concediera a su comunidad un déficit para 2013
del 1,8%, muy superior al 1,2 marcado por el Ejecutivo como media para las
autonomías.
Santamaría, como los demás miembros del Ejecutivo, es consciente del ambiente
de enorme preocupación que se vive en las direcciones regionales del PP, en los
Gobiernos autónomos, en las llamadas baronías. Todos están empezando a
temer por sus puestos, por sus cómodas mayorías absolutas. Y cada vez es más
evidente, especialmente en algunos, según admiten barones y dirigentes
consultados, el intento por alejarse del deterioro
de la imagen del Gobierno. El Ejecutivo y especialmente el presidente están
hundidos en las encuestas,
y los dirigentes autonómicos tratan de marcar perfil propio. Las ausencias de
esta semana en la cita en Génova, 13 con Rajoy fueron muy comentadas —cinco
barones clave no acudieron con distintas justificaciones— pero ni siquiera son
lo más relevante, explican otros dirigentes. Lo más importante son los discursos
y gestos públicos de cada uno para intentar diferenciarse del Ejecutivo.
La única que ha mostrado abiertamente
sus críticas a la línea del Gobierno es Esperanza Aguirre, presidenta del PP
de Madrid. Pero ella, analizan diversos dirigentes, no lidera ningún grupo. De
hecho se quedó muy sola, como es habitual, en sus críticas a la subida de
impuestos y en especial a Montoro, el ministro de Hacienda. Nadie apoyó a
Aguirre. Pero algunos dirigentes notaron otra novedad: nadie la siguió, pero
tampoco ningún barón habló contra ella, al contrario de lo habitual. Prefirieron
dejar que la batalla fuera entre ella y Montoro. Ese silencio y algunas
ausencias como la de la muy influyente Luisa
Fernanda Rudi muestran, según este análisis, la preocupación de los barones
por la situación política y su intento de no aparecer ni en fotos ni en gestos
muy próximos al Gobierno.
Los demás por tanto no siguen a Aguirre, pero sí buscan su manera de
diferenciarse. Algunos
de forma muy evidente, como José Antonio Monago, el extremeño, otros de
manera más sutil pero igualmente buscada. A Monago se le justifica siempre por
su compleja realidad política: su puesto depende de que IU y PSOE no pacten una
moción de censura que ahora mismo se antoja imposible. Pero él ha dado un paso
más esta semana y no solo ha
anunciado bajadas de impuestos en pleno debate interno sobre la subida del
Gobierno, sino que además ha
planteado un gran pacto de Estado precisamente cuando Rajoy lo ha descartado
en el Congreso.
Lo cierto es que el ambiente está tan complicado que de momento tanto
Montoro, desde el Gobierno, como Dolores de Cospedal y Javier Arenas, desde el
PP, trabajan para suavizar la tensión interna en cuestiones clave como el
reparto del objetivo del déficit. Pero la situación está lejos de
resolverse. Tanto es así que de momento no hay fecha ni para el Consejo de
Política Fiscal que debería cerrar ese acuerdo ni para la reunión de los barones
del PP con el presidente de la que se lleva hablando varias semanas. Tanto se
retrasa esa cita que el propio Alberto
Núñez Feijóo, el presidente gallego, ha llegado a plantear que los
presidentes, no solo los del PP, deberían establecer foros en los que reunirse
sin la necesidad de que esté presente Rajoy. Feijóo dijo además que al Ejecutivo
le falta “relato”, una forma de distanciarse más que evidente.
Otros, como el madrileño Ignacio González, sin llegar al nivel de críticas de
su mentora, Aguirre, se diferencia con su rechazo a subir impuestos —ni siquiera
aplica el de patrimonio— y sus discursos. El valenciano Alberto Fabra es más
sutil y se concentra en sus críticas a la financiación. José Ramón Bauzá, el de
Baleares, también va en esta línea y esta semana llegó a argumentar que no
encontraba vuelo a Madrid para no acudir a la reunión con Rajoy. Juan Vicente
Herrera, aunque no tiene intenciones de ser candidato, lleva meses con gestos de
distanciamiento. Ramón Luis Valcárcel, que tampoco repetirá, fue tajante en el
anterior Comité Ejecutivo al reclamar que él no aceptaría en el déficit ni un
gramo menos de lo que le den a Cataluña.
