"La revolución no crea una vida nueva; no hace sino manifestar la descomposición de la antigua vida pecadora" N. Bardiaeff
Mucho nos tememos que cualquier esperanza de que el conflicto catalán entre por los cauces del sentido común; se consiga que las aguas vuelvan a sus cauces y que todas las semillas de mala hierba que los nacionalistas y separatistas han sembrado, durante estos últimos años, esta cizaña maligna con la que han invadido las mentes de tantos catalanes se sequen, antes de llevarlos a la locura revolucionaria de la que nada más se puede esperar más que enfrentamientos entre ciudadanos y adversidades irreparables para la futura convivencia entre los españoles, algo que ya tuvo lugar con la finalización de la Guerra Civil en abril de 1.939.
Los recientes sucesos que han tenido lugar en el barrio de Sans de Barcelona, ya no se tratan solamente de actos reivindicativos por la independencia de Catalunya. Tal como ya hemos venido anunciando, a través de nuestros comentarios, desde hace tiempo, son estos terroristas urbanos los que están manejando los hilos de todas estas muestras de insumisión civil, enfrentamiento a la autoridad y desprecio por las leyes. No es que sólo quieran, simplemente, una independencia de Catalunya de la nación española. No, señores, lo que ellos reclaman es un cambio radical del sistema político, una eliminación de las reglas del juego vigentes, para llevar a los catalanes de regreso a aquellos tiempo en los que el anarquismo se había apoderado de las calles de las grandes ciudades de Catalunya, luchando contra cualquier tipo de orden, de autoridad y gobierno legítimamente establecido; aunque éste fuera un gobierno republicano.
Es obvio que esta especie de guerra de guerrillas urbanas, detrás de las que se esconden los que buscan desestabilizar el orden en Catalunya y la creación de conflictos en el resto de España; tiene por objeto ir preparando, en el caso de que consiguieran éxito en su objetivo de hacerse con una nación independiente, libre de sus lazos con España, un segundo paso que los llevaría a librarse de los Pujol, Mas, Homs y demás bobos útiles, que se han desgastado para conseguir la independencia y, probablemente, con la colaboración o dirigidos por la ERC, partido reforzado desde las elecciones europeas, unidos a la ANC de la señora Carme Forcadell; piensan que van a ser los próximos gobernantes de una nación nueva, de izquierdas, dominada por un nuevo Frente Popular; una vez que se hayan deshecho de las derechas de CIU.
El alcalde, señor Trias, ha protagonizado el episodio más lamentable, ridículo, decepcionante y absurdo de todos los que se le pueden atribuir a una autoridad, encargada de mantener el orden dentro de su ciudad. Es imposible imaginar más torpezas, más cesiones, más humillaciones y más falta de autoridad, que las que el señor alcalde de Barcelona a aunado, en una de las gestiones más rocambolescas que se le pueden atribuir a un encargado de mantener el orden y la seguridad en la ciudad que se le ha encargado gobernar.
Este señor ha caído, no sabemos si por miedo, por incapacidad de afrontar la situación, por presiones de su partido o por temor a abandonar su poltrona; en el cúmulo mayor de contradicciones, irregularidades, incumplimiento de sus funciones públicas y cesiones, ante la presión de unos terroristas callejeros que, aprovechándose de un hecho propicio, han convertido el cumplimiento de una sentencia de un tribunal que ordenaba la demolición de un edificio, ocupado ilegalmente, en un levantamiento populachero, manejado por antisistemas y agitadores; que ha conseguido que el Ayuntamiento se rindiera, rectificara y cayera en el absurdo de prometer reconstruir la parte derrumbada y alcanzara, por méritos propios, el más espantoso ridículo imaginable. Lo único que le cabe al señor Trias, si todavía tiene vergüenza, es presentar su dimisión irrevocable de su cargo de alcalde de Barcelona.
Este episodio que, por desgracia, ya tuvo sus precedentes en otros lugares de la Península, como fue el caso del levantamiento ciudadano de Gamonal (Burgos), donde los vecinos del barrio se manifiestan una noche más contra la construcción de un bulevar y un aparcamiento subterráneo en el distrito y mantuvieron su oposición de forma continuada, con actuaciones violentas, hasta que el alcalde de la localidad cedió e hizo marcha atrás; no es más que la muestra de que el sistema falla. Si las autoridades no ejercen su cometido defendiendo la legalidad y no son capaces de mantener el orden y la seguridad en las calles de sus municipios es que algo falla gravemente en el sistema.
El gran error de darles a las asociaciones de vecinos facultades que nunca debieran delegar los alcaldes, es la muestra más palpable de cómo dar al traste con el principio de autoridad y la forma más evidente de trasmitir parcelas del poder a entidades a las que los ciudadanos no han delegado su mandato representativo. Cuando se vota en las municipales se escogen a unos políticos en los que el pueblo delega su confianza, precisamente para que sean ellos los que gobiernen, dentro de las parcelas de sus responsabilidades, la ciudad que se les ha confiado. El que las asociaciones de vecinos se conviertan, sin otra base que lo sustente, en el contrapoder de las decisiones municipales y sean ellas que pasen de organismos meramente consultivos, informativos o, si se quiere, colaboradores de las autoridades municipales, a pretender ser ellas quienes pretendan imponer sus criterios, con carácter obligatorio; no las convierten, en modo alguno, en representaciones municipales ni tienen otra función que la de elevar quejas o hacer propuestas que, en ningún caso, tienen el poder legal de condicionar u obstaculizar la decisiones tomadas por los ediles en los plenos municipales.
Es un gran error, un gravísimo desacierto y una peligrosa imprudencia crear comunas en las ciudades, que se conviertan en refugios de los antisistemas, los progres o de todos aquellos que pretenden, a través de ellas, influir en la gobernabilidad de las ciudades, si es necesario por la fuerza, provocando las algaradas, la destrucción de mobiliario urbano o el daño a las personas y el desafío a las fuerzas del orden. España está expuesta a perder las calles de las ciudades en manos de todas estas tribus de pretendidos representantes del pueblo que, no obstante, en el mejor de los casos, apenas representan a los que les secundan en sus tropelías, pero que, así y todo, consiguen crear el falso efecto multiplicador de que son verdaderas multitudes las que se oponen al Gobierno legalmente elegido a través de la mayoría conseguida en las urnas.
Claro que, otra vez, nos encontramos ante las consecuencias de una política pazguata de nuestros gobernantes, que han permitido que, teniendo mayoría absoluta; la confianza de una gran mayoría de los españoles y medios para imponer orden, se han limitado a ocuparse de los problemas económicos que, siendo importantes y urgentes, no quiere decir que deban dejarse en barbecho los otros aspectos de la vida de la nación. Como es el caso de los separatismos, que han llegado a tales extremos de deterioro que, hoy en día, puede que constituyan el problema mayor con el que debe enfrentarse el Estado.
Y una curiosidad. Unos tanques transportados por Barcelona en camiones, para un acto de las fuerzas armadas, han levantado críticas de los extremistas; como ya ocurrió en Lleída cuando dos aviones militares pasaron por sobre la ciudad. A este punto de estupidez hemos llegado. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos impotentes como se desmorona España.
Miguel Massanet Bosch