"Lo propio pierde quien lo ajeno busca" G.Álvarez de Toledo
He tenido ocasión de leer un interesante artículo sobre la república de Chile, escrito por el periodista Mauricio Rojas, en el que expone una atinada teoría sobre lo que pueden ser los efectos de una serie de años seguidos de mejoras, de bonanza económica y de aumento del nivel de vida de los ciudadanos que, curiosamente, contrariamente a lo que se pudiera pensar, pueden llevar a aquellos ciudadanos que consiguieron salir de la pobreza gracias a los progresos del país, a no conformarse con las mejoras obtenidas, gracias al progreso de la nación y, desde su posición aventajada, se convierten en críticos de la política nacional porque consideran una injusticia y un mal reparto de la riqueza que todavía los haya que están mas favorecidos que ellos por la fortuna y pretenden que, a costa de éstos, los gobernantes lleven a cabo una distribución de la riqueza de modo que, los que más tienen, renuncien a parte de sus bienes para elevar las rentas de los reclamantes. Una postura que, si bien se analiza, se puede decir que forma parte de un sentimiento colectivo de una parte importante de la ciudadanía española, que no se ha conformado con las mejoras que han experimentado sus vidas durante los años en los que España ha pasado por una época de bienestar y prosperidad y siguen ambicionando más, aunque ello suponga privar de parte o la totalidad de los bienes de los más favorecidos por la fortuna.
Yo diría que, el paralelismo en esta cuestión entre Chile y España es notable y que los resultados de las mejoras que la población de ambos países consiguieron durante los años prósperos; contrariamente a lo que se hubiera podido esperar, en lugar de cohesionar a la ciudadanía en torno a unos procedimientos y unas actuaciones que han permitido un avance en el proyecto de ir erradicando la pobreza; los efectos han sido muy distintos a los previstos y, así, vemos que, en ambos países, los problemas sociales están surgiendo, no sólo, como consecuencia de la crisis que tan fuertemente ha afectado a España y que, los chilenos, afortunadamente para ellos, no han tenido que sufrir; sino en lo que se empieza a vislumbrar, no sólo en las dos naciones mencionadas, sino en una gran parte de la Europa comunitaria, en la que parece que están empezando a surgir movimientos que ya no proceden del proletariado hambriento y miserable, sino que surgen de la misma clase media, de aquellos que han alcanzado un nivel de preparación, formación y posición social que sus antecesores, al menos una gran parte de ellos, nunca tuvieron y se tuvieron que esforzar al máximo para poder dar estudios y carreras universitarias a sus hijos.
Veamos, no es que no creamos que sería necesario que el gobierno tomara en cuenta datos, como el que ha aparecido en la prensa de estos días, procedente de una información del BCE, en la que se apunta que la concentración de la riqueza en España es la mitad que en Alemania o EE.UU. El hecho de que el 1% de los españoles más ricos acumule el 15% de la riqueza nacional, frente a lo que sería un 17% en Holanda o en Bélgica, puede que exigiera una atención más directa del Gobierno. En todo caso, el estudio del BCE llega a la conclusión de que España es uno de los 10 países desarrollados analizados donde la concentración de riqueza es menor. Tampoco debemos escandalizarnos demasiado se observamos como Inditex, cuyo fundador es Amancio Ortega, proporciona trabajo a 120.314 empleados, lo que da idea de su importancia tanto en España como en el resto del Mundo, amén de las obras sociales que lleva a término a favor de la sociedad.
Vamos a reproducir un párrafo del artículo de M.Rojas: "Atrás se quedó el eterno debate sobre como derrotar la pobreza y se pasó a discutir la distribución de los beneficios del progreso", "Se ha abierto paso a sectores emergentes. Ahora bien, el rápido progreso tiene una característica que fácilmente lo torna insuficiente por más exitoso que sea en el plano objetivo: las expectativas tienden a crecer más rápidamente que la capacidad de satisfacerlas y se genera sí un malestar que, a simple vista, no guarda relación con los progresos alcanzados". Tomemos nota de lo que están pretendiendo los nuevos modelos que estos grupos emergentes, salidos de las cavernas del más rancio comunismo,cuando se están esforzando en vender ( en otra ocasión hablaremos de sus propuestas económicas) al pueblo la solución de su problema ofreciendo el oro y el moro a costa de acabar con las "grandes fortunas", lo que significa también acabar con las grandes empresas, con los grandes negocios y con las grandes inversiones en I+D+i, porque, por desgracia no todos los españoles somos capaces de organizar imperios industriales como el del señor Ortega o el del señor Botín del Banco de Santander.
Nos encontramos ante el viejo dilema, tantas veces estudiado por los economistas, el capitalismo, el libre mercado, la oferta y la demanda como niveladora de los precios o el estatalismo, la conversión de la economía libre, basada en la iniciativa privada, en una economía dirigida y encauzada por el Estado, o lo que es lo mismo: por los políticos; en la que los obreros se convierten en funcionarios, los salarios controlados por la Administración y la iniciativa privada y los méritos individuales sometida a las reglas y baremos de un escalado, previamente fijado por los encargados de dirigir la producción que, como no podía ser de otra manera, también son funcionarios, solo que de mayor nivel. Hay que decir que, desde la Unión Soviética hasta el gobierno del señor Maduro, estos sistemas han venido constituyendo un gran fracaso, como se demostró con el hundimiento del imperio ruso y todas sus naciones satélites, con lo que fue la caída del Muro de Berlín en noviembre de 1.989.
Es cierto que la clase media, cada vez más importante dentro de la sociedad, ha sido la que ha sufrido la peor parte de la crisis y consabida recesión de los últimos 6 años, pero es igualmente cierto que, cualquier intento de establecer un igualitarismo está de antemano condenado al fracaso. En primer lugar, porque la economía global cada vez está basada en la interdependencia de la producción y el comercio entre todas las naciones del Mundo. Naciones como la China, la India o el Japón, tienen que ajustarse a las reglas del comercio mundial que, se quiera o no, está basado en el libre intercambio de mercancías, de capitales, de primeras materias y de energía. Una nación que pretendiera salirse de este carrusel económico, sería incapaz de poder sobrevivir y en poco tiempo quedaría absorbida o conducida a su propia destrucción. En segundo lugar, porque una economía dirigida por funcionarios se ha demostrado que deja de ser competitiva, elimina las ayudas de la iniciativa privada y desanima a aquellos a los que les gustaría innovar, al encontrarse ante un muro burocrático que les frena sus ambiciones.
España, como Chile, han vivido épocas de progreso pero, también ambas han padecido de idénticos problemas, la ambición de aquellos que, sin merecerlo ni ganárselo, piensan que deben alcanzar aquellos límites que sólo alcanzan los mejores. O así es como, señores, desde el punto de vista de un ciudadano de a pie, nos preocupamos por las aspiraciones desmedidas e ilusas de algunos.
Miguel Massanet Bosch