“Evidentemente, todo lo que hacen en el Gobierno nos afecta. Esta sensación
depresiva generalizada nos afecta. Y la mala imagen del Gobierno nos perjudica.
Todos somos PP y la gente tiende a vernos como un bloque. Es lógico que cada
presidente busque perfiles propios”, explica un barón autonómico. “Es muy
difícil la situación que tiene el Gobierno. Todos lo sabemos. Es evidente que
podrían comunicar mejor pero en general en los barones hay comprensión hacia el
Ejecutivo, sabemos que no es fácil. Pero lo que no nos pueden pedir es que nos
quememos con ellos. Por eso es lógico que cada uno busque su perfil en
su comunidad, para diferenciarse, aunque no hay ningún enfrentamiento serio con
el Ejecutivo”, resume un presidente.
“La más enfadada de todos es nuestra gente. Son los votantes del PP los que
más rechazan la subida de impuestos, por ejemplo, y sobre todo los que más
frustrados están porque esperaban otra cosa, no que les digan que en cuatro años
no se va a resolver el paro. Por eso el trabajo es más difícil. No se trata de
luchar contra el PSOE, que está hundido, sino contra la desmoralización de
nuestras filas, y para eso cada presidente autonómico busca sus propias técnicas
sin atacar directamente al Gobierno, este es un partido muy presidencialista y
muy disciplinado”, señala otro.
“Estamos en el momento más bajo. La gran duda es si nos dará tiempo a
recuperar la confianza de los nuestros. Eso no se hace en dos días. Y aunque
queda mucho para las autonómicas, dos años, el calendario es muy malo para los
barones, como les pasó a los socialistas en 2011: vienen antes las autonómicas
que las generales, y eso hace que la gente que tiene ganas de castigar al PP
tendrá la primera oportunidad seria en las autonómicas, porque las europeas son
unas elecciones irrelevantes”, analiza un dirigente.
Aunque aún queda mucho tiempo, algunos barones tienen en la cabeza una imagen
de 2012. Es la foto del fracaso de Andalucía: Cristóbal Montoro y Fátima Báñez
flanquean a Javier Arenas en el balcón de la sede de Sevilla. Arenas hizo mucha
campaña con ellos por toda Andalucía. Fue su gran error, admitido incluso en su
entorno. La imagen de Montoro y Báñez, en un Gobierno que ya por entonces había
aprobado la mayor subida de impuestos de la democracia y una durísima reforma
laboral, desanimó a muchos votantes del PP.
El asunto del déficit
a la carta está mostrando a las claras esos intentos. La última vez que
Montoro citó a los consejeros de Hacienda, la reunión fue muy tensa y varios, en
especial Pilar del Olmo, de Castilla y León, le expusieron sus críticas y le
reprocharon que no reciben apenas información, que se enteran de las decisiones
clave por la prensa. Los barones están indignados porque tienen la sensación de
que Montoro va a favorecer a Cataluña por motivos políticos. Arenas tuvo que
mediar, según algunos asistentes, y prometer que habría más coordinación. Pero
Montoro prometió en esa cita que les daría hasta un 1,5% de déficit y finalmente
lo ha dejado en 1,2%. El déficit es el tema central en este momento para mostrar
distancia del Ejecutivo. Pero habrá otros, y si el Gobierno sigue con esta mala
imagen, los gestos aumentarán a medida que se acerquen las elecciones. Nadie va
contra el Gobierno, pero lo primero es lo primero, y eso casi siempre es ganar
las elecciones.