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¿Están preparados para la democracia todos los países? (por Miguel Massanet Bosch)

Publicada el julio 4, 2013 por admin6567
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"El navío de la democracia después de haber capeado tantos temporales, puede irse al fondo en un motín de los que van a bordo" S.Grover Cleveland

 

No se me interprete mal pero, como ya dijo Aristóteles, "la democracia tuvo su origen en la creencia de que siendo todos los hombres iguales en ciertos aspectos, lo son en todo". Es evidente de que ni somáticamente, ni psíquicamente ni temperamentalmente todas las razas humanas pueden considerarse iguales ni por sus culturas, ni por sus idiomas, ni por sus costumbres, ni por el carácter de sus habitantes ni por el entorno físico en el que viven ni mucho menos por sus creencias o religiones. Es por eso que tengo el convencimiento de que, en cuanto los sistemas de gobierno, tampoco se puede pretender que, el que de buenos resultados en un país o se estime apropiado para una determinada etnia humana, forzosamente tenga que ser adecuado o recomendable para las restantes; aún admitiendo que, cuanto más sensatos, más justos, equitativos y participativos sean los principios en los que se basan unos determinados sistemas de gobierno, más probable será que sean aplicables a un conjunto mayor de países.

Soy de los que, desde un principio, tuve el convencimiento de que la llamada "primavera árabe" no iba a significar la liberación esperada para los países que se vieron involucrados en aquella revolución. Nadie, medianamente conocedor de los países de religión musulmana, puede pensar que era suficiente, para levantar una revolución en Túnez, Egipto, Libia, Yemen y otros a los que se extendieron las llamas del levantamiento, evidentemente de tipo islamista; el envío de unos simples e.mails por unos jóvenes estudiantes árabes, desde Europa, o la simple intervención de un grupo de agitadores en Túnez, sin la participación interesada, solapada y traumatizante de la inteligencias de varios países europeos, evidentemente interesados en reforzar su influencias en los países del norte de África, no para derrocar a una serie de dictadorcillos que, por otra parte, los habían ido alentando durante años mientras sirvieron a sus intereses económicos, estratégicos y financieros; sino porque ahora les resultaban incómodos, poco productivos o, quizá, excesivamente agresivos. Descartemos por completo la hipócrita excusa de estar preocupados por la situación social de los distintos estados árabes o por el especial interés en aplicar la democracia, al estilo occidental, en ellos; algo que sólo fue un camuflaje para tener ocasión de intervenir, de una manera invasora y desequilibrante, como sucedió en el caso de Libia, en el que se utilizó la maquinaria militar de algunos países, entre ellos España, para inclinar la balanza del lado de los revoltosos. Europa tiene mucho de que arrepentirse en lo que han devenido aquellos primeros incendios revolucionarios y en los pobres y desalentadores resultados derivados de ellos.

Lo que sucede, señores, es que bajo el amplio concepto del término democracia, se esconden ambiciones totalitarias y absolutistas, manejadas desde las catacumbas de la política, donde se barajan intereses espurios que nada tienen que ver con establecer gobiernos que se ocupen de verdad del bienestar del pueblo, sino que sólo buscan implantar los peones de esta inmensa partida de ajedrez financiero y económico que se está jugando desde las intrincadas mafias del poder, a las que no son ajenas la masonería y otras sociedades secretas, cuyos tentáculos se extienden sobre todas las naciones del globo terráqueo. Lo que sí es evidente es que, muchas naciones no están preparadas para aceptar, en lo que son sus verdaderos términos, lo que es una democracia come il fau, en la que se cumplan todos los requisitos y se respeten las reglas, de modo que no sea utilizada para encubrir otros tipos de regímenes para los que, el término democracia, no sea más que una mera excusa que le permita esconder lo que no es más que una autocracia partidista que pretenda perpetuarse en el poder.

Lo sucedido en Egipto, aparte de constituir un golpe de estado contra la democracia, al vulnerarse la voluntad mayoritaria por un golpe militar que, curiosamente, ha sido bien visto por todas las democracias occidentales y nadie se ha quejado de ello; demuestra la volatilidad con la que las masas cambian de opinión, al propio tiempo que el poder de las fuerzas ácratas, expertas en alterar el orden, en infringir las normas y en dirigir las masas en el sentido que a ellas les conviene. ¿Están los árabes preparados para un régimen democrático? Evidentemente no. Como, por mucho que presumamos de ello, no lo estamos la gran mayoría de los españoles. Aunque cueste admitirlo, hay naciones que, para conseguir la paz, lograr la convivencia, mantener el orden, avanzar, progresar y elevar su nivel de vida, precisan de un régimen autoritario que sea capaz de frenar a los partidos políticos, contener las ambiciones de sus dirigentes, evitar los desvíos nacionalistas, controlar a los sindicatos y mantener el orden en las calles; para evitar que unos pocos logren desequilibrar la buena marcha de toda la nación.

Veamos el caso de España. Mientras los socialistas estuvieron gobernando por un periodo de mas de 7 años, sin que ni sindicatos ni los comunistas o nacionalistas levantaran la voz para denunciar ni poner coto a lo que fueron los mayores desvaríos en lo social, económico y financiero que, en todos los años de democracia, se habían producido; las derechas fueron críticas con ellos, pero mantuvieron sus desacuerdos dentro de los muros del Parlamento. Cuando el PP logró la victoria, por mayoría absoluta, todo cambió. Las izquierdas no fueron capaces de admitir la aplastante derrota y asumir su papel de oposición. Desde un principio fue obvio que, el respeto por las formas democráticas, quedaba arrinconado y que se iniciaba una batalla a cara de perro de toda la oposición de izquierdas y de los nacionalismos excluyentes, contra el gobierno de centro derecha del señor Rajoy.

Las irregularidades que, inmediatamente, fueron apareciendo en las distintas administraciones autonómicas que pasaron a los populares, pusieron al PSOE en graves compromisos que, junto a la rabieta por lo abultado de su derrota y el temor a que fueran descubriéndose nuevas pruebas de una administración irregular; los decidió a emprender una campaña sin cuartel en contra de los nuevos gobernantes, con el fin de lanzar una espesa cortina de humo sobre las consecuencias de sus propios errores. Se percataron de que peligraban todas aquellas ventajas que durante el tiempo de su mandato se habían procurado; todas las bicocas que muchos de sus dirigentes se habían asegurado; todos aquellos despilfarros, impagados y malversaciones de caudales públicos que habían ocultado, para evitar que se hicieran públicos pero que, ahora, a la llegada de los del PP, era evidente que irían apareciendo, como así ha sido.

La maquinaria de propaganda del PSOE, sus subvencionados de la farándula, sus protegidos de las empresas públicas y sus manipuladores de prensa en la mayoría de los medios de comunicación del país, especialmente en las televisiones, tanto públicas como privadas; comenzaron a poner en solfa las campañas más emponzoñadas, antidemocráticas, malévolas, intoxicadoras y letales en contra del PP y de su Gobierno, sacando a la luz hasta las más mínimas faltas, errores o imprudencias de los dirigentes del partido gobernante, magnificándolos, propagándolos, multiplicándolos, machacando con ellos, día tras día, la credibilidad y la honra de aquellas personas implicadas; hasta que han conseguido crear un ambiente ominoso en contra de ellas. ¿Es esta manera de actuar democrática? Por supuesto que no, pero aquí continuamos creyéndonos que estamos en una democracia. O esta es mi opinión, señores, sobre este tema.

Miguel Massanet Bosch

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Juan Andrés Buedo: Soy pensionista de jubilación. Durante mi vida laboral fui funcionario, profesor, investigador social y publicista.
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