
El discurso de Emiliano García-Page en el Debate sobre el Estado de la Región 2025 ha sido recibido con decepción y críticas, sobre todo en lo que respecta a sus promesas para Cuenca y Castilla-La Mancha en general. Varios partidos de la oposición, especialmente el Partido Popular (PP) y Vox, han calificado el discurso como un «fraude» y un «mitin electoral» con promesas incumplidas y anuncios repetitivos que no se concretan en acciones reales.
En el panorama actual de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page ha hecho de la ambigüedad una marca propia. Su discurso como presidente autonómico está plagado de declaraciones abiertas, afirmaciones difusas y constantes guiños a todos los espectros ideológicos, lo que dificulta identificar una hoja de ruta clara en sus políticas. García-Page rara vez asume posiciones nítidas sobre los grandes retos de la región, como la despoblación rural, la sostenibilidad de los servicios públicos o la modernización del tejido productivo, lo que complica el escrutinio y el ejercicio crítico de los ciudadanos.
Esta indefinición se traduce, además, en una gestión con escasa trazabilidad. Muchas de sus promesas electorales quedan en el terreno de los grandes titulares o de los anuncios recurrentes, pero pocas veces se traducen en políticas concretas, con indicadores claros de evaluación o mecanismos de rendición de cuentas transparentes. Proyectos como el Plan de Empleo o la prometida mejora en infraestructuras sanitarias han carecido frecuentemente de un seguimiento público exhaustivo y de datos verificables acerca de su impacto real en la sociedad castellano-manchega.
En el reciente Debate sobre el Estado de la Región (octubre 2025), García-Page remarcó:
“Necesitamos financiación para vincularla a grandes avances como la carrera profesional [sanitaria]… Vamos a cumplir y dependemos de la financiación”. Sin embargo, esta petición de recursos es una constante repetida año tras año, sin que la “carrera profesional” sanitaria se haya traducido en mejoras tangibles para el personal ni en reducción efectiva de listas de espera. Mientras, la promesa de ocho nuevas zonas de salud, aunque anunciada como un gran avance, no está acompañada aún de plazos, presupuesto claro ni detalles sobre su ejecución efectiva. En sanidad, por ejemplo, la inversión se anuncia y amplía año tras año (“Casi 13.000 profesionales más”), pero no hay balance público sobre cuántos de estos contratos son estables o temporales; además, Castilla-La Mancha sigue estando entre las comunidades con mayores tiempos de espera quirúrgica y de especialidades.
En el ámbito del empleo, el Plan Extraordinario para el Empleo fue presentado con una dotación histórica de 102 millones de euros para 2021, pero sin informes públicos que muestren cuántos contratos dieron lugar a un empleo estable, o qué porcentaje de los beneficiarios encontraron trabajo estable después del plan. La normativa oficial recoge la frecuencia de las subvenciones, pero no existe transparencia sobre la tasa real de inserción laboral pasada la subvención pública. En la información publicada este mes se destaca la concesión a entidades y ayuntamientos, pero sin datos claros de impacto a medio y largo plazo.
El Debate del Estado de la Región 2025 de Castilla-La Mancha giró en torno a la gestión de Emiliano García-Page, con especial atención a las políticas de vivienda, juventud, fiscalidad autonómica y los servicios públicos, en un contexto de fuerte enfrentamiento político y acusaciones cruzadas entre PSOE, PP y Vox. Todas las propuestas aprobadas fueron socialistas, evidenciando el papel mayoritario del PSOE en la cámara mientras la oposición se mostró muy crítica con la acción de gobierno.
Entre los acuerdos, destacan las llamadas a un nuevo modelo de financiación autonómica, más fondos de nivelación, el mantenimiento de la presión fiscal y un refuerzo de las políticas sociales, la vivienda y la lucha contra la despoblación. Un decálogo de intenciones que, sobre el papel, parece abarcador y en sintonía con los retos de una región tan diversa como la nuestra. Sin embargo, la letra pequeña —y la práctica política— vuelven a dejar a Cuenca en la inercia de la marginación que tanto daño hace a sus expectativas de futuro.
A pesar de que las resoluciones aluden a la ruralidad y a la urgencia de combatir la despoblación, el debate transcurrió una vez más sin compromisos concretos para las infraestructuras estratégicas, la revitalización efectiva del tejido empresarial ni medidas específicas para el equilibrio territorial. Se repite el viejo mantra: planes generales, grandes eslóganes, pero escasa discriminación positiva para quienes parten de peor situación. La voz de Cuenca apenas sonó entre tanto dato macroeconómico autonómico, mientras las demandas históricas de la provincia —red ferroviaria modernizada, acceso digital, incentivos fuertes para el asentamiento empresarial y el retorno juvenil— no encontraron reflejo ni en los discursos ni en los textos aprobados.
