
En Cuenca, cada euro cuenta. Más aún para los jóvenes que estudian fuera y deben desplazarse con frecuencia a Madrid o a Valencia. La supresión del tren convencional Madrid–Cuenca–Valencia —una decisión tan incomprensible como injusta— les obligó a optar por alternativas más caras y menos cómodas. Hoy, con los precios del transporte por carretera disparados, el bolsillo de los estudiantes se resiente viaje a viaje.
Un cálculo sencillo revela el alcance del problema. El precio medio de un billete de autobús entre Cuenca y Madrid ronda los 15 euros por trayecto, mientras que el tren convencional, antes de su cierre, se situaba en torno a los 9 euros. Si el servicio se modernizara y se integrara en una red regional eficiente, como en otras provincias españolas, el coste podría reducirse a unos 6 euros por viaje, gracias a una mayor frecuencia, tarifas sociales y abonos de Media Distancia.
Las diferencias no son menores. Para un estudiante que acude a clase todas las semanas y realiza ocho trayectos al mes (cuatro idas y cuatro vueltas), el gasto actual en autobús asciende a 120 euros mensuales. Con un tren convencional modernizado, esa cifra bajaría a 48 euros. El ahorro mensual sería de 72 euros, lo que supone más de 700 euros al año. Y para quienes viajan a diario, el beneficio se dispara: más de 300 euros mensuales respecto al autobús.
A ello hay que sumar los descuentos por abonos y Carné Joven, que podrían rebajar aún más la factura, haciendo del tren no solo una alternativa más sostenible y rápida, sino también la más justa socialmente. El ferrocarril ha sido, durante décadas, el medio que vertebraba las oportunidades de las familias conquenses con hijos estudiando fuera. Su cierre ha roto ese hilo invisible entre generaciones, universidades y provincias.
Cuenca no puede permitirse seguir pagando más por moverse menos. Recuperar el tren convencional modernizado no es un gesto nostálgico, sino una medida de equidad territorial y alivio económico para cientos de familias. Un servicio público debe servir a la gente, no a los balances contables de despacho. Y el tren, si vuelve con visión moderna y tarifas accesibles, podría devolver a los jóvenes conquenses algo que hoy les falta: movilidad digna y asequible para construir su futuro sin depender del precio del combustible o del capricho de una línea de autobuses.
El ahorro es evidente; lo que falta es voluntad política.