Los procesos en curso de globalización y de localización en sus dinámicas frecuentemente contradictorias han generado nuevos problemas en varios campos de la reflexión sociológica y en particular en las definiciones de las identidades individuales y colectivas. Se ven éstas terciadas por las malas noticias, que se suceden a la velocidad de la luz; y principalmente una catástrofe acalla la anterior. Como aclaró Alfons Calderón, del departamento de estrategia y dirección general de Esade (URL), nos sobresaltamos al conocerla, pero ya nadie se acuerda de la primera. Excepto en los culebrones judiciales, tan aireados y cuya contumacia llega a aburrir, a no ser por el morbo del que a menudo se abusa.
Sin duda, existe desproporción entre las buenas noticias, aparentemente escasas y efímeras (aunque de verdad no lo sean), y las malas, con un impacto magnificado. “Será que hacen menos ruido mil árboles que crecen que uno que cae”, aduce con perspicacia Calderón. Implica un bombardeo informativo que se ve favorecido por la telemática y su majestad internet, gran acicate de la globalización, palabra de moda representativa de nuestro tiempo. En términos concisos, se puede definir como un proceso de dilución de fronteras que tiende a crear una mayor interrelación. No sólo en la comunicación, sino también en la economía y, a la postre, en diversas esferas humanas. Depende de cómo se oriente, tendrá unas consecuencias u otras. Sin embargo, esa realidad no lleva pareja una gobernanza global. He ahí un punto débil.
Sumida en los avatares de la Europa Occidental, Cuenca sufre asimismo la erosión de la democracia causada por el mal gobierno. En el conjunto español el desenvolvimiento del proceso degenerativo ha sido de naturaleza fundamentalmente política, y ha provocado un divorcio perfectamente justificable entre la opinión pública y la clase política, con el efecto inmediato de quebrar la adhesión de los ciudadanos a la democracia representativa.
Resulta además sorprendente comprobar hasta qué punto menosprecian los dos partidos mayoritarios (el PP y el PSOE) las demandas bien precisas provenientes de la sociedad. “Solo cuenta para los líderes, con particular incidencia catastrófica sobre el PSOE, llegar a las siguientes elecciones. Del PP, qué decir, salvo que únicamente rectifica —privatización de la sanidad— ante las incesantes movilizaciones”, señaló el profesor Antonio Elorza de manera innegable.
Desde una óptima que concuerda con varias de las consideraciones expuestas en la amplia introducción del último libro, recién terminado, del que somos autores Antonio Ortiz y yo (JAB), que lleva por título el significativo testimonio de Gobierno Abierto, Transparente y de Progreso para Cuenca, nos trasladan las consideraciones previas anteriores a admitir que la sociedad española apuesta muy mayoritariamente por un compromiso de regeneración democrática, pues le va en ello, no ya el bienestar, sino incluso su misma persistencia como nación. Y aunque los políticos sean el blanco central de las críticas, ese empeño tiene que ser encabezado por ellos, con el presidente del Gobierno y el líder de la oposición al frente, contando con el respaldo de la Jefatura del Estado. Todos deberán demostrar altura de miras y generosidad. La alternativa vendrá constituida por otros políticos capaces de ello.
El reto que tenemos por delante es interpretar el estado de ánimo de los españoles, como ha indicado el profesor Ignacio Urquizu, revelando que arrojar luz sobre este estado de ánimo no es fácil. “Un análisis detallado de las encuestas a lo largo de los últimos años muestra a una ciudadanía en estado de confusión. Por un lado, no entienden lo que está pasando. Este desconcierto es fruto de la ausencia de un diagnóstico compartido sobre las causas que nos han traído al actual estado de depresión. Así, no existe un consenso sobre el origen de la crisis y las medidas a adoptar. Algunos culpan a Europa, otros a la ausencia de un proyecto de país. Seguramente todos tienen razón, pero no hay un relato coherente y compartido”.
