Salamanca24horas.com (Escrito por: Redacción | , aquí) |
Desde 2008, la crisis económica que atraviesa España ha puesto de manifiesto las carencias de nuestros sistemas laborales. Se ha destruido más empleo, y más rápidamente, que en las principales economías europeas. Desde la creación consensuada entre ejecutivo y sindicatos del Estatuto de Trabajadores en 1980 se han sucedido múltiples reformas laborales, hasta siete, para tratar de readaptar la situación laboral española a las exigencias internacionales. Así se ha flexibilizado progresivamente el mercado laboral para fomentar la creación de empleo. Pero cada reforma llevada a cabo por Decreto Ley ha generado múltiples controversias, y aún más la aprobada este último mes.
Ya desde el año 2010 se intentó comenzar a poner freno a las altas tasas de desempleo provocadas por la aún actual crisis económica, y como los resultados no han sido satisfactorios, el presente ejecutivo ha llevado dicha reforma su máxima expresión de flexibilidad. Así, con una tasa de paro que supera el 22 por ciento, se cree que una mayor flexibilidad en la contratación y sobre todo en el despido, incentivará el contrato por parte de los empresarios. Pero para que se pueda crear empleo es necesario un crecimiento del PIB, hecho que no se prevé hasta mínimo 2014.
La destrucción de empleo ha sido más intensa en ciertos colectivos, especialmente los jóvenes cuya tasa de paro entre los menores de 25 años alcanza casi el 50%. Esto ha puesto de relieve lo que en España puede considerarse ya una enfermedad endémica: la destrucción de empleo juvenil y la falta de estructuras educativas que inserten a los recién formados en el mercado laboral. Ante esta situación una de las prioridades del actual ejecutivo ha sido la reforma del sistema educativo desde la enseñanza infantil hasta la universidad.
Paro y jóvenes
En palabras del nuevo ministro de Educación, José Ignacio Wert, esta nueva reforma educativa pretende basarse sobre los pilares de “la excelencia, la competitividad y el internacionalismo”, con los que eliminar la “cultura de la mediocridad y de castigo de la excelencia” existente en nuestra sociedad. Entre las reformas planteadas destaca la reducción de la ESO a 3 años y la ampliación del bachillerato a otros 3. Este primer año de Bachillerato o Formación Profesional será de todos modos obligatorio, con lo que se persigue revalorizar la vía profesional.
La fuerte destrucción de empleo tras el desplome de la burbuja inmobiliaria ha generado una situación alarmante para los jóvenes que abandonaron los estudios secundarios, encontrándose ahora en paro y sin formación. Casi el 60% de los parados actuales no superaron los estudios secundarios. El balance del progreso educativo en nuestro país es preocupante con un 26% de jóvenes que abandonan la educación obligatoria y un 28% que superándola deciden no continuar con los estudios. Para el actual ejecutivo “el problema de la educación española no es fundamentalmente un problema de recursos”, sino que la gestión de los mismos ha sido ineficiente. Sin embargo las cifras rebaten está afirmación. Mientras la media de inversión en educación de la UE se sitúa en el 5,5% del PIB, esta cifra queda reducida al 4,3% en el caso español, muy por debajo del 6% destinado en Finlandia, paradigma del éxito educativo.
La mayor eficiencia y competitividad que se pretende impulsar con esta nueva reforma educativa no parece sin embargo tan simple y fácil de alcanzar. La revaloración y el impulso de la formación profesional es de carácter urgente en nuestro país, sin embargo la introducción del modelo alemán podría no ser lo más adecuado para nuestro país. Más allá de las diferencias cuantitativas de los recursos destinados en nuestro país frente a los invertidos en Alemania, en este modelo la labor de formar a los trabajadores recae en las empresas, lo que simboliza la subordinación de la formación profesional a las necesidades empresariales además de la privatización de la enseñanza pública profesional.
Es cierto que los valores del esfuerzo, la excelencia y la exigencia han de estar presentes en nuestro sistema educativo, pero como afirma el catedrático de Sociología Julio Caravana, “la competencia no siempre es la única solución”. “Dicen que hay que captar a los mejores como si ahora no estuviesen. Si los mejores alumnos de matemáticas, Ciencias o Filosofía no tienen otra salida que sacarse una oposición de docente”, añade.
Texto: Lorea Romero y Lydia Basabe, alumnas de la Facultad de Sociología de la Universidad de Salamanca