Celeste López (Publicado en La Vanguardia – UPyD, aquí)
En la retina de la mayoría de los españoles, el recuerdo del 11-M se reduce, principalmente y al margen de la brutal masacre – lo primordial-,a una etapa de conflicto, de protestas airadas, de comisiones de investigación… Sin embargo, el 11-M fue mucho más, y posiblemente más real que lo meramente político. Hubo una calle, unos ciudadanos, que expresaron su sentir en un momento de trauma colectivo, y esos sentimientos nada tienen que ver con la venganza y el odio. Al contrario, son sentimientos de paz, de deseos de un mundo mejor, de empatía hacia el dolor ajeno y de solidaridad. Y esa España fue invisibilizada, como suele ocurrir con demasiada frecuencia en este país".
Quien así habla es Cristina Sánchez-Carretero, coordinadora de la investigación que el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha llevado a cabo sobre las cerca de 70.000 piezas – fotografías, dibujos, textos, pancartas, grafitis…-recogidas en los altares improvisados que los ciudadanos instalaron en las estaciones de trenes donde explotaron las bombas ese día del 2004. Durante estos años, se han analizado cada una de esas piezas, que ahora formarán parte del Archivo del Duelo, un proyecto que tiene como fin contribuir a perpetuar una parte de la historia del 11-M que algunos han querido obviar.
¿Y cuál es el resultado de la investigación? Que, pese al trauma vivido aquellos días, pese a haber sido golpeados salvajemente y sin posible justificación, los ciudadanos anónimos no anidaron en su interior sentimiento alguno que sostuviera la frase "ojo por ojo", sino que hablaba de paz. "Esa es la palabra que más se repiten en esos trozos de papel, en esas telas, en cada pequeño espacio de esos altares improvisados.
La segunda, "otro mundo es posible", un grito de atención a la clase política española sobre la necesidad de llevar a cabo un "cambios social", indican los investigadores que han trabajado en este proyecto.
Tras analizar 2.482 fotografías, 64 grabaciones de audio y vídeo, 6.432 documentos en papel, 495 objetos tridimensionales y 58.732 correos electrónicos (Renfe colocó en Atocha unos dispositivos para recoger esos mensajes), los investigadores aseguran con rotundidad que "solamente una minoría pide venganza, muestra rencor o exige cambios políticos… No era un estudio cuantitativo, pero podríamos decir que, como máximo, podrían representar el 10%", señala Sánchez.
Esos sentimientos, al menos los recogidos tras la masacre del 11-M en Madrid, parecen ser "genuinamente españoles". "Hemos estudiado lo ocurrido en Nueva York, tras el 11-S, y hemos encontrado notables diferencias", señala coordinadora de este trabajo. El principal, que mientras en el altar surgido en las proximidades de las Torres Gemelas los mensajes de la ciudadanía hacían referencia a la patria y a la unión de todo el pueblo estadounidense frente a un enemigo común, todo ello con los colores de la bandera de EE. UU.; en las estaciones de trenes madrileñas, la patria como concepto supremo no aparece. Sí, la identificación con el espacio más próximo, en concreto con los trenes ("Todos íbamos en ese tren") o con Madrid, como ciudad agredida ("hoy, me siento madrileño", relatan ciudadanos oriundos de otras comunidades nacionales e internacionales). En cuanto a la bandera, hubo pocas españolas, algunas de autonomías y de otros países, y sí, numerosas palomas blancas en medio de aún más velas rojas.
Los investigadores llaman la atención sobre la gran cantidad de iconografía religiosa encontrada en esos altares públicos y civiles, según Antonio Cea Gutiérrez. La gran mayoría era cristiana católica (cruces, crucifijos e imágenes de vírgenes y santos), aunque también se hallaron símbolos ortodoxos y mensajes islámicos.
El trabajo de análisis proseguirá en el Archivo Histórico Ferroviario de la Fundación de Ferrocarriles Españoles. Por lo pronto, se va a trabajar sobre el estudio de otros altares públicos surgidos a raíz de una acción dramática, como los asesinatos del juez antimafia Giovanni Falcone, en Italia (1992), y el cineasta holandés Theo van Gogh (2004) o la masacre del instituto Columbine, en Estados Unidos (1999). Los investigadores están seguros de que del estudio de estas piezas, entregadas por cada ciudadano con el convencimiento de que no perdurará en el tiempo, se pueden realizar otras líneas de investigación (educación para la paz, el duelo infantil…). El equipo de Sánchez ya tiene su conclusión: "la parte buena de nuestra sociedad se invisibilizó".
"Paz"
"Todos íbamos en ese tren"
"No a la guerra"
"No os olvidaremos"
"Estaréis siempre en nuestro recuerdo"
"Otro mundo es posible"