- Los dos principales partidos políticos representan el 60% de los votos mientras la insatisfacción económica y política sigue creciendo
Juan Rodríguez Teruel (Publicado en eldiario.es/agendapublica/nueva-politica, aquí)

La política española terminará este año en un escenario paradójico. Mientras que la economía está mostrando señales modestas de recuperación, la vida política se pierde en una recesión sin precedentes. De hecho, si comparamos el panorama económico actual con lo que ocurrió en octubre de 2012, hace tan sólo un año, cuando un plan de rescate nacional parecía un escenario muy realista, hasta se podría ser optimista. Las expectativas pueden mejorar después de cinco años de profunda crisis social y económica. La pérdida masiva de puestos de trabajo se ha detenido y las últimas cifras de empleo sugieren una mejoría en el mercado laboral, junto con un aumento de las exportaciones, etc. Si bien es cierto que estos brotes verdes son sustancialmente modestos en comparación con el optimismo mostrado por el gobierno.
Por el contrario, la evolución del panorama político lleva de cabeza a partidos y líderes políticos. Desde su victoria en las elecciones generales de noviembre de 2011, Mariano Rajoy ha gobernado con una mayoría parlamentaria sólida que se reforzó con las mayorías que el PP obtuvo en 12 de los 17 gobiernos regionales y la mayoría de las principales ciudades.
Sin embargo, esto no pudo evitar una disminución continua de apoyo popular, hasta llegar a los peores resultados en intención de voto de un nuevo gobierno español desde la década de 1970, así como la peor valoración de un primer ministro desde el inicio de la democracia española (por debajo de 30%). Esta tendencia ha continuado durante el 2013 debido a las políticas de austeridad (forzadas en España por las autoridades europeas) y un importante escándalo de corrupción en relación con las finanzas del partido, el affaire Bárcenas.
Como consecuencia de la erosión de su base electoral, los críticos en la dirección del Partido Popular ya no sólo vienen de fuera sino también desde dentro del partido. Rajoy ha afrontado la polémica con su especial carácter político: guardar silencio y retrasar la mayor parte de las decisiones más difíciles, lo cuál se dice que le ha permitido evitar errores importantes. La estrategia política del ejecutivo es apostar por una recuperación económica, que llegará tarde o temprano, que le permita justificar las decisiones más difíciles a la vez que recupera la mayor parte de los votos que se han perdido en los últimos dos años.
Esta vulnerabilidad mostrada hasta ahora por el Gobierno no ha puesto en peligro su supervivencia, ya que se ha visto favorecida por un factor externo, la debilidad del PSOE como principal partido de la oposición. En efecto, a pesar de que el partido de Rajoy perder ha perdido más del 25% de su apoyo electoral, los socialdemócratas españoles no se han beneficiado en absoluto de esta volatilidad electoral.
Alfredo Pérez Rubalcaba, líder del PSOE, un ministro de alto rango de los gabinetes de González y Zapatero, no ha sido capaz todavía de recuperar la confianza de los millones de votantes que abandonaron el partido en los últimos años de la era Zapatero. Si bien los efectos de la crisis en la sociedad española están dañando el gobierno del PP y poniendo en peligro el sistema de bienestar en España, también están complicando la tarea del PSOE de recuperar la credibilidad como potencial alternativa.
La combinación de ambas tendencias ha llevado a una situación sin precedentes en las últimas encuestas, que predicen la posibilidad de cambios en el sistema de partidos que podrían transformar por completo el equilibrio entre los partidos de los últimos 30 años. La suma del voto estimado de PP y PSOE es inferior al 60%. En comparación con el sistema de partidos altamente competitivo de antes de 2011, donde alrededor del 75% de los votos se agrupó a las dos partes principales (ver Figura 1). Algunas encuestas realizadas por medios españoles ofrecen perspectivas más estrechas.
Varios partidos se benefician del declive de los principales actores políticos. A la izquierda, Izquierda Unida (IU) ha mejorado sustancialmente sus posibilidades electorales, y se está convirtiendo en un actor clave en la política de coalición a nivel regional (el partido tiene, por ejemplo, una coalición en Andalucía y Cantabria con el PSOE, y da apoyo parlamentario al PP en Extremadura).
UPyD, el partido de centro creado en 2008 y liderado por la exsocialista Rosa Díez, está amenazando la tercera posición de la IU en las encuestas, gracias a su obtención de votos potenciales que vienen del PP y el PSOE. Del mismo modo, los partidos regionalistas y nacionalistas también se benefician de esta volatilidad, sobre todo en Cataluña y el País Vasco. Destaca también la falta de apoyo a los partidos de extrema derecha, en un contexto en el que estos partidos parecen estar mejorando su apoyo electoral en el resto de Europa.
Las razones de esta situación son, por supuesto, de origen económico (para el 77,3% de las personas el desempleo es el principal problema que enfrenta el país, mientras que para el 32,5% la economía en general es el principal problema), y también político (37,1% dicen que la corrupción y el fraude político son el principal problema, y el 28,2% que son los partidos políticos y la política en términos generales).
La desafección respecto a la política ha sido un tema clave en el debate público español, sobre todo después de la erupción del Movimiento 15M, y se ha centrado en la política de partidos. En este sentido, algunas de las iniciativas puestas en marcha por académicos y activistas están reclamando una profunda reforma de la ley de partidos (por ejemplo, "más democracia" o el Manifiesto "para una nueva Ley de Partidos"). Este aumento del reformismo político en España puede ayudar a entender por qué la opinión pública no parece estar muy atraïda por el populismo de derechas, y mantiene un fuerte apoyo no sólo hacia la democracia y los partidos democráticos, sino también hacia la Unión Europea.
En resumen, la política de partidos en España se enfrenta a un debate crítico sobre las normas y el funcionamiento de sus actores, y los motivos por los cuáles se ha erosionado su base de apoyo político. Sin embargo, gran parte de este escenario todavía se lleva a cabo sólo en las encuestas electorales y los pronósticos. Los efectos mayoritarios del sistema electoral español probablemente ayudarán a reducir el impacto de la potencial transformación en el comportamiento electoral de los españoles.
La evolución de la situación política está profundamente condicionada por la evolución de la economía, pero también por algunos debates abiertos en el sistema político. El principal de ellos se refiere a la cuestión catalana (demandas de Cataluña para ser considerados como una nación soberana y para obtener la secesión o un "estatus especial" dentro de España). La siguiente etapa de esta evolución serán las elecciones europeas en mayo de 2014. Sus resultados confirmarán o modificarán esta perspectiva, y prepararán la política española para el ciclo electoral de 2015, cuando se celebrarán elecciones a nivel local, regional y nacional.