(Publicado en República de las ideas-Caffe Reggio, aquí)
OPINIÓN
Ni Rajoy debe dejar de acudir al Parlamento, como lo exige la situación del caso Bárcenas, ni Rubalcaba puede utilizar el mecanismo de la moción de censura con objetivos ajenos a los que marca la normativa, porque de lo contrario podría incluir en fraude de ley. Esta situación sumada a un sin fin de malas artes por parte de los gobernantes y de la oposición nos lleva a un lamentable espectáculo que confirma el trágico final del régimen de la transición y el deterioro de la vida pública y de sus más notorios gobernantes y representantes.
En las últimas horas se han visto zarandeados la presidencia del Gobierno y el presidente del Tribunal Constitucional, Francisco Pérez de Cobos, por su militancia en el PP de la que no informó aunque no sea ilegal así como el presidente del Consejo de Estado, Romay Becaría, de quien Bárcenas dice que recibió una donación al PP de 300.000 €, cuando Romay era el tesorero del partido. A ello se suman: los escándalos en el entorno de la Corona con noticias sobre las ‘aventuras’ varias de Urdangarin, donde podría aparecer encausado el ministro de Justicia, Gallardón.; el PP con el caso de Bárcenas; el PSOE con los ERE de Andalucía; y CiU con la corrupción del Palau. Y finalmente se abre un ‘taimado’ debate en el Consejo General del Poder Judicial a propósito de la sustitución del juez Ruz en la Audiencia Nacional, a partir de septiembre.
Al tiempo, fallan los modales democráticos más elementales para el control de la vida pública por la actuación del poder judicial y especialmente de la fiscalía (protege a la Infanta y a Gallardón), y por el desprecio del Parlamento y de los medios de comunicación por parte de la Moncloa y del Gobierno que preside Rajoy.
El que ahora medita, ante la presión nacional y la internacional, sobre si debe acudir al Parlamento a explicar su presencia en el caso Bárcenas de la presunta financiación ilegal del PP y sus famosos SMS al ex tesorero, ante la advertencia de Rubalcaba de forzar su comparecencia con una moción de censura. La que el líder de la oposición pretende que solo sea testimonial con riesgo de caer en fraude de ley si se manipula el procedimiento de esta iniciativa parlamentaria.
Los medios de comunicación, especialmente en el caso Bárcenas, tampoco han estado a la altura de las circunstancias y el ruido ha sido ensordecedor a favor y en contra de Rajoy. Un río revuelto en el que abogados de fortuna, chantajistas, falsos periodistas y políticos de baja estofa se han infiltrado en medio del escándalo para hacer de las suyas y sacar provecho de semejante situación.
El resultado de todo esto, sumado a los gravísimos problemas del paro y de la crisis económica y financiera, es lamentable y deja a este país sumido en la impotencia y en la desolación. Y camino de unas vacaciones de verano marcadas por la crisis y el temor a un otoño del que no se espera una importante mejora de la situación.
La Corona, el Gobierno, los partidos, la Justicia, los medios y no pocas instituciones están políticamente tocados y desprestigiados, y el país dividido ante la crisis y los partidos, en medio de todo un dantesco espectáculo de ineficacia política, corrupción, de falta de unidad y un horizonte claro y esperanzador. La mala política y las no menos malas reglas del juego del sistema político español que nació en la transición son causas destacadas de todo ello que a la vez nos impiden avanzar hacia una razonable y pronta solución, para la que serían necesarios la presencia de fuertes liderazgos en el Gobierno y en la Oposición.