Urquizu extiende la crisis de liderazgo a todos los ámbitos (económico, político y social), provocando la ausencia de referentes sólidos. Si miramos a las formas de asociación más tradicionales (partidos políticos, sindicatos o asociaciones empresariales), vemos que no existen líderes creíbles ante la opinión pública. Este problema se agudiza porque los elegidos por los ciudadanos para representarnos son en quienes se focaliza la desafección. La ciudadanía ha interiorizado que los políticos actuales son parte del problema. Prueba de ello es el creciente porcentaje de personas que así lo señalan en las encuestas del CIS.
El estado de confusión y desconcierto conectado a la ausencia de líderes sólidos han provocado también la caída del bipartidismo. La ciudadanía ha buscado nuevos referentes políticos que propicien un cambio, y lo ha hecho mirando a la izquierda. Pero no un cambio cualquiera. La etapa histórica que estamos viviendo no es una época de cambios, sino que estamos ante un cambio de época. Es una transformación de gran profundidad que debe llevarnos a revisar muchas ideas, con nuevos patrones de análisis social, al igual que la política y sus actores necesitan de una profunda transformación.
El problema de los liderazgos ahora mismo no es de personas ni de ideas, es de personas con ideas, concluye Urquizu al reflejar la necesidad de cambios profundos en la interpretación del estado de ánimo y en las formas de representación. No quiere decir que estemos ante un fenómeno nuevo, pues ya hemos pasado antes por situaciones similares, pero esta última reflexión no debería llevarnos al conformismo. Si las formaciones políticas más tradicionales de nuestro país (el PPSOE) no entienden qué está pasando, la desafección política se quedará una larga temporada entre nosotros y España será un lugar cada vez más difícil de gobernar.
Entre las grandes reformas estructurales que urge abordar se halla la misma Constitución, pese a haber cumplido un papel esencial para construir y afianzar la democracia en España. Pero el modelo bipartidista que diseñó, afianzado en una ley electoral profundamente injusta, ha ido degenerando en una partitocracia asentada en un bipartidismo imperfecto donde PSOE y PP se alternan en el poder, sea con mayoría absoluta o sea con apoyo nacionalista a cambio de nuevas concesiones a sus interminables exigencias.
Hace falta mucho descaro e insolencia para creer que la traición a los votantes sólo pasa factura al adversario y que la corrupción sólo la pagan los demás. Escuchar esto a Benjamín Prieto y el oficialismo “pepero” conquense sólo dan para huir lejos de las demarcaciones donde gobierna el PP.
Mejor sería que se dieran cuenta los dirigentes del PP y del PSOE conquenses de la extinción del bipartidismo en España. PP y PSOE se han creído intocables y eternos, siendo incapaces de recordar para qué sirven los partidos políticos. En su endiosamiento, “han mentido, les han pillado y quieren arreglarlo con una campaña de marketing y un par de frases ingeniosas. Su descrédito es total. Todavía habrá quien apele a su suelo electoral, pero la impresión que da es que están cavando en él su propia tumba”, afirma con rotundidad un editorial de UPyD el 27 de mayo de 2014. Alcanzado este momento, y observado que los españoles –todos, los conquenses incluidos- no quieren el bipartidismo, ni por separados el PP y el PSOE, ni mucho menos juntos, nuestra democracia induce que, frente a lo que hagan esos dos partidos, lo más importante radica en lo que piensen y reparen los ciudadanos. En unas circunstancias completamente nuevas, serán más conscientes que nunca de su poder. El derrumbamiento del bipartidismo expresa que todo es verosímil, aunque no todo igual de apetecible. Los españoles tendrán que decidir a lo largo del año entrante con qué quieren colmar el espacio que dejan los viejos partidos. Si vivimos en una sociedad plural y por tanto llena de opciones, a la hora de representar la lealtad a los ciudadanos, el respeto a las instituciones democráticas y la defensa a ultranza de la igualdad, los habitantes de Cuenca deben saber que UPyD es el partido ideal para forjar la nueva e imprescindible política. Para demostrarlo se ha elaborado ese libro, que se ajusta a la pedagogía política que trasciende de la sistemática de actividad del partido magenta desde el primer día de su nacimiento.
Juan Andrés Buedo