Luis de Velasco (Publicado en República de las ideas, aquí)
Es una expresión anglo que resume perfectamente lo que está ocurriendo con los “líderes” de la Unión Europea a la hora, la larga y prolongada hora, de encarar los problemas de la zona e intentar resolverlos. Salir del paso como sea, sin resolver los problemas de fondo, simplemente poniendo parches. Patada a seguir que dicen en el rugby, ese deporte dominado por franceses y británicos pero no por alemanes.
Los publicitados tests de resistencia, los “stress tests”, han servido para muy poco, para nada. Han sido acompañados además, en nuestro caso, por declaraciones del gobernador del Banco de España enmendando los mismos, por supuesto a mejor. Algo en el fondo autojustificativo. Los mercados, es decir, los acreedores y las agencias de calificación, parece que tampoco han hecho mucho caso a esos tests, seguramente porque no se creen las cifras. Quizá recuerden que, hace un año, las mismas personas (ahora con diferente sombrero) aprobaron a bancos irlandeses que a los pocos días estaban quebrados. Recordemos también que los famosos tests se iniciaron antes en Estados Unidos y nadie hizo mucho caso, sabían que eran pura fachada.
Se afirma que quienes mandan en esos mercados financieros (son unos pocos pero importantes, los demás los siguen con el clásico “comportamiento de rebaño” en esos mercados) saben que países como Grecia son insolventes (no es sólo un problema de liquidez) pero, además y de manera creciente, desconfían de la capacidad de las autoridades comunitarias para resolver lo que está encima de la mesa. Porque en la realidad lo de “autoridades comunitarias” es pura ficción porque no las hay, salvo Merkel en algunos momentos. No hay nadie que mande, no hay nadie que decida y la ausencia de una sola voz, la famosa cacofonía comunitaria, contribuye a agravar los problemas con unos operadores nerviosos y que deciden no en base a informaciones completas (no existen por definición) sino, sobre todo, a intuiciones, corazonadas y a profecías autocumplidas. Lo cierto es que da la impresión, seguramente correcta, de que esas autoridades no saben qué hacer, cómo encarar un problema totalmente nuevo, incluso no previsto.
El manejo institucional de esta crisis, que lleva tres años ya, es todo un ejemplo de cómo no hacer las cosas y ha sacado a la luz la fragilidad de las instituciones y procedimientos comunitarios. No se trata sólo, como algunos dicen, de que no haya líderes sino que la estructura y procedimientos de la Unión no valen para las grandes emergencias. Un pasivo más de una unión monetaria hecha a tontas y a locas, a toda velocidad, juntando países y estructuras económicas totalmente diferentes, válida sólo para los buenos tiempos pero no para las tormentas.
La crisis griega responde a factores internos sin duda (hay algunas informaciones sobre absentismo laboral, jubilaciones, evasión fiscal, productividad, falseamiento de cifras, etc. que resultan estremecedoras) pero también juegan los externos. Grecia, que suspenderá pagos llámese como se llame la cosa, es el ejemplo más lacerante de esa unión muy mal diseñada de modo que la cosa se ha roto por el eslabón más débil.
Va llegar un momento en que no va ser posible seguir golpeando la lata y ese momento está cerca como lo mostraron los diferenciales la semana pasada aumentando a niveles “récord” los de España y metiendo, de manera decidida, a Italia en el baile. Palabras mayores. Se ha perdido mucho tiempo y sin embargo no parece que haya que esperar mucho de la reunión de hoy jueves. La UE enfrenta una encrucijada: o encarar seriamente el tema y decidir (algo que pasa por aceptar un “default ” griego para empezar) o seguir haciendo como que hacen. Yogi Berra, un beisbolista americano de los años veinte, famoso por sus ocurrencias, decía que “cuando llegues a una encrucijada no lo dudes, tómala”. Seguramente es lo que piensan esas autoridades comunitarias.
Breve mención a nuestra situación que, como todo el mundo sabe aunque algunos no quieran reconocerlo, es muy mala y con tendencia a empeorar. La he calificado en anteriores columnas como emergencia nacional. El indicador más gráfico y viable es la ya conocida prima de riesgo que ha superado los 300 y no parece dispuesta a bajar mucho. Es un indicador, equivocado o no, malvado o no (como algunos dicen de las agencias de calificación) que mide la confianza. Podrá estar equivocado pero es el que es y lo que cuenta. A partir de 400, entramos en situación de rescate. ¿Habrá que recordar aquello de Ortega de “Españoles, a las cosas”?