(Publicado en El blog de Álvaro Anchuelo, aquí)
Tras cinco años de crisis, la hemorragia de la destrucción de empleo no sólo no cede, sino que ahora se agudiza por una segunda caída del PIB. La ocupación registra un descenso de 348.700 personas en el cuarto trimestre de 2011. El empleo se ha reducido en 600.600 personas en un año, de las cuales 485.000 son asalariadas y 115.500 son trabajadores por cuenta propia. La destrucción trimestral de empleo representa la sexta caída más intensa desde el inicio de la serie en 1976.
La población activa experimenta un descenso de 53.400 personas en el cuarto trimestre. La causa más probable es el abandono de la búsqueda de empleo por parados desanimados, que dejan de considerarse estadísticamente población activa (y parados), considerándose inactivos. Esto atenúa algo la cifra de aumento del paro. Aún así, el número de parados aumenta trimestralmente en 295.300 personas y alcanza la cifra de 5.273.600. Interanualmente la cifra total de desempleados se ha incrementado en 577.000. La tasa de paro se incrementa hasta el 22,85%. En la zona del euro supera ligeramente el 10%.
Ya no hay sectores inmunes a la caída. La crisis afectó inicialmente más a la construcción, tras el pinchazo de la burbuja, pero ha terminado arrastrando al conjunto de la economía. El empleo aumenta este trimestre en la Agricultura (100.800 más) pero baja generalizadamente en los Servicios (305.700 ocupados menos), en la Construcción (en 93.900) y en la Industria (50.000 menos). Nótese la enorme destrucción de empleos en el sector servicios. Parte se debe a motivos estacionales (el fin de la temporada turística) pero el dato supera en 100 000 al del mismo trimestre del año pasado.
Tampoco hay tipos de contratación inmunes. En la fase inicial de la crisis, los trabajadores temporales sufrieron lo peor del ajuste. Ahora, incluso el empleo indefinido cae con fuerza. El número de asalariados disminuye en 350.200. Los que tienen contrato indefinido descienden en 104.200, mientras que los temporales lo hacen en 246.000. En términos anuales, se destruyeron 389 000 empleos indefinidos y 96 000 temporales. La tasa de temporalidad baja más de un punto y se sitúa en el 24,98%; aún así, sigue siendo muy alta comparada con la de otros países. El empleo público también cae, otra diferencia con la etapa inicial de la crisis.
Las consecuencias sociales de todo esto comienzan a ser imprevisibles. Más de 2,5 millones de parados llevan buscando empleo más de un año, son parados de larga duración. Uno de los datos más estremecedores es el del número de hogares con todos sus miembros activos en paro: aumenta en 149.800 en el trimestre y se sitúa en 1.575.000 (en torno al 9% del total de familias). Alrededor de un tercio de los parados ya no tienen protección. La sociedad española se enfrenta a una recaída en la recesión con sus fuerzas de resistencia agotadas, y el riesgo de conflicto social se agudiza. Los gastos de protección social a los sectores en peor situación no deberían ser recortados, sino reforzados selectivamente.
Las líneas de fractura territorial quedan marcadas con la misma claridad. Por comunidades autónomas, la tasa de paro oscila entre el 12,61% de País Vasco (13.82% en Navarra) y el 31.23% de Andalucía (seguida por el 30.93% de Canarias y el 28.59% de Extremadura). Las cifras retratan una división en, al menos, dos Españas: la del norte con tasas de paro inferiores a la media y la del sur, que sufre una situación bastante peor.
No obstante, incluso en el ámbito territorial van despareciendo los oasis. Entre octubre y diciembre del año pasado, Baleares (36.900 parados más), Cataluña (33.400), y sobre todo Madrid (50.300), han sido las autonomías donde más ha crecido el paro en términos absolutos.
Lo más grave es que estos datos nos dan la fotografía de cierre de 2011. El nuevo año promete ser dramático y empeorará aún más estas terribles cifras. No resulta agradable escribir esto, pero es la realidad a la que nos enfrentamos.