Foto: Iglesia de La Parra de Las Vegas
Ando ocupadísimo en las últimas semanas y no tengo tiempo de colmar a mis queridos parreños el interés demostrado a varios post que precedieron a este. Pero hay una especie de obligación ensayista de ir describiendo un hábitat particular y diferente, en el que los recuerdos se combinen con el presente. Y así nuestros mayores no pasen nunca al olvido, porque el corazón de todos perdurará con su respectiva evocación.
Esta remembranza, antes de irme a dormir, me compele a cumplir lo que me había propuesto a mediados de semana. Que no era ni difícil ni complejo, aunque existían otras prioridades. Resuelta la principal, voy ahora a dar una muestra de dicho guión previo, que está referido -nada más y nada menos- que a la idiosincrasia de las personas de esta localidad.
La palabra idiosincrasia tiene un origen griego. Proviene de ἰδιοσυγκρασία “idiosyncrasía” palabra compuesta `por “ídios” que puede traducirse como singular o particular y “sýncrasis” que alude a la mezcla, y lleva a formar el temperamento, por la mezcla de elementos que lo conforman. La acuñó en el año 1861, el novelista del género realista, de nacionalidad española, Pedro Antonio de Alarcón, para designar a la manera de actuar de los napolitanos.
Lo explica muy bien DeConceptos.com (ver aquí) al matizar que, por un lado la idiosincrasia se refiere al temperamento que caracteriza a cada individuo dado por herencia y a la conducta individual aprendida; pero también designa a la particular manera de comportarse de un conjunto de personas integrantes de una comunidad. Ambos aspectos están íntimamente relacionados, ya que la idiosincrasia de un pueblo o grupo se forma a partir de las idiosincrasias individuales de quienes lo conforman; pero también las tradiciones, relaciones sociales, costumbres y cultura general del conjunto influyen en la idiosincrasia individual. Por supuesto que la idiosincrasia si bien da características comunes sobre el grupo en cuestión, no prescinde de las excepciones que pudieran darse a nivel individual.
Esta misma fotografía puede servirnos para entrever una forma directa de ese temperamento parreño, que se articula casi siempre en grupos reducidos de vecinos; haciéndolo en paz y aprendiendo en todo instante de los que tienen a su lado. Sin embargo, en una referencia como la de estas líneas, puedo anticipar que prácticamente han desaparecido los usos de muchos vocablos que utilizaban sus progenitores.
Así, como ya no se trilla de la manera en que se hacía tradicionalmente, ahora en La Parra no se "ablenta" (ventear la mies para separarla de la paja); ni se escucha, por ejemplo, "ande vas abanto!!!" (que aplicaba a la persona alta y desgarbada); no se designa a la amapola como "ababol", etcétera. Pero el significado del verbo "valer" designa tanto al precio, como el yuxtapuesto sinónimo de poder (ante se decía: "Ayúdame con el haz, que no valgo alzarlo-.-Miá tu que no valer con un hacezucho de dos arrobas…" Y, antes de dejar este pequeño repaso, como mis padres nos repetían alguna vez -a mis hermanos los gemelos más que a mi-, sobre todo cuando no cumplíamos los objetivos previstos, con todo el cariño del mundo una palabreja que nunca está de más: "zanguango", para calificarnos como gandulaco o gandularro. Teníamos la tranquilidad los parreños de que en esa idiosincrasia bien nacida cualquier afirmación se hacía sin estridencias. ¡Gracias vecinos y sucesores!, por seguir manteniendo esos geniales atributos y distintivos.
(Continuará)