"Todo el secreto de la historia consiste en que Dios no quería que le amaran robots, sino hombres libres que libremente pudieran amarle o ignorarle" (Eulogio López, ver aquí)
Saco a colación esta cita en el Sábado Santo porque este es el día después de que el Señor murió en la cruz y antes de que resucitara de entre los muertos. El sábado (de Pascua) fue un día terrible para los discípulos. No estaban seguros de lo que estaba pasando y temían por sus vidas. Todo lo que habían conocido se había ido. El Señor se había ido y ahora era un juego de espera, solo tratando de sobrevivir.
El Sábado Santo es el tercer día del Triduo Pascual, por tanto es un día de silencio y reflexión en el cual los cristianos conmemoran a Jesús de Nazaret en el sepulcro y su descenso al Abismo. Concluye esta jornada con la celebración de la Vigilia Pascual, que es una celebración litúrgica que se realiza en la víspera del Domingo de Resurrección, día que finaliza la Semana Santa.
Tampoco es una extensión del Viernes Santo, día en que se rememora la pasión y muerte de Jesús. El Sábado Santo es un día de dolor y tristeza que se destina para el silencio, luto, y reflexión, así como lo hicieron en el sepulcro María y los discípulos.
Mientras ayer por la noche veía a mi esposa y a mi cuñada desfilar de "manolas" al final de la procesión de San Lorenzo de La Parrilla, cerrada con el paso de la cofradía de La Soledad -a la que pertenecemos toda nuestra familia-, con mi hijo portando las andas, el ambiente me trasladó recuerdos de mi infancia en La Parra de las Vegas, y, con estos, nadando entre dudas, aceptar que nuestros ideales religiosos se van tambaleando por fuera sin comprender que la vida es más compleja y que detrás de que aquellos comportamientos de finales de los años cincuenta del siglo XX había mucha historia, tradición, circunstancias y modos de ser; pero sobre todo eran cosas que formaban parte de la vida religiosa de las personas que experimentaban con todo aquello los dos sentimientos estructurales de su vida: el dolor y la alegría.
Cuando aún no existía La Parra de las Vegas, allá por los tiempos romanos, la vecina localidad de Valeria vivía sus estaciones cuaresmales, un término que puede confundirnos con la denominación que también le damos al Vía Crucis. En su origen este término era militar, statio, stationem. Para los romanos significaba "tiempo de guardia" "montar la guardia"; pero en el lenguaje eclesiástico del siglo II fue adoptado para indicar los días en los cuales el cristiano espiritualmente montaba la guardia, es decir, celebraba las dos ferias semanales del miércoles y del viernes, en las cuales, si bien no obligatoriamente, se practicaba un semiayuno y se asistía a un servicio litúrgico eucarístico o simplemente eucológico, según los diversos países. El vocablo asumió con en el tiempo el significado de "reunión litúrgica"; así es empleado corrientemente en el norte de África en la mitad del siglo III, y en Roma hacia final del siglo IV.
Precisamente las cofradías -que cubren una parte importante de mi tesis doctoral, "Historia de la Beneficencia y de las Formas de Previsión Social Voluntaria de Lérida"- se constituyeron con una prioridad social y de caridad, siendo muy antiguas y de procedencia pagana, están datadas en el siglo cuarto antes de Cristo. Por su parte, las cofradías religiosas actuales, cuyos fines sociales son equivalentes a las romanas, se remontan a la Baja Edad Media; al comienzo tuvieron un carácter gremial y su base religiosa partía de la idea de honrar y dar culto al patrón, normalmente titular de la cofradía, así como de asegurar a los cofrades un entierro digno y la ayuda mínima a los familiares directos en caso de fallecimiento. Paralelamente a estos planreamientos humanitarios disponían de unas reglas para proteger laboralmente al gremio y para regular los intereses comunes.
Hacia el siglo XIII surgen las Asociaciones religiosas penitenciales, de sangre o de flagelantes, que, procedentes del sur de Francia, arraigan en Zaragoza, Cataluña y posteriormente en el resto de España, sobre todo a partir de 1411, año en que tienen lugar las predicaciones de San Vicente Ferrer por distintos puntos de la geografía peninsular. Pero su gran consagración se producirá del Concilio de Trento y la Contrarreforma. Su fundamento será potenciar el culto a la Pasión de Cristo. Por esto hay que tener en cuenta el matiz de penitenciales y pasionarias, aplicado a los siglos XV y XVI -esto es, cuando se crea justamente la villa de La Parra-, pues como penitenciales son las también definidas como "de flagelantes", mientras que pasionarias se entienden como aquellas que procesionan los pasos de Semana Santa. En la actualidad ambos términos expresan lo mismo.
Implica el camino y su continuidad un importante reto, que lo conseguirán a través de procesionar imágenes y representaciones vivientes de la Pasión. Pertenecer, en suma, a una cofradía pasionaria se puso "de moda", como tiene explicado la doctora Isabel Mira Ortiz, además de que imprimía estatus a los cofrades. Leyendo testamentos de época se aprecia muy bien este matiz, pues en ellos los testantes hacen gala, con mucho énfasis, de pertenecer a una cofradía. Suelen dejar mandas para que, fallecidos, sean oficiados actos litúrgicos, sobre todo misas y novenas, que han de ser ofrecidos por su alma, asegurándose con ello una estancia más corta en el Purgatorio y anticipada en la Gloria. También insisten sobre el acompañamiento de miembros de la cofradía en su entierro.