Las principales medidas tienden a la generalidad: apoyo a empresas y autónomos, refuerzo del bienestar social, generación de empleo o impulso a la vivienda joven en el medio rural. El riesgo es notable: en territorios tan desiguales, las políticas transversales tienden a beneficiar más a quienes ya están en mejor posición, perpetuando el desequilibrio y alimentando el agravio comparativo con las provincias periféricas. El nuevo modelo de financiación autonómica y la reclamación de un fondo transitorio resultan clave, pero deberían llevar asociados, de forma vinculante, mecanismos redistributivos orientados a las zonas más castigadas por la despoblación y la pérdida de servicios, como es el caso conquense.
El rechazo —por bloque— a todas las propuestas de PP y Vox evidenció, además, la escasez de diálogo real y la falta de una estrategia compartida de región, lo que resta legitimidad y profundidad transformadora a las resoluciones. El debate político sigue anclado en el “y tú más”, mientras los grandes olvidados, como Cuenca, siguen esperando algo más que un párrafo genérico en el aluvión de compromisos públicos.
Es tiempo de exigir políticas específicas, inversión real y justicia territorial más allá de la estadística y la propaganda oficial.
El cúmulo de promesas reiteradas pero incumplidas ha instaurado un clima de desconfianza y desilusión. Mientras Page repite discursos optimistas, los conquenses siguen esperando hechos concretos que mejoren sus vidas. Cuenca no puede permitirse que vuelva a ser relegada. La provincia merece un liderazgo que cumpla, con transparencia y responsabilidad, para construir un futuro lleno de oportunidades y progreso.
Cómo ejemplo síntesis de la inobservancia y la falta de palabra oficial se ha construido una tabla resumen de las promesas incumplidas del gobierno de Emiliano García-Page para la provincia de Cuenca, con fechas aproximadas y datos clave que reflejan el incumplimiento:

Esta tabla refleja un patrón repetido de promesas incumplidas que generan descontento político y social, además de limitar el progreso real de Cuenca y Castilla-La Mancha. Las críticas desde el PP y Vox han señalado con dureza esta situación, hablando de una década perdida que exige cambios urgentes y compromisos concretos. La oposición interpreta que Page está “cansado”, que su discurso se basa en el pasado más que en un plan innovador, y que para Cuenca esto se traduce en esperar sin ver resultados diferenciales.
El discurso pronunciado por Emiliano García-Page en el Debate sobre el Estado de la Región 2025 ha venido a confirmar, una vez más, la profunda brecha entre las promesas gubernamentales y la realidad que viven los ciudadanos de Castilla-La Mancha, y especialmente los de la provincia de Cuenca. Tras años de gobierno, el presidente regional ofreció un repertorio de anuncios que, lejos de generar esperanza, suscitan escepticismo y decepción ante la incapacidad manifiesta de transformar en hechos concretos las promesas reiteradas.
En repetidas ocasiones, Page ha presentado un discurso parecido a un «déjà vu» para Cuenca: proyectos anunciados año tras año que nunca terminan de materializarse. La autovía Cuenca-Albacete es el ejemplo más claro de esta letanía de promesas que se eternizan, afectando gravemente el desarrollo económico y la conectividad de la provincia. No se puede obviar que la falta de infraestructuras clave sigue lastrando a Cuenca, frenando la llegada de inversiones y perpetuando la sensación de abandono. Este discurso vacío y prolongado ya no convence ni a sus propios simpatizantes.
El presidente intenta presentar su gestión como un avance imparable, con políticas de apoyo a la dependencia, mejoras en atención temprana y nuevas residencias para mayores. Sin embargo, estos anuncios, aunque necesarios, resultan insuficientes si no se acompañan de compromisos reales, recursos concretos y una ejecución efectiva. La brecha entre el relato institucional y la experiencia cotidiana de los ciudadanos crece cada día, alimentando el desencanto y la falta de confianza en las instituciones. En Cuenca, donde la precariedad es evidente, estas promesas huecas se perciben como un agravio añadido.
Este discurso de 2025 será recordado, probablemente, no por sus promesas, sino por haber cristalizado el fin de un ciclo de desgana política y la urgente necesidad de renovación en el liderazgo regional. Cuenca merece más que palabras; merece hechos.